¿Cómo surge la necesidad de desarrollar este personaje en una pieza de teatro?
Este monólogo es de 2012 y se lo hago a la que era mi suegra porque ella quería hacer teatro. En ese momento, ella me dijo que no se veía capaz de hacerlo y empecé yo. Donde tuvo más repercusión fue cuando se representó en el Auditorio Alfredo Kraus en la gala ‘Todos contra el fuego, todos con La Gomera’, para recaudar fondos para los damnificados de la isla por el incendio que hubo. Lo que he hecho ahora es estirar ese monólogo inicial de unos 8 minutos aproximadamente hasta crear la dramaturgia actual de hora y veinte, con otros monólogos y tirando de ese hilo conductor.
Cuando creaste por primera vez este personaje, la violencia machista en esta sociedad no estaba tan identificada como ahora, ¿por qué decidiste abordar este tema?
No estaba tan identificada y no había tanta violencia machista. Te diría que el monólogo me tomó a mí, yo no lo creé, sencillamente me convertí en una portavoz. Salió solo cuando lo escribí porque necesitaba salir, pero ya estaba hecho en lo social. Es como cuando nos preguntamos quién es el padre del psicoanálisis, ¿Freud o Freud es el hijo del psicoanálisis? Freud no se inventa el inconsciente, el inconsciente está y empieza a hablar de él. Cuando yo escribí esto ya hacía falta hablar del patriarcado y viendo lo que hay alrededor, necesito contarlo.
¿Sientes que fuiste una pionera?
No sé si fui una pionera, no tengo ni idea, pero me atreví a contarlo en un mundo donde todo tiene que estar barnizado de bonito y donde la gente no quiere ver lo malo, pero se queja de ello. Es como si lo malo viniera del aire y no existiera en él un inicio y un proceso. La gente habla del maltrato como algo que pasó, como la pandemia, y no se dan cuenta de que tienen unas bases muy fuertes y potentes.
Creo que, en ese momento, fuiste un paso por delante visibilizando la violencia invisible, legitimada y aceptada socialmente que ahora reconocemos a través de la infografía del iceberg…
Porque nadie se atrevía verdaderamente a hablar de estas cosas. La gente habla blanco para que lo quieran. Ningún artista, a no ser que sea alguien muy importante y, sobre todo, sea un hombre, a ellos siempre se les permite poner este tipo de cosas sobre la mesa. Yo me atreví a tocar ese tema, pero también es cierto, que para hacerlo lo he tenido que contar desde la comedia para que la gente se ría y sea capaz de darse cuenta del análisis que hago del patriarcado y, la gente que no, pues solo se ríe. Yo lo digo desde la comedia, pero estoy denunciando evidentemente una manera de pensar y un comportamiento que se va heredando generación tras generación y que entra sin darte cuenta. Es decir, mi abuela era machista, mi madre era machista, yo soy machista, probablemente mi hija sea machista. ¿Menos machista? Puede ser. ¿Que en el discurso manifiesto digas que no eres machista? También, pero si tú tienes una oreja bastante analítica, te das cuenta de que el machismo está impregnado en todas partes. Hasta las mujeres que tenemos un discurso aparentemente moderno, somos machistas: cuando repartimos la comida le ponemos más a los hombres, le preguntamos a los novios qué van a hacer y según lo que ellos hagan hacemos un plan…
Qué evolución ves entre el machismo del que se hablaba hace 20 años con respecto al de ahora…
Primero, que ahora mismo vivimos en la época con la peor de las censuras. Nunca ha habido tanta censura. Solo nos quejamos de lo que está pasando, pero nadie mira a ver de dónde proviene ese machismo y nadie se atreve, porque entonces sería meterte con muchas cosas. Hay una contribución general donde la gente ve donde no hay y donde hay, no quieren ver. Con 62 años que cumplo en mayo, a estas alturas de la película no me interesa ponerme reivindicativa ni tampoco regalar lo que he leído y lo que he aprendido durante estos años para que la gente convierta mi oro en cagarruta. Evidentemente, la sociedad debería revisar muchas cosas: ver de dónde viene tanto machismo, de dónde viene esta normalización del maltrato… Hay muchas cosas que contribuyen al patriarcado, al machismo, a la exaltación del machismo, pero nadie se atreve a hablar. Nadie.
Entonces, existían humoristas que hablaban de la violencia machista desacreditando los testimonios de mujeres maltratadas, ¿cómo logras darle esa vuelta de tuerca al humor para denunciar esa violencia machista incluso invisible para las propias víctimas?
Antes, la gente se reía y desacreditaba los testimonios de las víctimas de violencia machista. Yo me pongo en primera persona y hago como hacía Hamlet con Gertrudis cuando le dice algo así como: “cambiaste de un prado de flores al lugar más podrido”, cuando Hamlet se entera que está con su tío al poco del padre morirse. En este caso, yo me personifico en la machista y, lo que voy diciendo, el otro lo tiene que recoger y si es capaz de decir: “¡Madre mía lo que está diciendo esta mujer!” se dará cuenta de que es el discurso que hay en la sociedad donde esta señora podría caer bien. Esta señora que yo encarno la gente diría: “¡Ay qué tremenda es esta mujer! Pero me encanta porque dice las cosas a la cara”. Así, la gente sin darse cuenta contribuye a que existan todo este tipo de personajes y la incultura, la ignorancia…Mi personaje sencillamente lo que hace es decir las mismas barbaridades, pero utilizando el más absoluto realismo. No hago caricatura.
Desde luego que la reconozco en muchas personas…
Claro, pero no tiene que ser canaria. Puede ser cualquier persona que va a un programa de televisión y habla. Este tipo de personajes existen con otro acento en Cataluña, con otro acento en Valencia o Madrid. Que tenga una hija a la que someta, que tenga un hijo al que le consiente todo y no quiere ver la realidad del hijo…
¿Qué viste en los ‘Talks Shows’ para contar esta historia desde un programa de este tipo?
Bebo de todos esos formatos televisivos, pero digamos que el formato que escojo para la pieza no existe. La protagonista es un personaje anónimo al que se le paga, donde ella quiere su minuto de gloria, hasta que el periodista empieza a sacarle audiovisuales donde la expone considerando que puede destrozarla a cambio de dinero.
¿Qué responsabilidad tienen este tipo de formatos televisivos?
No creo que tengan responsabilidad. A mí me parece responsable el que, por ser víctima de su propia ideología, asiste a ese formato televisivo. Estamos ahora mismo como al inicio de esta entrevista: ¿Qué fue primero: el huevo o la gallina? El formato no existiría si nadie se sentara a que te destrozaran por dinero.
No sé si este personaje tiene nombre, y en caso de no tenerlo, me gustaría saber si se hace de manera intencionada y por qué.
Se llama Cuca, pero el juego que se hace es que ella todo el rato tiene en la boca: “Mi hija Mari”. De hecho, el personaje se hizo famoso por repetir tanto esa frase. Si te pones a pensarlo, el título, Entrevista con mi hija Mari no tiene sentido porque debería estar sentada ahí Mari. Para que se reconozca se hace este juego. El nombre de ella, que ahora le hemos puesto Cuca, sería “mi hija Mari”. Ella sería mi hija Mari. De hecho, la gente cuando me ve por la calle me dice: “Adiós, mi hija Mari”.
Aunque Mari no aparezca en escena, realmente es un personaje más de la función
Mari en realidad son tres personajes que yo he parido: el hijo Paco, Mari y Cuca.
¿Después de representar la función te encuentras con testimonios de violencia machista entre el público que ha asistido a verte?
No, ni me los encuentro ni me interesa. Yo tampoco doy lugar a que suceda. Yo soy actriz, no psicoanalista. Al que quiera terapia, le doy un contacto para que llame. Yo soy actriz.
¿Qué recepción esperas de este espectáculo en Madrid?
Pues no lo sé. Hay que vivir en la incertidumbre. Cuando pase ya hablaremos (risas). Mientras tanto voy con toda la ilusión que voy siempre y con todas las ganas de subirme a un escenario y hacer mi espectáculo. Esa es la realidad. Mi única expectativa es hacerlo bien y con entrega porque, alguien que paga una entrada, merece todo el respeto y toda la entrega. Lo que pase luego, ya lo vamos viendo sobre la marcha.