Dos mujeres comen pipas en un parque, o en la puerta de una casa, o en un patio. Comparten un espacio cotidiano común, una conversación, la intimidad del silencio. De pronto, el cante y el baile rompen el mundo ordinario e introducen la magia. En esta pieza de investigación escénica hay una desnudez que nos acompaña y con la que experimentamos. Respetando la estructura del tablao tradicional, investigamos cómo el encuentro entre el baile y el cante puede dar paso a lo aleatorio para transformarse.
Desde el silencio, sin instrumentación, iniciamos una conversación entre la voz y el cuerpo, dejando que el azar intervenga. En el lenguaje escénico -enmarcado en las nuevas dramaturgias- nos adentramos en la investigación del cuerpo y la sorpresa del cante desnudo. Sin buscar algo concreto aparece la gestualidad irreverente, el humor, lo azaroso. El baile y el cante se modifican sin romperse del todo y lo que sucede lo integramos, como en la vida, para seguir bailando.