Fotos: Jero Morales
Es Historia. Historia brutal. Este cuento lo pueblan personas que han existido y se han cruzado en las calles.
En los primeros años del Siglo Uno de nuestra Era, los romanos continúan invadiendo las tierras que rodean el Mediterráneo. Colocan monarcas, dictadores salvajes para someter a sus gentes. Llegan a Judea. Y allí una princesa, Salomé, apoya en secreto a los rebeldes que resisten al gobierno del Rey Herodes, ese títere corrupto nombrado por Roma. Un hombre sin moral que gobierna sin ley.
Juan el Bautista, líder espiritual de su pueblo, grita contra el invasor y se descarna cautivo en la prisión del Palacio de Herodes. Da la vida por un Tiempo Nuevo. Es un Profeta. Dice que la esperanza es el aliento de todos los sueños. Y enciende el deseo de la Princesa. Salomé, perdida en la cabeza de su amado Juan el Bautista, sufre. Rechazada por él se transforma en una mujer sangrante. Salomé, expresión del Poder Sensual Absoluto, extrema su deseo por el Bautista. Un deseo que se desborda en muerte.
El amor y la muerte viven en un permanente abrazo, y Salomé rompe la línea roja que la lleva al delirio. Inducida por su madre la Reina Herodías, se atreve a pedir a su padrastro el Rey la cabeza del Bautista.
Herodías es una mujer usada y abusada por el poder. Una mujer con necesidad de libertad. Herodías va dando tumbos en una tierra de represiones que ignora y lapida a las mujeres si abandonan la estricta moral. Ella se arrastra por una vida imposible envuelta en sexo, en alcohol y desvaríos.
Y más arriba Sirio, esa estrella, la más brillante del cielo, señal de vida sobre un planeta que se destruye de guerra en guerra y de dios en dios. Guerras armadas por los Herodes de hoy. Ayer y hoy en un mismo tiempo. Sirio, esa energía pura que nos puede transformar.
Y abajo, en las profundidades de las cloacas, la Guardia Real. Excremento del poder que se empeña en proteger al país de las mujeres ignorantes y viciosas. Tapan con velos sus cuerpos, dejándolas sin existencia.
El sexo tiene el poder de mover el mundo, amarlo y destruirlo. Y ese poder se llama Salomé.