En nuestros ejercicios escénicos jugamos a buscar la verdad sobre el misterioso significado de la vida y las complejas relaciones entre los seres humanos, en un universo cada vez más complejo y misterioso. Tenemos la suerte de que nuestro trabajo es un juego, jugamos nosotros como también lo hacen nuestros hijos, pero posiblemente cambiando las normas del juego y eso es importantísimo para algo tan serio como es el juego escénico.
Esa reflexión y los acontecimientos del 15M de hace unos años me llevaron a pensar en la eterna paradoja entre la transmisión de valores de una generación que se va a otra que llega con la necesidad de cambios para la regeneración de la sociedad. Ese eterno conflicto me llevó a la novela de Turgenev Padres e hijos, que tiene como centro de su argumento el conflicto entre la generación de los padres que protegen sus fundamentos y valores morales para el bien común y la búsqueda de algún tipo de compromiso de los hijos, también para bien común, rechazando la autoridad y esos valores anticuados.
En su novela, Turgenev defiende un liberalismo regenerador, para la Rusia de entonces, que basa los principios del amor que se mantiene en la memoria, contribuyendo al bien común, mientras preservan tradiciones necesarias para un régimen libre. Las políticas liberales necesitarán ser preconcebidas como objetos de amor mutuo preservándolas en una memoria común. Ése sería el éxito para el liberalismo regenerador que defiende en su novela.
La memoria es la última forma en que el amor puede transmitirse y preservarse de un ser humano a otro, transformando al individuo y a la sociedad en una generación opuesta a la destrucción.
Y ése fue nuestro punto de partida para este trabajo que estamos desarrollando. Partimos de un clásico que escribió su novela hace 160 años y trasladamos su esencia a nuestro mundo actual, centrándonos también en ese argumento eterno entre las generaciones de los ‘padres’ que quieren mantener sus valores y la búsqueda del compromiso de los ‘hijos’ para la transformación de una sociedad ya caduca.
‘Quien haciendo el camino viejo conoce el nuevo, puede considerarse un maestro’.
El poeta iraní Sohrab Sephri escribió este hermoso poema:
‘Y les dije / Aquél que en la memoria de la madera vea un jardín / su rostro permanecerá siempre en la brisa de la arboleda’.