Por Álvaro Vicente
Llamamos oro negro al petróleo porque ha sido la gasolina -nunca mejor dicho- que ha aumentado considerablemente la velocidad del progreso global desde la revolución industrial y ese desarrollo ha transformado el mundo en apenas 200 años. Pero nada de esto tiene que ver con la nueva pieza de Poliana Lima, que vivirá su estreno absoluto en el Festival de Otoño. O sí. El petróleo es una palabra, un significante, un material poético al que llega la bailarina y coreógrafa brasileña (afincada en España desde hace 12 años) haciendo un viaje más hacia su identidad, un viaje hacia dentro, hacia el centro de un cuerpo, el suyo, que como el de tantos otros y otras se revela como una amalgama de procedencias, linajes y registros genéticos diversos. En su trabajo previo encontramos diversas formas de aproximarse a la cuestión de la identidad a través del cuerpo y la memoria, por ejemplo abordando cuestiones de género (como en Cuerpo-Trapo o Las cosas en la distancia), el tema de la edad y el paso del tiempo (como en Aquí, siempre) o también en lo que tiene que ver con una estructura que se repite pero que nunca es la misma, pequeñas muescas de diferencia que se cuelan en cada repetición (Las cosas se mueven pero no dicen nada). Con Oro negro, Poliana Lima vuelve sobre una de las grandes preguntas que la ha acompañado siempre y que todo ser humano, en algún momento de su vida, se hace en momentos críticos del proceso vital y creativo: ¿Quién soy?
“Ahora formulo esta pregunta desde un lugar intelectual, pero es una pregunta tan visceral, tan física, y la sensación de vacío me ha acompañado tanto siempre, que en cada pieza que he hecho he intentado dar forma a algo, tenía que hacer cada pieza para seguir sosteniendo esta pregunta y entender cada vez un poco más. Con todas mis obras he ido inventándome un contorno, un relato, una ficción que pudiera sostenerme en el proceso de emigración aquí en España, en el proceso de ser mujer fuera de mi país”. Preguntarse es perforarse, es excavar hacia el interior de uno mismo, y así es como en un proceso de investigación en Viena, en 2019, Poliana llega a la palabra ‘petróleo’, en una especie de mapa conceptual que contenía palabras como el verbo ‘escarbar’, como el sustantivo ‘recurso’. En el petróleo confluían no solo esa idea de ir al centro, de perforarse, sino también la idea de combustible, de recurso, de algo escondido y de la violencia que se ejerce contra la tierra para extraerlo, una enorme energía para extraer otra fuente de energía. Además, está la propia materialidad del petróleo, una sustancia negra, viscosa, entre líquida y sólida, o ni una cosa ni la otra. Y encima, esta negritud inmediatamente lleva a Poliana a su familia, a sus ancestros, porque uno de sus dos abuelos era negro. Todo eso ha estado oculto en su familia, no se ha verbalizado, no se le ha puesto nombre, nunca se dijo ‘el abuelo negro’. “Para mí Oro negro ha sido como encontrar un tesoro oculto y poder llevar a mi cuerpo toda esta diversidad, haciendo del cuerpo un punto de cruce de múltiples linajes, interferencias, porque toda esa diversidad está en mí, a veces se expresa con armonía, a veces con tensión”, explica la creadora.
El petróleo que ha encontrado en esta búsqueda Poliana Lima la transforma igual que transformó el petróleo al mundo. La extracción de su linaje negro le invita a plantear la pieza como un solo a dos cuerpos, como un camino de transformación del uno al otro, del presente al pasado para entender el futuro. En definitiva, un cuerpo son muchos cuerpos y ese tejido se expresa en una danza donde hay cualidades que aparecen y desaparecen, que entran y salen, convergiendo en una diversidad interior de texturas de movimiento, de energías plurales.