Mantequilla nace en una clase de subtexto del maestro José Sanchís Sinisterra. Uno de sus ejercicios fue el germen del primer soliloquio de la obra, que luego se amplió respetando la estructura de monólogos alternados en homenaje a la obra de Bernard-Marie Koltès, La soledad de los campos de algodón. El tema principal de la obra es la incomunicación.
Mantequilla pretende investigar sobre cómo establecemos diálogos con los que no están, y compartimos silencios con los que están, a pesar de las posibilidades de la tecnología.
Esta historia comienza con dos personas que se extrañan para convertirse en extraños. Dos personas que hablan sin hablarse para decirse que ya se lo han dicho todo. La historia de Bea, que decide buscar en la ciudad lo que no encuentra en Andrés. Y de Andrés, que decide buscar a Bea para encontrarse a sí mismo.
Bea, hastiada por el inmovilismo rural y con inquietudes sociales y políticas, decide ir a la ciudad, como hizo en su día el padre de Andrés. Pero Andrés no se atreve: su deber es ocuparse del negocio de su abuelo, un pequeño supermercado. Se separan. Tiempo después, Andrés, libre ya de cargas familiares, se da cuenta del error y decide ir a buscarla a la ciudad. Una ciudad de desconocidos conectados. Andrés nunca encuentra a Bea allí, y sólo años después, cuando vuelven al pueblo y se cruzan, se dan cuenta de que ninguno de los dos es ya el mismo.