El espectador se adentra en un espacio tomado por los sacerdotes, que lo sumergen en un ritual escénico dedicado a los dioses olvidados que son para ellos el público. En dicho ritual, los extraños sacerdotes invocan la obra de Valle-Inclán como conjuro de ligazón para volver a unir lo sagrado y lo ordinario del teatro.
Una investigación sobre el público y sus posibilidades auto catárticas. Una oportunidad de acercar al espectador a los valores espirituales que el teatro occidental tiene como corriente minoritaria. Una gran ocasión de acercarse a los rostros más profundos de Ligazón, nunca antes señalados en El retablo de la lujuria, la avaricia y la muerte.
¿Qué pasaría si pudiéramos formar parte de nuestra propia transformación teatral? ¿Cómo sería encontrarnos con la respuesta que tanto tiempo llevamos buscando? ¿Preparado para hacer de toda tu vida escenario y altar? ¿Seguirás los pasos del afilador, más allá del camino trazado, a la encrucijada incierta?
Acompáñanos a la cueva más profunda, donde las apariencias engañosas muestran más verdades que lo evidente, síguenos al ventorro de la Hondonada Brumosa donde Valle-Inclán soñó las tres brujas de nuestro tiempo y las tijeras con las que cortar los lazos del destino al futuro predecible.