A y B, la línea recta, el espacio vacío.
Dos sin techo discapacitados.
Un reloj que se para y borra sus agujas obligándolos a vivir en ese tiempo atemporal e infinito llamado presente. Donde se siente, se vive y se hace. Donde el teatro pasa a ser vida y la vida teatro.
‘A’, ciego, aparece como personaje anclado al pasado, a sus raíces, a lo que él conoce como correcto y lo acoge como forma de confort, sobrevive por la certeza de saber qué hace lo que debe. Y por el otro lado, tenemos a ‘B’, paralítica en silla de ruedas, ese personaje que vive del futuro, lleno de energía, de sueños, promesas, juegos, emociones, palabras… Y sobrevive pensando que la decadencia puede tomar otro color.
Los dos personajes viven juntos un apasionado viaje, lleno de esperanza pero de obstáculos y miedos también. Viven cada segundo, sienten cada segundo y a través de su vaivén de emociones, nos cuentan con textos de Fragmentos de Teatro I de Samuel Beckett el presente. Por otro lado, mediante una evocación al Quijote, se representan un conjunto de juegos, con una influencia del clwon, a modo de acciones y textos simbólicos cargados de metáforas e interpretaciones. Con este juego, esta representación se asemeja más a una fábula que a un cuento de Disney. Donde la realidad siempre supera la ficción.
En ese fragmento de tiempo llamado presente, ‘A’ y ‘B’ luchan por sobrevivir, en un mundo donde parece que la única opción que les queda es luchar por no aceptar la muerte antes de que llegue. Un presente totalmente asumible en la época en la que vivimos.