Por Álvaro Vicente
Primera colaboración entre el artista de circo contemporáneo Quim Girón, fundador de la compañía Animal Religion, y Moon Ribas, coreógrafa y activista cíborg. Un cíborg es el resultado de la combinación de elementos orgánicos y elementos mecánicos, que con el tiempo son también cibernéticos, explicado muy con trazo grueso. Moon Ribas experimenta desde hace años con la tecnología y con su cuerpo para explorar los límites de la percepción. Por ejemplo, ha tenido implantados en el cuerpo unos sensores que le permitían percibir los movimientos sísmicos de la Tierra en tiempo real a través de vibraciones del cuerpo que ella luego convertía en coreografías. Por su parte, Girón no para de estirar los límites de lo que conocemos como circo y últimamente está trabajando en el no control. Parece contraproducente perder el control en disciplinas circenses, pero es un camino de transformación que ha querido recorrer. Por ejemplo en esta pieza, donde interactúa con un elemento difícil de controlar, el hielo.
Fenómeno es, pues, un dueto que dialoga con la temperatura, donde el hielo es la materia principal usada para ir modelando universos escénicos impensados. El hielo cambia cada segundo y, con él, el espacio y la imagen resultante cuando el cuerpo se relaciona con él. Una gran cámara frigorífica preside la escena y de ella salen bloques de hielo que luego pasarán a ser líquido y gas. Como dice Ribas, en escena hay tres intérpretes en igualdad de condiciones: ella, Quim y el hielo. Es un intento por escuchar a la naturaleza y, con ella, buscar un tipo de espectáculo, en palabras de Girón, “más efímero y menos cuerpocentrista”. Él se ha encargado también de preparar las músicas que acompañan el espectáculo, sonoridades que salen de grabaciones del comportamiento del propio hielo y otras materias “vivas”, modificadas en escena en combinación con arreglos electrónicos previos. Con esa base musical y mucha imaginación se han ido construyendo las escenas, ya que no hay muchos precedentes que puedan usarse como referentes. Abren así un nuevo camino de trabajo que quizás les lleve a trabajar con otros fenómenos naturales en combinación con dispositivos tecnológicos.
Con el público dispuesto a dos bandas, se genera un momento escénico cercano, íntimo, con un silencio solo roto por los estados por los que pasa la materia, el sencillo misterio de la transformación, un rito químico que revela así mismo la fragilidad de la identidad humana como materia, la fragilidad del artista frente a lo que ya está hecho. Quim Girón dice que, más que como artistas del circo o de la danza, en esta pieza él y Moon se han sentido escultores o pintores, haciendo una especie de live art que desaparece como los escalones de una escalera suspendida en el vacío en la típica pesadilla. La única red que les sostiene es la propia poesía escénica espontánea que se va generando. Y la poesía no es perfecta, no puede serlo. Como dejó dicho Donna Haraway en su Manifiesto cíborg, “la política de los cíborgs es la lucha por el lenguaje y contra la comunicación perfecta, contra el código que traduce a la perfección todos los significados, el dogma central del falogocentrismo”. Esta nueva gramática puede surgir de hibridaciones tan atractivas y estimulantes como esta pieza, felizmente inclasificable.