Entre el Stand-Up y el teatro docmental, Rubén Ramírez nos cuenta su historia real.
Rubén se encuentra montando la escenografía del próximo espectáculo de la sala. Trabaja como carpintero junto a su padre. Pero no siempre ha sido así. Hace muchos años, Rubén fue un niño prodigio de la televisión. Su talento consistía en imitar a personajes famosos. Era un pequeño Carlos Latre y aquello lo llevó al Olimpo. Se rodeó de grandes personalidades de aquel entonces. Bertín Osborne, Luis del Olmo, Carmen Sevilla… Todos querían y admiraban a Rubén. Pero mientras se hacía mayor, el teléfono dejaba de sonar. El mundo del espectáculo no tiene piedad con un niño de 12 años. Ahora tiene 30 años y como muchos, tiene una carrera, un master y ningún futuro por delante. Encontrarse de nuevo en una sala de teatro le hará revivir su pasado más feliz y amargo, para explicarle a un público que ya sólo existe en su cabeza, cómo ha llegado hasta aquí.
Aunque el título diga lo contrario, El niño de la tele no habla ni de un niño ni de la tele. Desde un principio teníamos claro que no queríamos contar la simple vida anecdótica de un niño prodigio. Queríamos contar una historia con la que el público empatizara y la sintiera suya. Queríamos hablar del presente y no del pasado concreto y nostálgico de un hombre cualquiera. Por eso, la obra parte de lo anecdótico, donde el público observa y se ríe de las andaduras del desgraciado protagonista; para aterrizar en lo genérico, donde el público deja de ser un espectador y pasa a ser cómplice de la historia. Rubén no sólo nos habla de las hostias recibidas en el mundo del show, sino también de las recibidas en la vida. La historia de Rubén pretende ser el reflejo de toda una generación perdida, en busca de una oportunidad, de un lugar en el mundo. Una generación más que preparada, con talento y con ambición; pero a la vez cansada, parada y frustrada, a la que le dijeron que podían ser lo que quisieran ser, y luego se lo negaron.
El niño de la tele es el anti-sueño americano. El niño de la tele es humor y es rabia. El niño de la tele somos nosotros en busca de nosotros mismos.