El mundo está roto pero se puede caminar es una función que nos invita a (re)descubrir los secretos de la literatura, viajando a través de los retos que un padre propone cada mañana a su hija, inscritos en aviones de papel. El objetivo de la obra es mostrar la biblioteca como una serie de ventanas abiertas al mundo. Más allá de ser un mero contenedor de libros, la biblioteca se reivindica como un espacio poderoso que nos llena de alegría, un espacio que nos ayuda a ampliar la mirada, a conocernos y a vivir mejor.
El espectáculo reflexiona sobre cómo con las historias pasa lo mismo que con las viejas canciones: que son de todos y no son de nadie.
Un padre que no sabe cómo comunicarse con su hija le envía cada día un avión de papel desde el balcón para despedirse. A través de mensajes escritos en aviones, el padre pone misiones literarias a su hija para que las aclare con la complicidad de una bibliotecaria escrupulosa. Así, la niña conocerá la relación entre los libros y la vida. Muchos años después, su hija, que ahora es escritora, vuelve a la biblioteca para contar esa experiencia de iniciación que ha recogido en su primer libro.
El mundo adulto ofrecerá a la niña la punta de un hilo a través de la literatura y ella tirará de él para llegar a sus conclusiones, porque las bibliotecas son hospitales del alma.