Fotos: Vanessa Rábade
Nace desde una premisa de instalación, DREAM, anagrama de MADRE, es una apuesta por indagar sobre la relación materno filial.
La maternidad, entendida como un proceso biológico que nos equipara al resto de nuestros compañeros animales -no solamente mamíferos- , puede teñirse de connotaciones afectivas tan próximas al amor como al odio -o, muy a menudo- despertar sentimientos que combinan, más allá de cualquier racionalidad, esas y muchas otras pulsiones.
Esa confusa y radical mezcla de sensaciones puede asemejarse a un sueño DREAM/ MADRE. O, quizás, a una pesadilla.
Llegan a nuestros oídos expresiones propias de madres en canciones susurradas o que nos llegan a agotar; con sonidos pellizcados, materialidad fonética más allá del contenido. Nos arrulla la nana que nos estremece y la leche que nos agita. Bailar la voz y romper las aguas. Vienen al mundo apasionadas las distintas percusiones, los pitos y el cuerno que llora persistente como un bebé que queremos acallar.
El escenario es también un espacio materno y una escenografía sonora en el cual el cuerpo se trasluce en un ser que se mueve, se mece o patalea dentro de una especie de líquido amniótico.
Con este ritual -entre la invocación y el exorcismo-, que en realidad es el más viejo del mundo, se vuelve a escenificar ese pleito infinito en el que la madre es simultáneamente acusada y defendida, abogada y fiscal. El juicio, ya lo sabemos, está perdido. Sólo nos queda salirnos de madre.