Fotos de Bruno Rascão
La voz de Diotima es la de aquellos/as anónimos/as cuyo saber (o Saber) no fue escrito y perteneció a la raíz misma de nuestra cultura Occidental, lo que se ha llamado la civilización de la Vieja Europa. Una raíz y un saber que fueron borrados de El Saber a golpe de razón lógica, de sistemas, de abstracciones del mundo, de la vida y del hombre, dejando fuera el cuerpo, el sentir, el origen y el fin de la vida; es decir todo aquello que no puede reducirse a idea por estar atravesado por el tiempo. Dejó fuera de lo Humano y Universal, a la naturaleza y a la feminidad, y a la mujer, que fue su sabedora y su representación simbólica, en aquella Vieja Europa que se ha podido documentar desde el 6500 a.c hasta el 2500 a.c (si bien existen vestigios arqueológicos de su existencia desde el 25000 a.c).
Conocimiento y Saber que, a base de puro pensar discursivo, dejó de sentir la Vida (y la Muerte), y de tanto buscarle sentido se olvidó del vivir (y del morir). Y se olvidó del Amor, el gran mediador, reduciéndolo a un romanticismo alienante, quitándole todo su poder de atravesar el Tiempo, y cerrando la puerta a nuestra capacidad de creación, a nuestra humana divinidad.
Diotima, con su voz delirante y embriagada, despierta en la escena y desciende a desgranarnos sus esenciales motivos vitales, sembrando las semillas de otra forma de pensar que la violentamente discursiva y masculinizada.
Eva Varela Lasheras y su compañía La Puerta Estrecha, con la colaboración invitada de Raúl Iaiza en la dirección, se proponen en Diotima crear una experiencia escénica única, en la que el alma y los sentidos del espectador/a viajen con la actriz al deslumbrante y enriquecedor universo de María Zambrano, que no es otro que el universo de lo humano.