Todos tenemos un precio. Desfasados y alucinados nos lanzamos de cabeza al vicio y Binguera es la primera en dar el paso. Han cantado línea. Señoritas dudosas, macarras con patillas y crucifijo al cuello, revueltos con señoras de cardado y laca que apuran su pensión y ella en su salsa. Reinando sobre sus tacones una noche más. La música estridente se mezcla con el sonido de las tragaperras y hace una banda sonora que anestesia. Un copazo y a seguir tachando números, mientras los números se suceden. El refugio de los olvidados. Ella masca chicle y mientras se masca la tragedia. Seguimos para bingo. La cultura del feísmo y la ordinariez. No es un espectáculo porque el espectáculo es ella en sí misma. Los dos patitos, la niña bonita. Afila el rotulador que han cantado bingo. Esa es la vida de Binguera. El lugar donde se destrozan los sueños.
Instrucciones de uso para el espectador ludópata. Este trabajo escénico es un Bingo con 60 números en el que, tal y como manda la tradición, una Binguera mueve la manivela de un bombo para sacar una bola en la que hay escrito un número. Ese es el número que vamos a ejecutar. Literalmente. Vosotros, como jugadores, iréis tachando los números que vayan saliendo y que nosotros vayamos haciendo. Muy importante, a diferencia de los Bingos convencionales, en este, ¡no cantaréis línea! Después de un tiempo absolutamente impredecible, en algún momento, alguno de vosotros, terminará de rellenar su cartón y cantará Bingo. Ese será el ganador. Entonces la obra acabará.