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Por Álvaro Vicente
Sin duda una de las compañías de circo contemporáneo más interesantes del momento. Animal Religion llega al Festival de Otoño con dos propuestas hermanadas por esa concepción del circo tan pulcra, donde cuerpo, sonido y luz trabajan en paralelo sobre un espacio circular. Hablamos primero aquí de Ahir, una pieza que les encargó el Teatre Nacional de Catalunya, donde se estrenó en 2020. Ahir es ayer en catalán, un título que basta para adivinar que la cosa va del tiempo, tema eterno y apasionante, por irresoluble e inagotable. El espectáculo quiere dialogar con el pasado haciendo una incisión en la línea del tiempo para observarla, congelarla y transformarla hasta reinterpretar su continuidad. Según las palabras promocionales de la propia compañía, se trata de “un viaje arriesgado y poético, a veces crudo, también fresco y siempre sincero. Un espacio donde los recuerdos y la imaginación se confunden”.
Como todo hijo de vecino suele mirar atrás en busca de respuestas, será fácil entrar en la propuesta. Aunque tratándose del circo que acostumbran a hacer los Animal Religion, seguramente quedemos atrapados en la red de haces de luz, sonoridades y destrezas físicas que despliega el equipo formado por Quim Girón, que pone el cuerpo y el texto (podríamos decir que es un solo, pero eso es porque solo se le ve a él en escena) bajo la dirección de Carlota Grau; por Joana Serra con la iluminación y Joan Cot Ros con la música. Los tres elementos, cuerpo, luz y sonido, conviven en el espectáculo sin jerarquía alguna. Girón hace malabares con un micrófono, verticales y acrobacias sobre un suelo que es un espejo y aéreos colgado de una cuerda que sostiene un altavoz, entrando y saliendo de haces de láser sutilmente corpóreos gracias a la justa utilización del humo. Una maravilla, vamos. Como dice Joana Serra, se trata la luz como un cuerpo y el láser aporta un enorme simbolismo. La música se modifica en directo y todo ocurre sobre ese círculo espejado que representa la continuidad del tiempo, su infinitud sin aristas.
La crítica circense ha calificado la pieza como “un buen trago bastante existencial”. Existencial, claro, no puede ser de otra manera cuando nos preguntamos por el tiempo y miramos hacia atrás. “Ahir tiene ritmo -continúa Juan Muñoz, crítico del digital EspectáculosBCN- Encuentra el equilibrio entre las distintas partes de su relato. Un guion directo, reflexivo y narrativo. Un escenario móvil con personalidad. Un actor sobrio en sus movimientos y diálogos que inspiran naturalidad. Un espacio bien acondicionado, donde se puede apreciar bajo cualquier sentido cada pelo y detalle de la obra”. Reconforta saber que un arte escénico con tantas posibilidades como el circo tiene aquí un terreno de expansión tan interesante. En 10 años de vida, la compañía Animal Religion ha conquistado un lugar trabajando en ese laboratorio que es el circo catalán. Les importa más explorar que innovar y en esas andan. En el caso de Ahir, Joan Cot confiesa que es una obra influenciada por la escena artística del Nueva York de los años 50 y 60 del pasado siglo. Ahí está John Cage, sin ir más lejos, y el minimalismo. Él se reconoce muy deudor de la electrónica de William Basinski y su interesante tratamiento del tiempo en su música. Al hablar del ensamblaje entre cuerpo y objeto, citan a Miet Warlop, y a Mina Tikkainen si hablamos de sensibilidad lumínica. Todo eso que, hecho entre ayer y hoy, nos sigue cautivando y abona un esperanzador mañana.
