Nuestros huesos no están hechos de ninguna trama. No discurren entre argumentos ni desenlaces, no se tejen con el orden que requiere una finalidad, porque el único fin que conocen nuestros huesos es el fin inútil de la muerte, irresoluble, monstruosa como nosotros mismos. Sin embargo, las ficciones sí están hechas de fábulas y de resoluciones, tejidas con la disposición que se teje cuando se pretende un determinado fin: el de ausentarnos de nosotros mismos. Entonces, ¿cómo podemos rescatarnos del olvido en el que nos hallamos hoy? En Abajadero se reúnen los que quieren saberse y los que prefieren dejarse inventar.
En el pueblo de Abajadero se celebra todos los días la misma fiesta: un entierro. Un entierro ficcional. O no. Sin embargo, hoy han tenido la mala suerte de encontrarse a dos turistas donde han de cavar el agujero. Pronto, se van a dar cuenta de que ellas no están allí para participar de su celebración. Entonces, siendo extranjeras, que no turistas, el trato no puede ser el mismo. ¡Pero todos son bienvenidos en Abajadero!