La deportación y sus consecuencias
Por Sergio Díaz
Fotos: Jesús Ugalde
Esta maldita pandemia ha sepultado muchas cosas, la vida de una gran cantidad de gente lo primero, y luego, informativamente, muchos otros problemas que siguen ahí, que nunca se han ido, aunque no se haya hablado tanto de ellos en los medios. La violencia machista, Cataluña, la falta de recursos en un planeta que se agota, la gente que sigue buscando el sueño de tener una vida mejor… Y cuando la pandemia ya remite y nos hastía, el resto de noticias nos saltan todas a la cara de repente y nos pilla de sorpresa (¿?). Como ha sucedido con el ‘problema diplomático’ de Ceuta, que ya se puede volver a usar como arma arrojadiza por los brazos políticos.
La gente sigue huyendo de sus países cada día. A nuestras costas no han dejado de llegar -muchos se han quedado en el camino- seres humanos tratando de dejar atrás la miseria. Pero no nos importa, igual que no nos importa realmente lo de Ceuta, sólo repetimos como borregos los discursos xenófobos cargados de miedo que otros escriben para nosotros. Tomamos parte por unas ideas, por unos colores. No tomamos parte como seres humanos. “Que se queden en su país”, decimos.
Pero ¿qué pasa cuando ya están en su país y aun así les echan? Sobre esto es sobre lo que va esta obra escrita por Helena Tornero Brugués y dirigida por Ricard Soler, un montaje que reflexiona sobre la inmigración y lo que supone la deportación para las personas migrantes. Personas nacidas y criadas aquí, pero que un día reciben una carta en su casa diciéndoles que se tienen que marchar, pues sus orígenes están en otro lado. Su vida ya no puede seguir desarrollándose tal y como hasta ahora y les obligan a abandonar su hogar, lo único que conocen, para poner rumbo al que se supone que es el sitio donde deben estar, un lugar totalmente desconocido para ellos y ellas. Son cinco historias sobre lo que supone para una persona la deportación. Seguramente no nos importen sus vidas, si alguien lo ha decidido así bien estará, pero en estos casos siempre pienso en esas palabras de Niemöller que universalizó Brecht: “Ahora vienen por mí, pero ya es demasiado tarde”.