Eróstrato, un pastor de la Antigua Grecia, incendió el templo de Artemisa de Éfeso, considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo. Después de ser detenido, interrogado y torturado, acabó confesando la verdadera razón que lo había llevado a cometer aquel acto: pasar a la posteridad.
En este monólogo íntegramente en verso, lleno de sátira, juegos de palabras y metateatralidad, veremos cómo la fascinación del protagonista por la figura de Eróstrato se convierte progresivamente en una obsesión, hasta hacerlo cometer un crimen a la altura de su ídolo infame.
Saltando de un personaje a otro, el autor-intérprete se ríe de su propia megalomanía, invitándonos a reflexionar sobre el narcisismo imperante de nuestra época y el deseo intrínseco al ser humano de dejar huella; ya sea a través de una expresión artística, un oficio, una revolución o un acto criminal.