Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer
Fotos: Vanessa Rábade
Cuando me encontré con Àlex Rigola una mañana de agosto en un bar de Malasaña, todavía Lluis Pasqual no había presentado su dimisión como director del Teatre Lliure ni se había cursado la orden de detención de Willy Toledo por cagarse en dios, entre otras cosas. Aquella apacible mañana, como cualquiera de agosto en Madrid, era un espejismo de ciudad tranquila y ordenada, de mundo sosegado. Sobre la mesa, el tercer tomo de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust encima de un montón de folios manoseados que contenían la versión que el director catalán ha hecho de Un enemigo del pueblo de Ibsen, aquella obra que, a finales del siglo XIX, revolucionó la escena europea lanzando una duda -razonable o no- sobre el sufragio universal que estaba por llegar. Rigola, empeñado en jubilar para siempre la cuarta pared, abre la temporada en el Pavón Kamikaze con esta libérrima aproximación a la historia de Stockman y del balneario de las aguas contaminadas, para la que ha convertido el patio de butacas en un ágora donde se juega a poner en solfa el sistema democrático.
¿En busca del tiempo perdido eh? ¿Un empeño veraniego?
No es tan denso como dicen. Estoy decidido a terminarlo, aunque se acabe el verano y llegue el otoño.
A última hora le habéis añadido la palabra ‘ágora’ entre paréntesis al título de la función. ¿Por qué?
Desde hace un tiempo estoy buscando nuevas formas en mi teatro, que son más fáciles en una caja como sucedía en Vania, pero más difíciles de adaptar a espacios más grandes. Donde estoy trabajando últimamente es en la completa destrucción de la cuarta pared. Eso, en una pieza tan política como esta, me lleva a convertir el conflicto político en un debate, directamente con el público. Busco compartir el conflicto que tienen los personajes con el público.
Pero la trama de la obra está, ¿no?
Sí, está la trama y están los personajes principales. Están los baños y sus aguas contaminadas y hay que hacer algo. Hay 5 actores que cuentan la historia, centrándonos en la oposición al alcalde, en este caso alcaldesa, Irene Escolar.
Cambio significativo…
No tendría que serlo. Ella es Irene, Irene asumiendo un cierto rol de alcaldesa. Todos los actores son ellos mismos, una especie de narrador-juglar que defiende una posición. ¿Dónde terminan los personajes y empiezan las personas, los actores? La pieza para mí es sobre todo un debate interno que tiene cada uno consigo mismo: la ética frente a los intereses personales.
¿Es este debate lo que te hace elegir esta obra o de tu acercamiento a la obra nace el debate?
Para mí esa es la temática central de la pieza de Ibsen, porque al final lo más interesante son los conflictos que tenemos con nosotros mismos, también como espectadores cuando vemos algo que nos descoloca. En ese conflicto contigo mismo ya está lo potente, ya te toca escucharte. La ética es eso justamente, no solo tener conciencia de lo que es el bien y el mal, sino algo mucho más complicado: aplicarlo. Todos sabemos teorizar perfectamente, pero cuando estamos en el meollo, la cosa se complica y nos reconocemos todos no tomando posiciones claras.
¿Estas decisiones éticas varían según el grado de poder que tengas o el lugar que ocupes socialmente?
Depende de muchas cosas. La obra termina diciendo: “el hombre más poderoso del mundo es el que está más solo”. Al romper la cuarta pared en una pieza tan política y lanzar el debate al patio de butacas se refleja también la crisis que tenemos con el sistema. Sabemos que hay algo que no acaba de funcionar, que un sistema que parecía estar bajo el control de la ciudadanía no lo está realmente y parece que todos lo hemos aceptado. Curiosamente Ibsen acaba lanzando una pregunta muy bestia: ¿debemos votar todos? Es realmente una pregunta muy difícil de responder. Es muy tramposa y te pone en situaciones muy conflictivas, pero está bien que te pongan en esa situación como espectador.
¿Qué puede hacer entonces el público en esta función?
El público entrará en el debate, si quiere, y votará. Debemos decidir si Stockman es el enemigo del pueblo o no. El público no es el pueblo, desde luego, el público es público, y el que se congregue cada noche será el pueblecito reunido allí. Lo que sucede con las aguas contaminadas no es tan diferente a lo del puente de Génova. Hay cosas que nuestro cerebro no quiere creer cuando tiene según qué necesidades. Ves un maltrato en tu lugar de trabajo, pero no puedes permitirte perder el trabajo: ¿qué haces? ¿Eres cómplice de una situación porque la permites? Estas tensiones las vivimos todos a diario.
Como cuando oyes por el patio interior claramente a un tipo maltratando a su pareja…
De eso habla precisamente nuestro próximo espectáculo, Macho man, que estrenaremos en el festival Temporada Alta y vendrá luego a los Teatros del Canal. Se trata de responder a eso, ¿qué haces en una situación así? No es que le digamos a nadie en el espectáculo lo que tiene que hacer, pero es importante darle a las personas continuamente material para la reflexión.
Oye, ¿qué pasó con Willy Toledo?
Se cayó del montaje de forma natural. Tuvimos demasiada prisa en cerrar el reparto por cuestiones prácticas y yo no tenía terminada todavía la adaptación, y cuando la terminé le quedaba un personaje muy chiquito. No hubo realmente ningún problema, pero él dijo que no. Para mí hubiera sido muy interesante aún así, porque solo la mirada de Willy dentro del marco es ya muy potente. Ya tendremos otra ocasión, seguro.
¿Podemos decir que esta forma de hacer un clásico es ‘revolucionaria’? ¿Ha de ser forzosamente ‘revolucionaria’ la forma de hacer un clásico con un contenido político tan evidente? Al menos tu camino te ha traído hasta aquí después de tentativas siempre rompedoras como las de Santa Juana de los mataderos de Brecht o el Coriolano de Shakespeare…
No creo que sea una forma revolucionaria. Es más, yo no te puedo decir ni cómo se tiene que hacer un clásico ni cómo se hace el teatro, no tengo ni idea. Yo sé lo que me pasa a mí cuando voy a ver según qué espectáculos. Con la ficción en el cine no me sucede lo que en el teatro. Yo busco un territorio donde estar confortable en las artes escénicas y cada vez estoy más cómodo en la ficción-verdad. Eso de hacer cada noche como que es la primera vez y que el actor haga como que se sorprende, es ridículo. Al final lo único que haces es juzgar cómo hace un tipo lo que sabemos que repite cada noche. Yo prefiero exponer la cuestión: a ver, tengo un problema con esta señorita, me debe dinero y no quiere devolvérmelo, ¿qué hacemos? Eso es nuevo cada día, porque el actor se ve obligado a relacionarse con unos espectadores que son nuevos cada día. Estamos probando a ver qué tal funciona, que no es que sea lo más original del mundo, es simplemente mi forma de trabajar en este momento, esa relación directa con el espectador. Hay gente que prefiere lo otro. Cada vez nos van menos las tensiones éticas.
¿Pero no es menos teatro por abjurar de esa repetición, de esa convención?
No, esto son artes escénicas, son historias que suceden sobre un escenario, hay una intención, hay una acción.
Ética, poder… y libertad de expresión.
Censura o autocensura. Al final, esa libertad de expresión dependerá de lo que yo me quiera jugar o no. Yo sé que hay elementos externos que me van a juzgar según qué afirmaciones haga públicas. Todos hacemos actos éticos de vez en cuando, pero no estás toda la vida, aunque a pesar de ello hay un concepto de bien y de mal que te obliga, y eso es una tensión continua con la que convivimos. Qué controlo y qué no, si ahora ataco por aquí, a lo mejor pierdo la plaza de este teatro porque si digo lo que pienso se enfadarán…
¿Tiene que ver con la edad, con la experiencia? Porque imagino que uno se va quitando prejuicios y remilgos y recibes mejor todo lo que te pueda venir de vuelta por ser íntegro o consecuente con tus pensamientos y decisiones.
Yo no me hago el héroe, puedo tener actos éticos que crea que tengo que hacer, pero soy muy consciente de la otra posición que también tomo, la de cobarde, y como esto me crea conflictos, no voy a dejar de hablar de ello.
¿Estamos pensando en los Teatros del Canal?
Claro, pero por un Canal que haces, hay otros que no haces.
¿En qué medida ha crecido la autocensura frente a ese permiso que el anonimato otorga a los haters en las redes?
No, no, no es verdad, tú pones según qué tuit y tendrás difícil según qué situación, con un teatro, con una administración… el anonimato, claro, es otra cosa, es una forma de cobardía.
La ética, lo decíamos antes, también está muy presente en Macho man, tu próximo estreno, que tendrá su bautismo en el Festival Temporada Alta de Girona y se verá en Madrid el año que viene.
Esto nace, para ser honesto, de un proceso muy egoísta y es que yo tengo una hija y voy tomando conciencia del tema de la violencia de género y pienso que tengo que aportar mi granito de arena. Macho man es una instalación/espectáculo con una intención de empatizar con todas las víctimas potenciales de la violencia machista, es decir, con todas las mujeres. ¿Y cómo intentamos empatizar? Mostrando lo que hay, todo junto, que por separado igual no tiene la misma incidencia: por ejemplo, una noticia en un periódico, que la ves, haces una mueca de preocupación o de dolor, pero pasas la página y lees las últimas novedades sobre el Real Madrid. Y aquí hemos querido ser un poco conscientes de lo que pasa, y durante medio año nos hemos documentado mucho, nos hemos empeñado en recoger material y mirar cómo presentar este material. Te invitamos a hacer un viaje, un recorrido por 11 salas, tú vas con unos auriculares, con una guía, con la voz de una mujer que ha sufrido violencia machista, y te va diciendo un poco lo que hay en España, desde diversas formas de narración y con una relación con las salas diferentes cada vez, desde un análisis de unas pinturas de Boticcelli, que están en el Prado, hasta evidentemente casos de personas que han sufrido violencia machista. La intención es que cuando tú salgas de esas salas digas: hay que hacer algo. Evidentemente, yo no he violado a nadie, no he pegado a nadie, pero a parte de esto yo tengo que empezar a vigilar más, cada vez que haga una broma, cada vez que vaya a decir algo, ser conscientes de que tenemos que cambiar, tenemos que cambiar educacionalmente, y por suerte yo creo que lo estamos haciendo, en pequeños pasos. Por ejemplo, veo un control mucho más grande en los grupos de whatsapp que hace 2 años. Es un primer paso. Yo tengo 49 años, no tengo 20 añitos, y ver que en personas de mi edad está cambiando la forma de relacionarse es muy esperanzador, pero también los datos son brutales, pero brutales. ¿Tú sabes que la principal causa de muerte para una mujer embarazada es la violencia machista? ¿Tú sabes que la principal causa de muerte en el mundo de mujeres entre los 16 y 44 años es la violencia machista? O sea, la primera causa de muerte, entre los 16 y los 44 años, es porque las mata un hombre, es una bestialidad. Y no hablemos del acoso… porque como tú de entrada no lo haces… tú puedes hacer una broma, pero no lo haces, todo se mantiene muy en secreto, y el nivel de acoso que hay en espacios de trabajo es alucinante.
¿Qué opinión tienes sobre lo que ha sucedido con Lluis Pasqual?
Yo creo que en un teatro público cada 8 años tendría que cambiarse la persona que está dirigiendo, sobre todo en una ciudad de un millón y medio de habitantes. Creo que no se puede eternizar nadie en un puesto público, sea el que sea, sobre todo aquí con los recursos que tenemos.
Ya, pero hablabas del nivel de acoso en los espacios de trabajo y la «denuncia» de Andrea Ros iba por ahí respecto a Pasqual…
Sobre esto prefiero no expresar mi opinión públicamente de momento.
Volvamos, entonces, al enemigo del pueblo…
Yo es que desde hace tiempo estoy empeñado en querer presentar más a personas que personajes, me interesa más que estén ellos contando esta historia que ellos viviendo personajes encima del escenario. Ellos son ellos, se llaman como se llaman ellos, vienen con la ropa de casa.
La ambición de hacer que el público sea activo es algo que se viene intentando en las dramaturgias contemporáneas desde hace mucho, pero hay experiencias como las de Roger Bernat o Rimini Protokoll donde no es que el público sea activo, es que sin el concurso del público no hay espectáculo. ¿Estás en esa línea?
Estamos en un terreno intermedio, porque sí que se te cuenta una historia, hay una ficción que ejemplifica las cosas de las que se te quiere hablar.
¿Esto es una tendencia o una forma más de hacer teatro? ¿Es sinónimo de vanguardia o está plenamente asumida?
Es una forma más. Pero yo no te lo puedo decir con rotundidad, esto tendréis con los años que analizarlo vosotros, los que analizáis, los que estudiáis el teatro. En el caso de Macho Man por ejemplo, en el fondo, no es una instalación, porque el viaje dramatúrgico que se hace emocionalmente es mucho más parecido a una obra de teatro que a una instalación de artes plásticas con la que no tiene nada que ver. En las instalaciones de artes plásticas normalmente tú tienes una relación formal y conceptual, aquí no, aquí en Macho man tú vives experiencias, lo único que no hay actores en vivo, pero hay personas con las que tú hablas y te relacionas también dentro del espacio y acabas haciendo un viaje emocional, documental, en grupos de 6, y eso es importante, porque esto te aísla. Hay un grupo de 6 personas que entra cada 8 minutos.
En Un enemigo del pueblo, en cambio, hay unas personas que están defendiendo unas posiciones y hay una parte de público que va a ser importante, hay un debate que hay que abrir al público. Y por eso se ha metido la palabra ágora, porque el público tiene una participación, sin tener que hacer nada, no tiene que subir al escenario a hacer nada, está sentado y tiene la oportunidad de opinar, de debatir sobre lo que está sucediendo, de ese caso concreto, y nuestro interés es presionar para que esta idea -que creo que no queremos mirarla a la cara-, se pueda poner sobre la mesa: ¿debemos votar todos o no? Yo no quiero mirarla, y aquí me he tenido que enfrentar a ella, y lo que he hecho es que cuando todos los actores tenían la tendencia de tomar una posición yo tomaba la contraria y cuando empezaban a estar convencidos de la contraria yo volvía a la primera y les decía: ¡No! ¿Cómo vas a dejar a la gente sin votar?
De lo único que estoy seguro a estas alturas es de que tienen que cambiar algunas reglas democráticas, algunas reglas del juego democrático tienen que cambiar, porque exceptuando casos, está todo controladísimo, y es como si todo el sistema funcionara a pesar de eso… Y lo que pasa por debajo… oye, que quieren derogar la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo. Y mientras todos nos estamos cagando en eso, por debajo te meten otra ley neoliberal que te destroza el tipo de relación con el comerciante del barrio a favor de las grandes superficies… y ni te has dado cuenta. Y de repente un día vas paseando por un barrio y dices, joder, antes aquí había tiendas y están todas cerradas, solo está el pakistaní que está dispuesto a trabajar como un esclavo 12-14 horas los 365 días del año, y todos miramos para otro lado. Si vas a las 8 de la mañana está y si vas a las 10 de la noche, está, y eso está prohibido, pero no hacemos nada, incluso nos viene bien, porque está el domingo abierto, todos los días la misma señora, el mismo tipo… y así va todo.
Teatro Pavón Kamikaze
Del 5 de septiembre al 7 de octubre