Un muchacho vuelve del extranjero para asistir al entierro de su madre, de quien vivía lejado y a la que realmente nunca conoció. Ni su padre, ni su tío, ni el último amor de su madre son capaces de dar una respuesta que alivie su vacío.
Ninguno de ellos parece estar dispuesto a despejar la niebla de cenizas en la que su vida está sumergida. Nuestros recuerdos se almacenan separados unos de otros. Vuelven a nuestra memoria de manera aleatoria y sin orden ni concierto aparente. Necesitamos organizarlos y objetivarlos para comprender. Pero, ¿cómo hacerlo?