Álex Ortín y tú presentasteis ya en 2019 una obra de título parecido, ¿se trata de la misma obra?
Es otra obra completamente diferente. En el año 2019, Alex Ortín y yo escribimos el texto de un espectáculo que se llamaba Mosuo O No Mosuo, que participó en la muestra de Surge. Era un espectáculo básicamente más coreográfico, y había dos momentos en los que aparecían dos de los personajes que ahora hemos desarrollado, pero con una dramaturgia y una historia completamente diferente. El origen de Aberrantes es ese espectáculo del 2019, pero realmente ha cambiado mucho la historia. Nos gustaron mucho los personajes originales y presentamos un proyecto al programa Nuevas Dramaturgias Arte Eszenikoak, que organizan los tres principales teatros del País Vasco, y allí creamos una historia sólo de estos personajes. Una historia que no tenía nada de elementos coreográficos, de danza, sino que era una historia teatral.
¿Estos personajes tan peculiares tienen algo de vosotros?
A pesar de que los personajes originales no son de nuestra vida personal, sí que hay situaciones similares. Algunos detalles tienen que ver con experiencias cercanas a nosotros. No la trata de personas ni el tráfico de órganos, quiero aclarar, pero más allá de que esta familia se dedique a lo delictivo, no deja de ser una familia, ¿no? En todas las familias pasan cosas que sirven de inspiración, así que en la obra hay situaciones reales que han sido modificadas.
Un tema presente en la obra es esa idea de que la cuna define tu futuro. ¿Cómo crees que habría sido tu vida si la hubiesen decidido tus orígenes?
Yo creo que influyen muchísimo las circunstancias en las que uno nazca, y en las que lo críen y lo eduquen. Yo vengo de Buenos Aires, me fui de Argentina en un momento en el que había una crisis social muy grande, y creo que eso también marca lo que escribo. Fui con Álex a Argentina, conoció de dónde vengo y allí hay lugares donde la marginalidad no está tan oculta, sino que está más a flor de piel, está en el día a día, es más cotidiana. Ves alrededor a personas que ya no tienen nada que perder, es una sensación de desasosiego. Creo que eso me influye. Si hubiera nacido en España, igual escribiría otro tipo de teatro.
¿Un público argentino percibiría de la misma forma una obra sobre una familia de traficantes?
Es muy buena pregunta porque creo que no. En la segunda función que hicimos la gente se rio muchísimo, porque percibo que, aunque tenemos situaciones de marginalidad en España, no las tenemos tan cerca. No vivimos codo a codo con ello todo el rato, y eso nos permite relajarnos, distanciarnos de la situación y verla desde fuera. Yo decía: “¿cómo se ríe la gente de todas estas cosas que son muy fuertes?”. En Argentina, el hecho de que la gente lo tenga más cercano hace que conecte de forma más realista y emocional. A nivel más tragicómico que cómico o grotesco, como lo ven aquí. El público varía mucho.
Aberrantes mezcla la comedia con una especie de tragedia griega, ese destino inevitable que recuerda a Edipo. ¿De dónde viene ese tinte trágico en vuestras obras?
Uno de los primeros maestros que tuve fue Wadji Mouawad. Cuando vi la película Incendies, me atravesó el alma e inmediatamente lo ‘googleé’. Así que cuando él vino a España a impartir un taller sobre su proceso creativo en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, fui a pedir una beca porque no tenía un duro. Me la dieron y él fue una de mis primeras referencias. No imaginaba que la tragedia griega podía ser tan contemporánea a la vez: a veces creemos que hemos evolucionado en muchas cosas, pero una parte de nosotros se mantiene intacta, arqueológicamente bien mantenida.
Sobre los personajes en general, ¿ese sentimiento de no pertenencia lo comparten todos por igual?
Creo que por igual no. Los que están más nivelados son los personajes que interpretamos Álex y yo, Macario y Frígida, y en otro nivel pondría a los abuelos, Facundo y Socorro Auxilio. Y creo que Bebé es el elemento fluctuante. A veces se deja influenciar por la abuela, que lo quiere sacar de ese seno familiar tan tóxico, pero otras veces se inclina a seguir su destino con el negocio familiar. El vínculo que lo une a sus padres es esa sensación de dar la talla, hacer lo que esperan de ti, y creo que todos hemos sentido eso en algún momento. Bebé tiene un viaje muy grande y es el que termina más manchado, porque los otros personajes ya estaban manchados desde el principio. Él hace un giro enorme.
En la obra interpretas a la madre, Frígida. ¿Por qué era necesario que los Aberrante fuera una familia absolutamente matriarcal?
En otras obras ya intentamos un enfoque feminista, en el sentido de que los personajes femeninos no son siempre los que están sufriendo, las víctimas, sino que pueden ser personajes con poder. Y como cualquier ser humano, la gestión del poder es algo que Frígida no lleva bien. Ella viene de una familia con una madre ausente, un pasado hostil que luego se revela de forma rocambolesca. En definitiva fue una decisión, no sé si cien por cien consciente, pero si noventa por ciento, de darle a los personajes femeninos mucha personalidad. Demostrar que también pueden tener mala hostia, que pueden ser agresivos. Salir del estereotipo.
Bebé, por otro lado, es un personaje no binario. ¿De dónde viene esa decisión de incluir el colectivo?
Queríamos representar algo que les pasa a las niñas, niños y niñes de hoy en día, que ya no están encerrados en el estereotipo de género. Sus roles son mucho más fluctuantes, moldeables, no tienen ese peso que nuestra generación o las anteriores vivieron. Sigue habiendo situaciones de bullying al respecto, pero estoy agradecida de que en general puedan vivir su sexualidad y su identificación de una forma mucho más libre que lo que vivimos nosotros. Por eso creímos importante que apareciera en la obra una persona no binaria como Bebé, que de hecho no tiene un nombre ni masculino ni femenino, es solo Bebé.
El nombre Aberrante hace referencia a algo que se desvía de lo convencional, ¿el resto de los nombres de la familia también esconden un significado especial?
Sí, hemos hecho un poco una fusión de árbol genealógico con nombres ficticios de películas y libros que conocemos, lo hemos metido en una Minipimer y han salido estos nombres. Con Socorro Auxilio, por ejemplo, jugamos mucho con el humor porque ella no se llama así. Lo que pasa con su historia es que es muy grotesca, ella llega a España sin hablar castellano y lo único que sabe decir es: “¡Socorro, auxilio!” para pedir ayuda en el convento. Quisimos dar un toque de humor porque todo lo que le pasa a esta familia es tan fuerte que, sin humor, la obra iba a ser demasiado intensa. La comedia aliviana un poco el bagaje emocional de los personajes, para que el espectáculo fuera más fluido y entretenido.
¿Y cómo habéis hecho funcionar ese humor para mostrar un entorno familiar hostil sin que resultase insensible?, ¿o jugáis con esa insensibilidad?
Yo creo que la gente empatiza con los personajes, empatiza con la historia: aunque evidentemente sea una familia muy marginal, te das cuenta de que siguen siendo seres humanos. Y con esta parte grotesca que tiene la obra la gente se ríe, pero les queda esa sensación agridulce que buscábamos. Nos llegan mensajes de gente que vio la obra y me dicen: “Guau, me reí de esto, pero ahora me habéis dejado pensando”. Eso para nosotros es un regalo, porque es una forma de llegar al público muy interesante y bonita a la vez.
Hay una expresión que dice “La sangre es más espesa que el agua”, y viene a decir que los lazos familiares son más importantes que cualquier otra relación que podamos construir después a lo largo de nuestra vida. ¿Estás de acuerdo con eso?
Creo que sí es muy importante y tiene mucho peso la situación familiar, pero también uno a lo largo de su vida genera vínculos muy potentes con personas que, en cierto modo, decides que sean tu familia. A mí me pasa con mi pareja, me pasa con mi gato, con mis amigas, amigos y amigues que son mi familia aquí. Porque mi familia de sangre la tengo a 11000 kilómetros de distancia, pero me siento acompañada.
Aúpa Teatro es una compañía que se define también por dar mucha importancia al cuerpo, a la danza, tú misma eres acróbata. ¿Es algo que vemos en Aberrantes?
Sí, en esta obra menos. Pero cuando Álex se integró en Aúpa Teatro en 2018 estábamos con una coreógrafa y bailarina, Martina Belloni, y también hicimos dos espectáculos en los que el cuerpo era muy, muy presente, tenía elementos coreográficos que eran fundamentales para la pieza. En Aberrantes no es tan principal, pero sigue estando ahí. Mi personaje se sube a una mesa, salta, arrastra cosas. A mí la gestualidad, lo corporal, siempre me ha llamado la atención y tenía que estar ahí. Rehúyo completamente el quedarme colocada en un lugar del espacio y echar ahí toda la frase. Hay una escena de ballet en la que teníamos muchas ganas de hacer algo coreográfico muy humorístico: nuestras coreografías suelen tener mucho contenido emocional, lectura entre líneas, y coreografía con humor era algo que no habíamos hecho antes. Usar el cuerpo para hacer reír.
La última obra que habéis hecho en la compañía era A Gustico, y era más comedia pura. Con Aberrantes ¿estáis investigando nuevos frentes?
Sí, nos metimos a saco con A Gustico, una especie de comedia de enredo inspirada en Como Gustéis de Shakespeare. Una sala alternativa organizó un certamen y eligieron el proyecto, pero con la pandemia se cayó todo. Álex y yo, encerrados en casa, dijimos “Vamos a escribirlo juntos, no sabemos qué pasará después de la pandemia pero vamos a sacarla adelante”. Nos lo pasamos muy bien escribiendo comedia juntos, pero esta vez quisimos ir un poquito más allá. Y experimentar los géneros no tan puros, porque Aberrantes es una comedia que puede ser grotesca, tragicómica y comedia negra a la vez, todo junto. Y tengo que confesar que es más difícil que los ingredientes estén en su justa medida. Ha sido más desafiante que escribir A gustico, porque tenía más matices.
¿Cómo ha sido el proceso de compartir dramaturgia y también actuación con tu compañero Álex Ortín?
Muy intenso. Creo que lo bueno que tenemos Álex y yo cuando trabajamos juntos es que tenemos cosas diferentes que aportar, que son complementarias. Si los dos tuviéramos exactamente la misma línea, nuestras obras serían más planas, ¿no? Él aporta desde un lugar y yo aporto desde el otro. Y entonces se crea algo diferente que por nosotros mismos no hubiéramos hecho, sino que es único e irrepetible porque la hemos escrito juntos. Eso es lo bonito. Y en escena disfrutamos mucho, es una locura. Al final es un continuo toma y daca por ver quien da el brazo a torcer, y nunca nos aburrimos.
¿Cómo encaja Aberrantes en este programa vasco de nuevas dramaturgias?
El proceso de escritura varió muchísimo gracias al programa. Tuvimos tres laboratorios en los que quedábamos presencialmente, en Bilbao, Donosti y Vitoria. Y cada vez que volvíamos de uno yo decía: “Álex, tío, tenemos que reescribir todo de nuevo”. Nos ponían en la tesitura de desarmar un montón de cosas y sacarte todo el rato de tu zona de confort, porque siempre tendemos a instalarnos donde estamos más cómodos. En ese laboratorio eso no valía, y la obra habría sido muy diferente si no hubiéramos tenido la mirada de otros compañeros, como por ejemplo Paco Gámez. Generalmente escribir es algo solitario y esa experiencia fue más colectiva, y me resultó muy enriquecedora.
¿Qué sensación pretendíais dejar en el espectador que sale de ver Aberrantes?
Hubo gente que salió muy excitada, había vivido sensaciones tan diferentes e intensas que les dio un subidón. Y luego hubo otras personas que dijeron: “Yo todavía necesito un par de horas para digerir todo lo que acabo de ver”. Son muy diferentes las sensaciones dependiendo de la persona. Yo creo que Aberrantes es un viaje emocional, que despega, sube, baja, tiene momento de meseta y momentos de pico. Y eso es lo que estábamos buscando, que no fuera previsible.
En una obra de pequeño formato es muy difícil mantener la continuidad y tener más de tres funciones contadas. ¿Cómo os sentís por haber conseguido tenerla en cartel hasta abril?
Sí, vamos hemos estado todo el mes de febrero en La Usina, espacio en el que seguimos también en marzo. Y en abril vamos a la sala Bululú 2120 porque ambos espacios ya han trabajado con Aúpa Teatro. Les gusta lo que hacemos y nos han dado ese voto de confianza de permanecer tres meses, en los que se da tiempo para que la obra respire y se genere boca a boca. También nos acaban de confirmar una función en el auditorio de Tarancón. Gracias al apoyo de todo el equipo sí le veo un futuro prometedor a la obra. La estamos moviendo para poder sacarla de Madrid, así que va a haber novedades de Aberrantes pronto.
¿Tenéis algún otro proyecto en marcha?
En Aúpa Teatro siempre estamos con otras cositas en mente. De hecho, ahora hay un festival que quiere que hagamos dos de nuestras piezas cortas, que giran en torno a la temática de la mujer, y un posterior coloquio con el público. Acabamos de estar también en el Centro Cultural Príncipe de Asturias con otra pieza corta que tenemos, Con el brillo de tu sombra, que habla del abuso de las nuevas tecnologías y nuestra relación con las redes sociales. Y también hay un proyecto coreográfico que se llama Ansia. Hay muchas cositas que tenemos ahí presentes, pero este año queremos darle mucha energía a Aberrantes para darle un largo recorrido.