Fotos: Xose Roi Martinez
¿Cómo surge La Ferviente compañía? Imagino que Grumelot ha tenido mucho que ver…
Adrián Pulido: Nosotras siete (Carolina Neka, Leyre Morlán, Reyes García, Mara Llares, Carmen Adrados, Tony Galán y yo) nos conocimos en un proceso de formación aquí en Nave 73 con Grumelot. Carlota e Iñigo son papá y mamá para nosotros en lo que a las Artes Escénicas se refiere. Son las aguas de las que hemos bebido y los que nos han inspirado. Yo había estado primero en William Layton, que llegué allí sin tener ni idea de nada, porque yo vengo de Segovia. Y ya asentado en Madrid fui conociendo gente relacionada con la danza y el teatro que me recomendaron venir a estudiar con Grumelot y fue todo un acierto.
Carmen Adrados: A mí también me hablaron de Grumelot. Yo estaba estudiando con Iñaki Aierra y necesitaba ampliar mis horizontes, así que me vine aquí y ha sido una experiencia increíble.
Tony Galán: Yo me formé en Work in progress, una escuela maravillosa también pero que está más enfocada al trabajo profesional de actor y a mí me apetecía indagar más en la creación. Yo había visto algunos trabajos de Grumelot que eran muestras de alumnos y yo no me podía creer que eso fueran trabajos de estudiantes, pero me parecía increíble. Así que me incorporé a sus clases y aquí fue donde nos conocimos. Y de esas clases, la compañía se fue formando de manera natural, por afinidades, gustos y lenguajes compartidos. Pero sobre todo La Ferviente compañía se ha formado gracias al cariño y al amor que nos tenemos todas aquí. Cuando salimos de Grumelot repusimos Santa Juana de los Mataderos, un trabajo que habíamos hecho en clase. Fue como nuestro primer vuelo fuera del nido y ahí vimos que podíamos ser capaces y que queríamos hacerlo… y aquí estamos, tirando hacia delante para crear.
Al hilo de lo que dices, al hablar de una escuela que indaga más en la creación, ¿me puedes explicar las diferencias con una escuela más enfocada en el trabajo de actor?
T. G.: Digamos que hay escuelas que van más enfocadas a ejecutar lo que se espera de ti en el mercado laboral como intérprete. Son escuelas que enseñan a enfrentarte a un casting, a hacerte materiales, a resolver escenas de manera que puedan resultar interesantes. Mientras que una escuela como Grumelot fomenta la creatividad porque te coloca en una posición de creador desde el principio. Desde el inicio tú tienes que presentar piezas pensando en todos los pasos creativos que hay que dar. Es buscar nuestras distintas formas de expresión creativa.
¿Todos los que estáis en esta escuela estáis entonces trabajando todas estas disciplinas?
C. A.: Así es. Es todo mucho más multidisciplinar.
¿Y todos tenéis todas esas inquietudes?
C. A.: Sí, en un principio es así, luego ya iremos viendo cómo la vida nos va desarrollando y en qué faceta nos especializamos, si es que lo hacemos. Ahora nos pasa que como compañía abordamos la creación desde ahí, todos tenemos esa pulsión de participar en todos los procesos, pero es verdad que por ejemplo, en El banquete, pues Adri y Tony han adoptado el rol de dirigir y escribir.
T. G.: Pero irá fluctuando, según los procesos iremos viendo qué roles adoptamos cada una de nosotras. No siempre te apetece estar en el frente creativo, a veces querrás estar en otro lugar dentro del proyecto e iremos viendo de forma natural cómo va surgiendo y cómo van fluctuando nuestros intereses.
A. P.: Por eso la formación que hemos tenido es tan importante. Que nos veamos legitimados, como yo en mi caso que he dirigido El banquete, pues es importante porque yo nunca había pensado que me iba a lanzar a hacer una cosa así. Tienes un poco síndrome del impostor, porque en realidad yo soy actor, empecé en esto para ser actor y ahora, en este proceso formativo con Grumelot, siento que puedo dirigir una obra como esta y eso es también gracias al trabajo y a la ayuda del resto de la compañía. Hacerlo entre todas es un bálsamo que te ayuda a afrontar este proceso con más tranquilidad.
¿Qué lenguaje vehicular hace que surja esa unión entre las siete para ponerse a trabajar? ¿Qué os interpela? Más allá de ese cariño al que habéis hecho alusión.
T. G.: ¿No va un poco de la mano la complicidad humana con la complicidad creativa? No sé, yo creo que cuando te llevas mejor vibras en una frecuencia similar y como que es más fácil proponer y se aceptan o se rechazan las propuestas con más libertad y nadie se siente herido. Yo creo que lo principal es la complicidad humana que tenemos. De ahí surge todo lo demás.
C. A.: Al principio empezamos a quedar para tomar unas cervezas y hablar de nuestras cosas, de las cosas que nos inquietaban. Luego ya empezamos a poner una grabadora sobre la mesa, como la que tienes tú, para ir viendo si de esas cosas que decíamos había algo interesante sobre lo que poder trabajar. En esas reuniones nos sentíamos en sintonía, tanto a nivel personal como artístico. También tiene que ver con el momento de la vida que estamos viviendo. Yo siento que somos de una generación parecida, con angustias compartidas y eso provoca esta unión para afrontar la vida.
A. P.: Y esto solo se puede hacer a través de lo colectivo. Yo creo que es la única manera de hacerlo.
T. G.: Pero lo que prima es el deseo de trabajar juntas. No sabemos muy bien lo que queremos hacer, pero queremos hacerlo juntas.
A. P.: Siendo nuestra generación mucho más individualista que la de nuestros padres, en la manera en que entendemos el triunfo y la vida, en la que lo único que importa es el yo, los jóvenes nos enfrentamos a situaciones más precarias que por ejemplo nuestros padres, me refiero a nivel estructural. Es una precariedad estructural, tenemos muchas más cosas materiales que ellos, pero nos cuesta tener trabajos fijos, buenos salarios, acceso a la vivienda… y en el ámbito teatral la precariedad es mucho mayor incluso, así que yo creo que o nos unimos para trabajar y sacar las cosas adelante o no hacemos nada.
Y este camino ya propio comienza con El banquete como habéis comentado. ¿De dónde nace esta pulsión con Platón?
T. G.: Pues voy a decirte que Platón nos escogió a nosotros (risas), así sin tópico ni nada. Platón ha bajado del mundo de las ideas para tocarnos con su dedo a La Ferviente compañía (más risas). Ya en serio, al principio cuando estábamos un poco perdidas y no sabíamos qué hacer, una de las propuestas que yo hice al grupo fue que leyéramos la obra El banquete de Platón. Lo propuse por el tema que estábamos investigando en ese momento, porque también eran como siete personajes principales, igual que la compañía, porque es un texto muy jugoso… y poco a poco fue calando y se fue asentando. Y cuando nos dimos cuenta de que lo que nos atravesaba a todas era el tema del legado, de cómo se construye un legado, de lo que vamos a dejar de nosotras a las generaciones futuras, de qué es lo que nos queda de generaciones pasadas… era muy interesante comprobar cómo la palabra de Platón, que es un personaje que vivió hace más de 2000 años, se haya mantenido casi íntegra y que hoy podamos leer sus pensamientos porque éstos se han ido transmitiendo de generación en generación. Y más sorprendente que eso es que podamos conocer los pensamientos de Sócrates que fue un hombre que no dejó ni una palabra escrita y que sin embargo, toda su filosofía haya sobrevivido hasta nuestros días. ¿Cómo es posible que eso haya sobrevivido y que de La Ferviente compañía en unos años no se acuerde nadie? Ese misticismo de la figura de Sócrates, de cómo tuvo que ser de carismático para que a día de hoy conozcamos su vida al detalle y esta inquietud nuestra por saber qué va a quedar de nosotras era lo que nos interpelaba y por eso El banquete.
Y sin embargo, El banquete es el primer tratado escrito sobre el amor y la belleza. Unos chavales jóvenes como vosotros que estáis en plenitud física y que aún tenéis un largo camino por recorrer, es curioso que os hayáis ido más por el tema del legado que por el del amor.
A. P.: Sí que nos atraviesa el tema del amor, por supuesto, y es muy difícil escapar de un tema así y al final hables de lo que hables la obra llegará a eso en algún punto, pero yo creo que no es coincidencia que nuestro primer espectáculo como compañía tenga que ver con el legado y sobre cuál es nuestra voz y sobre lo que queremos dejar aquí. Yo creo que todas las compañías que comienzan tienen el impulso y las ganas de ser vistos y de poner su propia voz en escena. Son las ganas de proyectarnos en el futuro las que nos han llevado por aquí, algo que no sucedió de forma consciente, fue surgiendo en nuestras conversaciones, pero creo que no es coincidencia.
T. G.: Es bonito lo que dice Adri de que no fue consciente, porque tras haber estrenado El banquete en exlímite, ahora volvemos con él a Nave 73 y nos damos cuenta de todas las capas que tiene, de todos los hilos que lanzamos para que el público tire de ellos, cómo nos toca a todas en puntos que ni sospechábamos. Va a ser bonito volver a enfrentarse a la obra con esta nueva consciencia sobre la obra.
¿Entiendo entonces que ha cambiado algo sino en la obra sí quizás en vosotras desde que comenzó este viaje?
C. A.: Seguro, y será algo que iremos viendo más nítidamente cuando nos volvamos a meter en ella, cuando asumamos los roles que nos propone la obra entenderemos mejor qué conflicto tengo yo ahora con las cosas que estoy planteando desde mi personaje, ¿es el mismo que tenía cuando la empecé a hacer? Tenemos muchas ganas de retomarla, porque es una obra ya armada pero ahora nos acercamos a ella desde otro lugar, desde la perspectiva del tiempo que ha pasado desde que comenzamos.
A. P.: El banquete al fin y al cabo va de eso todo el rato, en nuestra propuesta quiero decir. En el dispositivo planteado es cómo eran las cosas, de qué manera puedo ser fiel a cómo sucedieron los acontecimientos en un momento dado, en este caso queremos reconstruir cómo fue la obra de Platón y ser fieles a ella, de hecho, algo que desarrollamos mucho en nuestra obra es la repetición para ser cada vez más fieles a las palabras de Apolodoro que es el personaje que interprete Tony.
C. A.: Tony, que a su vez el autor, así que todo el rato se está retroalimentando.
T. G.: Metateatro elevado al cubo (risas).
A. P.: Y este mecanismo es lo verdaderamente teatral, porque si en una semana tienes que hacer seis funciones de la misma obra repites lo mismo en esas seis funciones. El teatro es repetición al fin y al cabo. Y si todo eso lo concentras en una sola función y vas pasando por los mismos puntos una y otra vez para que podamos ir recordando juntas cómo eran las cosas estás evidenciando el acto teatral, yo creo. Como decía Fernanda Orazi, otro referente para nosotras, “qué suerte ser intérpretes porque podemos repetir las cosas todo el rato y lo podemos hacer sin aburrirnos, podemos divertirnos en eso. Cada vez que repito algo le gano un tantito a la vida” (risas). Y El banquete va un poco de eso.
Sois fieles al espíritu clásico, ¿pero cuánto lo habéis subvertido?
T. G.: Somos fieles al espíritu de la obra en el sentido del dispositivo que plantea El banquete de Platón, pero no tanto a los temas como ya hemos comentado. Sí que nos interesa el amor y la belleza, pero pensamos que la estructura de la obra nos podía servir para esas otras cosas que nos interpelaban más. Así que lo que hemos hecho es adentrarnos en El banquete de Platón pero a la manera de un ‘culebrón’, apelando más al ‘salseo’ de los personajes de la obra.
¿Pero eso no es La isla de las Tentaciones o cualquier artefacto de esos?
T. G.: Eso es, es la vida misma (risas). El texto de Platón es filosófico y eso llevarlo a escena es complicado.
C. A.: Es muy discursivo y sería muy aburrido llevarlo tal cual a escena.
T. G.: Para darle más vidilla a la obra nos hemos adentrado en la vida privada de los personajes y aprovechar un dispositivo que tiene El banquete de Platón, que fue el gran filón que descubrimos, que es que la obra está contada por un tipo que no estuvo en ese banquete. Todo un clásico de la literatura universal lo narra una persona que no estuvo presente y a la que se lo han contado y eso da lugar a muchas capas con las que elucubrar y jugar a ir descubriendo cosas.
¿Sois los mismos personajes que en la obra original? Aunque en ella todos eran hombres…
T. G.: No, no somos todos los que había en El banquete original.
C. A.: Aunque hay que decir que usamos al público para completar la mesa del banquete y todos los personajes que realmente conforman la obra original.
¿Y habéis reelaborado también sus discursos?
T. G.: Es que sabe muy poco de esos personajes que estuvieron en El banquete. Agatón, por ejemplo, que fue una superestrella de la época, un tipo que ganó alguno de los certámenes literarios más potentes hoy apenas sabemos nada. De Alcibíades se sabe algo más, pero solo a través de lo que dijeron de él sus enemigos, entonces el margen de reelaboración es inmenso. No pretendemos tampoco hacer una recreación histórica, son unos personajes en un banquete en un lugar del tiempo indefinido pero muy contemporáneo, al final las conversaciones que tienen son muy de hoy, sus inquietudes son nuestras inquietudes… así que es pura elaboración nuestra sobre los anclajes del texto clásico.
Estaba pensando que alguien como María Pombo sí que terminará trascendiendo y muchas otras personas mucho más interesantes se quedarán en el camino.
A. P.: Pero es que Sócrates, Alcibíades, Agatón, Aristófanes… todos estos eran los pijos de la época, eran los ‘María Pombo’ de la época. Eran gente con tantos privilegios que podían sentarse todo el día a beber vino y a pensar en las cosas de la vida. Si hubieran sido pobres no podrían haber hecho eso, así que la cosa no ha cambiado tanto.
(Interviene Amanda H. C. jefa de prensa de la compañía)
Amanda H. C.: María Pombo, ven a ver El banquete, por favor (risas).
Vamos a ver si reconducimos después de este gran momento. Esta misma maravillosa voz en off que ha aparecido por aquí me ha soplado que estáis enamorados del trabajo que ha hecho Pablo Chaves.
A. P.: ¿Cómo no enamorarse del trabajo de Pablo? Pablo es amigo y referente absoluto y siempre ha estado pendiente de nuestro trabajo. Cuando hicimos el ‘work in progress’ en exlímite él vino a verlo, le gustó mucho lo que estábamos haciendo y nos propuso hacer algo para la escenografía. Y eso fue un regalo increíble para nosotros. ¿Cómo no íbamos a querer trabajar con Pablo? Pero no sólo ahora, sino para todas las que hagamos en adelante. Y nada, empezamos a pensar cómo podía ser. Él ya tenía una idea sobre la que trabajar, le interesaba mucho todo el dispositivo de los discursos que tienen lugar en la obra, lo de que alguien esté hablando durante largo tiempo y que haya mucha gente escuchando. Y se nos venían a la cabeza imágenes de la Alemania nazi, con esos discursos enfervorecidos de tan triste recuerdo que han quedado para la Historia. Y el rojo es el color predominante de nuestra escenografía y ha creado una propuesta maravillosa que ha elevado a la obra muchísimo.
C. A.: Al principio, cuando empezamos a ensayar con la escenografía puesta, nos intimidaba incluso, era como si no fuésemos a estar a la altura del enorme trabajo que había hecho Pablo Chaves, que es sobrecogedor. Yo me sentía que tenía que estar a la altura de todo eso que tenía alrededor. Es impresionante, la verdad.
Amanda, ya que estamos hablando de esas ideas que os ha sugerido la estética de la obra, ¿quieres aprovechar para invitar a Ortega-Smith?
Amanda H. C.: no, no, no, no… bueno, si tiene que ir que vaya, pero a liarla y con la tele detrás, como le gusta (risas).
A. P.: Le sentamos en la mesa, claro, y le damos de beber y de comer.
¿Qué papel tiene el público en esto entonces?
A. P.: Pues hay cuatro personas del público que se sientan a la mesa, como ya hemos comentado antes. Se sientan como comensales y de espaldas al público, es como una primera fila más adelantada a la primera fila de grada. Les vestimos también con unas túnicas para que vayan acorde a la estética de la obra, les damos de comer y de beber, porque esto es un ágape escénico al fin y al cabo.
T. G.: En cada función hay cuatro entradas distintas que se compran aparte digamos y que es como entrada con consumición, así que es el propio público el que elige formar parte de El banquete, no lo elegimos nosotros.
Estando aquí también Amanda y hablando de todo esto, no puedo dejar de unir puntos con [los números imaginarios] (Amanda H. C. también es la jefa de prensa de la compañía comandada por Carlos Tuñón)
T. G.: El trabajo como colectivo de esta compañía es un gran referente para nosotras también. Es una maravilla lo que consiguen en cada propuesta y ojalá pudiéramos llegar a ese nivel de horizontalidad nosotras también, de equipos inmensos trabajando al alimón, de un espíritu unificado para cada proyecto, pero lograr a su vez que cada proyecto sea único y distinto… es una maravilla de gente la verdad. Y tanto es así que yo me estoy formando con Carlos Tuñón también.
C. A.: Estás en el camino, Tony.
Hay una frase que ponéis en el dossier que me gustaría que me la explicarais, si puede ser. ¿Qué resulta de atravesar esta obra casi mítica con nuevas inquietudes, nuevas dinámicas de género y nuevas contradicciones? Es una frase muy chula, pero hay que saberla explicar por si algún idiota os la pregunta en alguna entrevista.
T. G.: Es que hay que ser muy idiota para hacernos esa pregunta (risas).
C. A.: Y para ponerla en el dossier también (más risas).
Adrián Pulido: Realmente, lo que planteamos con esa pregunta es la pregunta en sí misma, más que querer dar una respuesta. En El banquete habitamos mucho la pregunta de qué resulta de hacer algo como lo que estamos haciendo, qué resulta por apostar por el teatro clásico, qué resulta de pervertirlo o de adaptarlo. Incluso también qué resulta de nosotros como compañía, una compañía emergente en la que hay cinco mujeres y dos hombres y seamos los hombres los que estemos en primera línea como dramaturgo y director y no las mujeres…
Yo también he pensado en eso cuando me preparaba la entrevista.
C. A.: Es que es para pensarlo.
A. P.: Y nosotros también lo hemos debatido mucho y nos ha generado conflicto, pero al final nos hemos relajado, al final la obra no va de eso, pero tampoco podemos escapar de este tipo de cosas y lo hemos debatido mucho y hemos seguido por este camino, un camino en el que siempre tendremos que estar todas cómodas y eso tratamos de hacer. Y la forma de no escapar de todas esas cosas es habitar la pregunta, esa pregunta que nos has hecho y que está en nuestro dossier, es preguntarnos qué significa esto todo el rato.
T. G.: Y asumir que muy probablemente no tenga respuesta y esa respuesta la completará el público, porque cada cual vivirá El banquete a su manera. ¿Y qué pasa cuando rescatas un texto que no es dramático?, ¿qué pasa cuando rescatas un texto protagonizado por gente a la que admiramos mucho pero se nos escapa que eran esclavistas, que eran profundamente patriarcales, que eran pijos ricos? Y todo eso traerlo a día de hoy, siendo mujeres las que hacen de Sócrates o Alcibíades pues habrá que ver cómo el publico lo completa y lo asimila.
C. A.: De hecho el texto no pone a la mujer en ningún buen lugar, más bien todo lo contrario y al ponernos nosotras en el foco de un texto así es complejo. Yo también creo que al hablar del legado y al estar construyendo personajes como Sócrates o Alcibíades, esta élite filosófica, creo que casi pesa más eso, desde mi punto de vista, el estar haciendo de esos personajes que ponerme yo como mujer a hacer esos personajes. Está por delante lo que Sócrates ha significado en nuestra Historia, el legado tan inmenso que ha dejado.
¿Por qué creéis que los griegos han sido un referente para las sociedades posteriores y no otras?
T. G.: Primero porque lo inventaron ellos. Ellos inventaron la Democracia, la Filosofía y el Teatro y luego porque los romanos fueron muy listos y se apropiaron de todo aquello que recogieron de los griegos y les parecía útil. Y puede que ser que fuera fortuito que se hiciera con los griegos y no con los fenicios, por ejemplo, pero una vez que Roma se impone y lo expande todo llega a casi todos los confines de lo que hoy es Europa. Y cuando llega el Renacimiento se vuelve a mirar de nuevo a esa Europa que crearon los romanos en base a los griegos.
C. A.: Y al haber tratado los griegos temas universales, al crear la Filosofía y haberse parado a pensar en esas grandes preguntas, pues pusieron las bases del pensamiento, porque hoy en día nos seguimos haciendo esas mismas preguntas que siguen sin resolverse de una forma concreta o unívoca, todas seguimos intentado descubrir el sentido de las cosas como ya hicieron ellos. Nos sigue preocupando lo mismo.
En la obra, Apolodoro intenta controlar lo que dicen los asistentes al banquete. ¿Quién controla el relato en nuestros tiempos?
Amanda H. C.: María Pombo (risas).
A. P.: Pues sí, un poco María Pombo y gente como ella es la que construye y controla el relato, aunque también depende de en los círculos en los que te muevas y cuáles sean los canales y las fuentes que usas para informarte o desinformarte. Pero es cierto que hay algo predominante ahora mismo que no dista mucho de lo que pasaba en la Grecia clásica, como ya hemos comentando. Cuantos más privilegios tengas más fácil es ser escuchado, más fácil es ser visto y tenido en cuenta. ¿Quién construye el relato ahora y lo lleva haciendo desde hace mucho tiempo? Pues menos mujeres negras transexuales, de ahí por encima todos los demás.
T. G.: Hoy en día estamos más atomizados y se nos filtra más la información que nos gusta, así que es más difícil que nunca defender un legado o un relato, porque se enfrentan a otros miles de relatos que modifican la realidad para ajustarse a los distintos relatos que quieren imponerse. Y esto es un poco también de lo que va la obra, de un tipo que quiere imponer su relato y se enfrenta a distintas interpretaciones de una misma cosa, que es lo mismo que sucede hoy, que vemos un mismo suceso y depende de en que barrio vivas, con que gente te muevas, de que familia vengas o según lo que detecte Instagram que te interesa más lo verás de una forma o de otra y aceptarás el relato que más te reconforta sin la más mínima capacidad de crítica.
Y creo que estamos muy poco dispuestos a asumir las opiniones de los demás, que supongo que es algo que ha pasado a lo largo de la Historia, pero que ahora es muy patente.
T. G.: Y también estamos menos expuestos a esas opiniones distintas porque nos movemos por canales más seguros en los que recibimos la opinión que queremos escuchar o que los algoritmos creen que se adecua más a nuestra forma de ser.
C. A.: Y así pasa, que crees que el mundo está cambiando porque todo tu entorno de RRSS piensa como tú, pero luego llegan las elecciones y ves que la realidad también es otra. Y por eso es interesante exponerse a otra realidad, porque ese filtro digital que nos condiciona las ideas que nos llegan es un relato inexacto de lo que ocurre en la vida en verdad. Está bien que de vez en cuando alguien te altere los esquemas con opiniones diversas sobre lo que tú crees que es correcto. Ahora, si todo eso se produce sin insultos de por medio ni beligerancia en las palabras, pues mucho mejor, claro.
Es muy interesante lo que dices, Carmen, y hay que confrontar las distintas visiones de las cosas, también desde el lado de la gente que no insulta. ¿Hay que seguir ocupando los espacios donde se libra esta batalla que nos está polarizando sobremanera?
A. P.: Por supuesto que hay que seguir ocupándolos. Eso también es dejar un legado, pero no solo hay que ocupar esos espacios sino mantenerlos, que es lo complicado. Para nosotros es complicado mantenernos esos 90 minutos para defender nuestra obra porque nos ponemos en ese lugar constantemente, pero igual en el día a día es complicado.
Hay que ser muy valiente para hacerlo, mantener esa línea de pensamiento, a nivel personal y a nivel creativo también y por eso me parece importante que esta primera obra que hacéis gire sobre lo que estáis hablando.
A. P.: Cuanto más utópico es algo más hay que empeñarse en hacerlo realidad y menos hay que abandonarlo.
C. A.: Esto es una rebelión porque también la vida te obliga a lo contrario. Te dicen que es mejor pasar desapercibido, o que es mejor obedecer o seguir todas esas premisas que te indica el sistema para tener una estabilidad económica. A mí me pasa a nivel personal, me asaltan esas dudas todo el rato, por eso es bueno formar parte de una compañía como la que tenemos, porque nos estamos apoyando todo el rato y nos ayudamos cuando aparecen las ganas de rendirse y dejarlo todo.
T. G.: Y si te quieres tomar un descanso también puedes, no pasa nada, cuando vuelvas estaremos aquí, eso es algo también importante en la manera de relacionarnos que hemos querido construir entre nosotras. Aparte de las propias ambiciones artísticas, que también están por supuesto, existe esa parte de cuidado y cariño y de entender que es muy difícil esto, que estamos aquí para ayudarnos y que si alguna necesita un respiro no pasa nada, aquí siempre tendrá un refugio al que volver. Todo sin presión. Presión comercial desde luego que ninguna (risas), pero tampoco presión de grupo. Lo primero es vivir y estar bien y luego el teatro.
Esa palabra que has dicho, Tony, la palabra cuidado, no como advertencia, sino como acción de cuidarse las unas a las otras es algo que vengo escuchando últimamente entre las compañías emergentes entre sus miembros y para con los demás, y me da que pensar que algo está cambiando en el sector con respecto a tiempos pasados.
C. A.: Es algo que está ahí, latente y se está escribiendo sobre ello y trabajando sobre ello, no hay más que ver la película Cinco lobitos.
A. P.: Yo pienso que lo punk y lo revolucionario ha cambiado hacia ese lugar. Pienso que antes lo punk era ser antisistema, drogarse, beber, tener una banda de rock y tender al individualismo porque el mundo es una mierda. Pero lo punk ahora ya no es eso, lo punk ahora es hacer yoga, tomar ‘smoothies’, hacer terapia y validar tus emociones. Esto es lo profundamente revolucionario ahora.
C. A.: Yo no puedo evitar pensar que esto sucede así porque la mujer cada vez ocupa más espacios dentro de las Artes Escénicas y han introducido otra forma de trabajar y hacer las cosas.
Simplemente, y lo digo entre comillas, sabiendo generar empatía en el ambiente de trabajo.
C. A.: Totalmente, es introducir otros modelos relacionales que puedan acabar con la toxicidad y la individualidad de antaño quizás.
T. G.: Y también sucede entre compañías, como indicabas. Yo no me siento competidor de ninguna de las compañías hermanas con las que estamos ahora. La victoria de una es la de todas y de las compañías que vendrán. Es crear un entramado que nos sostiene a todas.
A. P.: Que al fin y al cabo es algo que han hecho [los números imaginarios] anteriormente o Grumelot lo hacen con nosotras, que se alegran mucho de nuestro estar en este mundo que cómo no lo vamos a hacer nosotras con las demás. Es un éxito para todas.
Últimamente también escucho hablar mucho sobre la sociedad líquida, sobre esos tiempos líquidos que estamos viviendo. ¿Cómo lo vivís vosotras?
T. G.: Pues abrazando el cambio como podemos y “Jesus, take de Wheel” como dice la canción (risas). No te puedes aferrar a un trabajo, ni a unos vínculos emocionales, ni a nada prácticamente. Todo cambia tan rápido que tienes que dejarte llevar un poco porque es lo que nos toca.
C. A.: Es bastante angustioso todo esto a mi parecer. De hecho, lo que hablábamos antes de los cuidados y lo de querernos todos a todos surge de una necesidad por lo que no está tocando vivir, es una reacción ante la realidad tan turbulenta en la que estamos inmersos, a nivel global y a nivel personal, en la que apenas tenemos dinero para vivir, para podernos comprar una casa, en la que las relaciones no te duran más de dos años, la mala situación de la sanidad pública que tampoco ayuda en nada… no sé, es muy complicado. Una vida estable no está tan mal, creo que puede ser lo más parecido a la felicidad (risas).
¿Cómo generación estáis sintiendo mucha presión de todo lo que se ha puesto en vosotros?
A. P.: Yo sí, siento esa presión y cierta rabia porque soy consciente de todas esas promesas que se me han hecho que son imposibles de cumplir. Yo tengo la carrera de Magisterio, he sido profesor durante mucho tiempo y sigo escuchando cada día esas voces que me dicen que haga una oposición y yo cada día me levanto pensando que debo hacer esa oposición para cumplir con las expectativas puestas en mí. Pero es curioso que no la siento tanto en lo artístico, pero en todo lo que tiene que ver con llevar una vida organizada y edificada en la fe cristiana sí que la siento todo el rato (risas).
C. A.: Y esa presión externa se traduce en una presión interna. Yo tengo la suerte de tener unos padres que me apoyan mucho en el camino que he decidido emprender, pero siempre está ahí la frase de: “Carmen, estabilízate”, como si eso fuera algo tan fácil (risas). Sí siento cierta culpa, muy poca amabilidad conmigo misma de sentir que no es suficiente nada de lo que he hecho, que tengo 28 años y no estoy en un lugar que responda a todo lo que he venido haciendo hasta ahora… la presión sí que la tengo encima. Creo que nunca encontraré la calma… ojalá sea así y trabajaré en ello, pero veremos si es posible.
¿Las historias que nos contamos a nosotros mismos son las mentiras que nos contamos a nosotros mismos?
T. G.: Claro… (risas). Partiendo de que no existe la verdad todo el rato es elaborar sobre algo que no existe entonces nada tiene un vínculo con la verdad, somos posmodernas, no hay asidero. Los relatos son muy importantes y no es casualidad que en los últimos 10 años sea como el tema principal de reflexión artística desde la ficción cómo nos contamos las historias y de ahí el auge de la autoficción, porque somos más conscientes que nunca de que nos construimos por los relatos, lo cual es una característica más de esta sociedad líquida que mencionabas, que a lo único que nos aferramos es al relato, a cómo transmitir nuestra historia, cosa que hacemos cada día en Instagram y Tik Tok a pesar de que se vaya disolviendo a medida que la voy contando.
¿Y cuál será el legado de La Ferviente compañía y quién lo contará?
A. P.: Hay algo tan liberador en no tener que responder a esa pregunta porque esa no es nuestra responsabilidad. ¿Qué se dirá de La Ferviente o de mí el día de mañana? No lo sé, no puedo controlarlo.
T. G.: Sin embargo, eso que es liberador para ti para mí es muy angustioso. Es esa cosa de que no puedo controlar mi relato pero yo quiero hacer todo lo posible de que sea el que yo cuente, de que sean las cosas como yo creo que son. En última instancia serán las siguientes generaciones las que digan lo que fuimos, pero mientras yo pueda dejar más piedras para indicar el camino intentaré hacerlo.
Mientras decías esto yo pensaba en gente que sí quiere controlar su relato y que nos lo trata de explicar continuamente, a mí me pasa con determinada gente que lidera determinados proyectos…
A. P.: Esto le pasa a Tony Galán concretamente por lo que nos acaba de decir y a Apolodoro, que es el personaje que interpreta Tony Galán en El banquete (risas).
Estás muy metido en personaje, Tony.
T. G.: Por supuesto (risas).
C. A.: Eso demuestra que cada una de la compañía vive este proceso a su manera. Yo un día le dije a Tony durante los ensayos que yo no estaba tan preocupada por el legado que vamos a dejar, estaba más responsabilizada del momento presente, de lo que tengo que llevar a cabo ahora que del futuro, cosa que se contrapone un poco a todo lo que estoy defendiendo en esta entrevista (risas). Para mí el deseo es que ojalá duremos mucho, que sigamos mucho tiempo construyendo para nosotros, lo que luego digan de La Ferviente ya se irá viendo. Lo importante es resistir.
T. G.: La verdad es que sí, resistir ya sería un exitazo.
Aunque vuestra obra no vaya por ahí, si que quería preguntaros por esa belleza que se trata en la obra, ya que me he preparado la pregunta. A nivel personal, ¿dónde está la belleza?
T. G.: En los ojos del que mira (risas).
A. P.: A mí me cuesta mucho responder esto…
T. G.: Siendo tan guapo (risas).
Podemos titular así: “La belleza está en los ojos de los que me miran”, por Adrián Pulido.
A. P.: Pues sí (más risas). No, ya en serio, yo voy a responder a través de El banquete, porque para mí hay algo profundamente bello de ver a la actriz trabajar en el hecho teatral, de ver a la actriz preguntarse cosas sobre la escena y resolverlas. Esa disponibilidad y esa generosidad en el trabajo de mis compañeras me parece profundamente bello. A mí me sobrecoge.
C. A.: Para mí la belleza está en la fragilidad, en esa fragilidad de ponerte a hacer algo que puede parecer imposible, sobrellevar esa tensión en la que tienes que responder a una expectativa que no va a dejar de frustrarse me parece un gran acto de belleza.