La pintura, la instalación artística, la música y la escritura propias del movimiento surrealista, serán conducidas a través de la danza el próximo 13 de marzo en Teatralia. Será en los Teatros del Canal con Su realismo, último espectáculo de la Compañía Psico Ballet Maite León. Una pieza que empezó a gestarse hace más de treinta años y que, tras su estreno en 2019 y el obligado parón del confinamiento, vuelve para recordar que la escena es también lugar para la pluralidad.
42 años de creación integradora
Por Mercedes L. Caballero / unblogdedanza
Fotos del espectáculo: Jacobo Medrano
El nacimiento de la primera hija de la bailarina y coreógrafa Maite León (1943-2006) dio lugar, unos años más tarde, a otro tipo de alumbramiento: El nacimiento de un elipse (1978), una obra que fue germen de la Compañía Psico Ballet, fundada en 1980, y origen también de una novedosa forma de entender la danza en nuestro país, concebida desde la pluralidad más honesta e integradora, casi definitiva, podría decirse. La que alude a la diversidad, física, psíquica e intelectual, desde lo artístico y lo profesional, que con Maite León tomaba entonces la escena y una manera de entender el movimiento. “Mi hermana mayor nació con una lesión cerebral, los médicos dijeron a mi madre que ni hablaría ni caminaría, y mi madre se puso a trabajar en casa con ella”, recuerda Gabriela Martín, también hija de Maite León y directora de la compañía y fundación.
De esta manera, con la vida por delante y lo artístico alrededor, se abrieron puertas que permanecían cerradas bajo la llave de los rígidos cánones de la danza más clásica que impone una determinada apariencia y manera de hacer. Y como tal, se saboreó la libertad de lo renovador, pero también la dificultad de lo desconocido. “Los inicios fueron duros”, explica Martín León, “creo que hubo gente que incluso pensó que mi madre se había vuelto loca, ella que venía de la danza clásica… Pero mi madre era una mujer valiente y creía en su proyecto. Se actuaba en la calle porque ni nos querían dejar un teatro, pero tras la muestra del espectáculo, se produjo un cambio”.
¿Y siente que se ha avanzado mucho o poco, desde entonces?
Por un lado ha habido avances muy grandes, claro, pero para nosotros, desde dentro, todo va un poco lento. Después de todos los años que han pasado, hay personas con discapacidad que no puedan acceder a una formación artística pública, a un conservatorio… Muchas de las actuaciones que realizamos van con la etiqueta de ‘inclusiva’, y eso no nos permite ser juzgadas por lo artístico, sino por los integrantes. Nos gustaría no tener que dar tantas explicaciones.
En ese sentido, los medios de comunicación tenemos una gran responsabilidad, ¿cuál sería la manera correcta de nombrar vuestro trabajo?
Se suele hablar de ‘danza inclusiva’, pero muchas estamos deseando que se elimine el término y se quede solo en ‘danza’. Yo hablo de diversidad, aunque hay personas que prefieren que se hable de discapacidad para resaltar su existencia y que se sigan consiguiendo derechos.
Aprovechar la diferencia
En muchos sentidos, también puede hablarse de un trabajo revolucionario que rompe con la rigidez y cánones de un tipo de expresión dancística.
Sí, lo es. Y lo que hacemos es aprovechar las diferencias de esa diversidad para crear un tipo de movimiento único en esa persona. Lo que sí es cierto es que creemos en la necesidad de una técnica. Si queremos estar en circuitos profesionales, no podemos basarnos solo en el movimiento libre. Y la técnica te da un abanico más amplio de posibilidades. Técnica y disciplina.
Y un método, el método Maite León. ¿En qué consiste?
En la escuela y la fundación trabajamos todas las Artes Escénicas y lo hacemos a partir de la motivación. Para ello, en grupos diferenciados por edad y de manera personal, trabajamos la parte técnica, de improvisación… siempre de una manera muy dirigida al escenario porque la motivación se hace más grande. Lo hacemos igual en los cuatro proyectos de la Fundación: la escuela, que es quizá el proyecto con una finalidad más terapéutica, la compañía profesional surgida en 2012, el Pisco Ballet y una cuarta agrupación con sede en Granada, que ahora está en pausa, integrada por personas mayores. Cada compañía tiene, además, dos elencos.
Usted también es bióloga, ¿cómo se traduce esta diversidad en la compañía?
Pues aunque siempre he estado relacionada con la danza, hubo un momento que necesité descansar de la Fundación, porque yo prácticamente nací con la Compañía Psico Ballet y necesité distancia. Así que estudié Biología. Luego, cogí el relevo de la fundación. Pero me sirvió muchísimo, a la hora de crear. Suelo tirar mucho de la Biología, en el movimiento de las bacterias, por ejemplo. Todo enriquece y se puede aplicar.
Su realismo: 30 años de creación
Con este testimonio es fácil entender los considerables datos que maneja la Compañía Psico Ballet al hacer memoria: a lo largo de su trayectoria en esta casa se han formado más de 600 alumnos con diversidad y más de 2.000 profesionales del ámbito de la educación especial y las Artes Escénicas. Sus espectáculos, representados en Europa, Estados Unidos y Canadá, los han visto más de 1.000.000 de espectadores. “Es maravilloso cuando el público opina sobre el espectáculo y no sobre el esfuerzo que realizan los bailarines”, explica Gabriela Martín. “Cuando alguien viene a hablarte de la obra, es lo que me motiva para seguir trabajando. El no estar pendiente de una complacencia ni mostrar la diversidad de una forma determinada que en principio pueda esperarse”.
El próximo 12 de marzo la compañía mostrará Su realismo, una obra estrenada en 2019 en la Resad, que se vio afectada por la pandemia y el confinamiento y ahora retoma actividad. Cuenta su directora que los orígenes de esta pieza pueden remontarse hasta hace 30 años o más, cuando en casa escuchaba a su madre hablar de ella. De ideas, movimientos e imágenes, que décadas después, se han visto transformadas en este recorrido, con un equipo en escena de entre 15 y 20 intérpretes. “A mi madre le gustaba mucho el Surrealismo, tenía muchos libros y hablaba sobre ello. Recuerdo conversaciones, como la que corresponde a la escena de las tazas de wáter, de Marcel Duchamp. En el espectáculo trabajamos la poesía, la pintura, la música… Se trata de un movimiento que se replantea todos los cánones y ahí nos sentimos muy identificados”.
Firmado por cuatro coreógrafas, Gabriela Martín, Maite Gámez, Esther Gómez y Pilar Muñoz, todas creadoras habituales de la agrupación, Su realismo es un perfecto ejemplo del discurso artístico y método profesional de la compañía. “Hemos implicado mucho a todo el equipo de la pieza, generando pinceladas, ideas, propuestas… y se va eligiendo”.
¿Cómo es el funcionamiento de la compañía con la comunidad de creadores? Porque también trabajan con invitados.
Dentro de la fundación tenemos un equipo y desde los inicios y hasta 2014 era tal y como funcionábamos. A partir de entonces y hablando con otros creadores nos dimos cuenta de que estábamos cayendo en cierta endogamia, así que empezamos a trabajar con coreógrafos y coreógrafas invitados. Cuando esto pasa, los primeros días hay que romper una barrera inicial, luego se avanza y se aprende conjuntamente buscando un lenguaje común. Supuso un cambio grande, a veces se quieren tratar temas que para nosotros pueden ser conflictivos, por ejemplo el bailar en ropa interior, pero gracias a ello, se va avanzando y se normalizan las cosas. Son retos muy interesantes que sirven para seguir.