«Reírse de uno mismo y poner el lado más sensible o frágil a la vista es muy sanador»
Hasta el 3 de abril se encuentra en cartel El mal de la montaña, del autor argentino Santiago Loza –He nacido para verte sonreír o Matar cansa– en la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español.
La pieza, codirigida por Francesco Carril y Fernando Delgado-Hierro, recientemente galardonado con el Premio Max a Mejor Autoría Revelación por Los Remedios, aborda la crisis existencial a la que se enfrentan cuatro ‘millennials’. El duelo, la falta de comunicación, el egoísmo… son los temas que atormentan a los personajes de este texto interpretados por Ángela Boix, Luis Sorolla y los propios directores de esta, que ponen de relieve el lado más patético y miserable del ser humano.
Con Fernando y Francesco tengo un encuentro telefónico en el que analizaron este texto y el trabajo realizado para llevarlo a escena.
El comienzo de una gran amistad
Por Ka Penichet
Foto de portada: Manuel Fiestas
He leído que os unió He nacido para verte sonreír allá por 2018…
Francesco Carril: Yo no conocía mucho el teatro de Santiago Loza y fui a ver esta función que dirigía Messiez en la que estaban Fernando e Isabel Ordaz y me encantó. A partir de ahí, empecé a hacerme con obras de Santiago y la que me habló más fue El mal de la montaña. Enseguida pensé que quería hacerla con Fernando y cuando le hablé de ella le encantó y decidimos hacerla juntos.
Francesco, tengo el pálpito de que el cine en el que has trabajado tiene mucho que ver con este texto…
Francesco: Mira no lo había pensado, pero sí puede ser. Tiene algo del espíritu, no solo en el texto sino también el espíritu de Los ilusos que tenemos de trabajar entre amigos y elegir a las personas con las que quiero trabajar. Hacemos las obras como una manera de exaltar la amistad y de vernos y de estar juntos.
Fernando, ¿este es tu primer ‘Español’?
Fernando Delgado-Hierro: Sí, es una suerte. Es una cosa de no creérsela, de estar ahí actuando, dirigiendo y, además, con amigos y haciendo este proyecto de Buxman que es un equipazo. Es empezar algo con los mejores, con gente tan buena como Sandra Vicente en el sonido, Paloma Parra en la luz, Pablo Ramos, Aitor Tejada y Jordi en la producción, Caterina en la distribución que ya está encargándose de que el espectáculo empiece a tener futuro y, efectivamente, Pablo Giraldo que está en prensa en la casa y que tiene mucha conexión con el equipo y eso es una suerte. Igual que el trabajo con Francesco, con Ángela y con Luis.
Habéis codirigido la pieza, ¿dónde ha sido más complicado llegar a un punto de acuerdo?
Fernando: La verdad es que sorprendentemente hemos tenido mucha suerte porque hemos estado con mucha sintonía durante todo el proceso. Llevamos desde 2018 hablando sobre la obra, pensando en lo que queríamos hacer. Cuando llegamos al proceso en sí de los ensayos, estábamos tan en la misma página que la verdad que no hemos tenido desavenencias. Hemos tenido una actitud de asumir lo que proponía el otro y de decir sí en lugar de decir no.
Francesco: Supongo que también tiene que ver con el hecho de haber visto los trabajos que Fernando había hecho antes. Tengo una confianza ciega en él en ese sentido. Hemos tenido una relación muy tranquila, muy calmada, muy sosegada y no ha habido grandes discrepancias.
Fernando: A mí me pasa con Francesco que confío plenamente en su criterio. También tenemos esta naturaleza de que los dos actuamos y de estar dentro y de cuando él estaba fuera confiar al 100% en lo que él decía. Me ha pasado sentir que pensaba lo mismo que él. Es un descanso, está muy bien.
Leí que os pusisteis en contacto con Santiago Loza, ¿es el mismo texto o ha sufrido alguna adaptación?
Francesco: Ha habido una adaptación modificando palabras que eran muy argentinas. En ese sentido, sí que hemos hecho un trabajo muy cuidadoso de intentar respetar al máximo todo. De hecho, hay algunas cosas que aparentemente puedan sonar un poco lejanas en castellano, las hemos querido dejar porque nos parecían bonitas y otras las hemos cambiado y castellanizado. Todo eso se lo pasamos a Santi que lo revisó y nos dio el visto bueno. De hecho, hace poco pudimos comer con él, fue bonito verse y él aceptó estos cambios.
¿Y recibieron algún consejo o indicación?
Fernando: Pues nos gustó mucho también la confianza que puso en nosotros. No nos dijo en absoluto cómo teníamos que hacer nada. Nos dejó total libertad, nos dio todo tipo de facilidades por si queríamos escribir algo más. Eso es el mayor regalo que te puede hacer un autor. Fue mi generoso.
¿Pudisteis ver la propuesta de dirección que hizo Cristian Drut en Buenos Aires?
Francesco: No la hemos podido ver en video, bueno yo por lo menos no la he podido ver. Sólo hemos visto imágenes y recuerdo que, en su día, leí un poco sobre la propuesta.
¿Teníais claro que queríais contar con Luis Sorolla y Ángela Boix?
Francesco: Esto lo tratamos Fernando y yo y a partir de ahí ya decidimos juntos. Esta cosa de estar actuando y dirigiendo a la vez lo que teníamos claro es que queríamos tener cerca a dos actores que fueran muy independientes y que tuvieran una mirada más allá de la actuación. Ángela es una actriz que tiene un recorrido dentro del Colectivo Fango en el que lleva mucho tiempo trabajando. Es una actriz autónoma. Luis tiene una rama dramatúrgica muy importante. Son actores que no son solo actores.
Fernando: Son creadores. Para nosotros es importante tener gente así.
Francesco: Si, gente acostumbrada a salirse un poco del rol típico más preciso del actor y que formaran parte de la creación de todo esto.
En el texto no he visto acotaciones, ¿qué me podéis contar sobre el espacio escénico?
Fernando: Ha sido una de las grandes preguntas y uno de los temas más interesantes a resolver y pensar durante el proceso. Paola de Diego ha hecho un gran trabajo y estamos muy satisfechos con esa búsqueda. El espacio es casi un personaje más para nosotros. Tiene mucha presencia, está muy vivo, tiene algo de misterio, pero a la vez tiene mucha personalidad. La función es muy atmosférica. Sandra Vicente, desde sonido también ha aportado mucho al espacio. Y por supuesto, Paloma Parra con la luz. El trabajo técnico del equipo ha sido fundamental.
El texto aborda el duelo amoroso con sarcasmo, ¿cómo afrontáis vosotros en la vida real una ruptura sentimental?
Francesco: Cuando yo leí las obras de Loza y me encontré con El mal de la montaña, yo creo que una de las razones por la que me llamó tanto la atención este texto fue porque yo estaba justamente atravesando un duelo y de repente, leyéndola me di cuenta que me interesaba este lado digamos patético del ser humano y ese humor que puede haber dentro de esta circunstancia tan terrible. Esa fue una de las cosas que más me habló de la obra y más me dio ganas de hacerla, esta cosa de vivir el duelo desde un sitio que no estamos tan acostumbrados a escuchar.
Fernando: Hay algo de eso de tomarse tan en serio que uno acaba volviéndose ridículo, que pasa durante el proceso de las rupturas amorosas. Al final es algo que, visto desde fuera o con cierta distancia, es muy fácil cuestionar cómo se puede estar así de mal, pero claro cuando eres tú el que está en esa situación es de las peores cosas que te pueden pasar. Esta obra también tiene algo para mí de purga en ese sentido. Como la comedia, en general, reírse de uno mismo y poner el lado más sensible o frágil a la vista, creo que es muy sanador. Te da una fortaleza en la fragilidad que es algo que tiene mucho que ver con Santiago Loza. Una vez le leí una entrevista en la que decía que le interesaba mucho la fuerza de los lastimados. Y esta obra tiene mucho de eso.
Para Manu, el amor queda reducido a “un mendigo que mea en un poste bajo la lluvia finita de la noche y los coches pasando y el silencio y el agua en todas sus formas”, ¿en vuestro caso a qué imagen lo reduciríais?
Fernando: Es complicado. Tendría que pensarlo y hacer una obra (risas).
Francesco: Yo creo que a veces puede ser una imagen, pero a veces puede ser incluso algo tan sensorial como un olor. Que entres a un sitio y de repente huelas a algo y te lleve a una cosa muy concreta. Además, es que suele ser inesperado.
¿Qué señales os hacen pensar que una relación está llegando a su fin?
Fernando: Me parece difícil saber cuándo una relación está llegando a su fin. Creo que esas cosas pasan y siempre son un poco extrañas, como que algo de pronto desaparece y se va acabando casi porque sí. Generalmente, porque la gente se da cuenta que tiene expectativas distintas, pero yo creo que siempre pilla por sorpresa. Es muy difícil que suceda a la vez para las dos personas el final de algo, generalmente, hay alguien que se adelanta a ese final y la otra persona sufre más porque no lo veía. Cuando se acaba a la vez es mejor y se puede tomar de una forma más sana ese momento, pero eso suele ser raro.
Francesco: Pues diría que es un misterio que no sé si se llega a saber del todo. Incluso cuando algo se acaba, después estamos dándole vueltas a si se tendría que haber acabado. Creo que tiene que ver con poner la atención en otros lugares.
En El mal de la montaña, los amigos comunes de las parejas juegan un papel importante en la relación entre ellas, ¿qué papel creéis que juegan estas amistades en la vida?
Fernando: En la vida los amigos hacen muchas veces de intermediarios, como de persona interpuesta entre los que han roto. Los amigos suelen estar ahí en medio. En el caso de la obra los personajes no son ejemplo de nada, tienen algo de club de hombres curiosamente, como una especie de masculinidad entre frágil y neurótica y a la vez como una especie de ocaso de la masculinidad. En este caso, hay una protección ahí en medio con respecto al personaje femenino que quizá sea el único que trae un discurso coherente y con el que uno pueda empatizar de verdad y lo que hace ella en este espacio de hombres, tiene algo de llevarlos a un lugar un poco más sincero. Ellos están totalmente ensimismados. El papel que tiene ella tan fuerte de poner en evidencia a estos tres tipos es bonito en la función.
Francesco: Creo que muchas veces ponemos en las amistades la figura de la expareja, hacemos como una especie de sustitución y creo que juegan un papel de decir todo lo que no nos hemos atrevido a decir o todo lo que no hemos podido decir.
Los personajes de esta pieza son muy discursivos, parece como si solo les importara escucharse a sí mismos y, en cambio, los oyentes parece que nada de los que les cuentan pudiera interesarles. Están en modo automático. ¿De dónde creéis que nace esta especie de incomunicación?
Fernando: Creo que surge porque los personajes son muy obsesivos y se entregan a eso sin ningún tipo de pudor a la hora de ponerse ellos en el centro. Creo que, en ese sentido, Santiago Loza tiene muy mala leche porque la oscuridad que tiene la obra nace precisamente de la impunidad con la que los personajes se expresan y que no les importe que los demás le escuchen o no. Son ellos los protagonistas, son muy egocéntricos, y ahí es donde duele un poco la obra, al reconocerse en esos momentos de egoísmo. Uno a veces descarga todo en los amigos, en esos momentos en los que está tomado por una obsesión, y no tienes en cuenta si te están escuchando casi. Tu necesidad es soltar tu monólogo. De dónde surge esa necesidad, no lo sé, de no ser capaz de reírnos de nosotros mismo o de quitarle peso a los que nos pasa. Yo creo que Santiago Loza sí que se ríe de sus personajes de alguna manera. Los expone con total seriedad de tal manera que resultan patéticos. Si nos hubiéramos visto a nosotros mismos en estas situaciones también pensaríamos que somos patéticos y eso es lo divertido, y lo bonito a la vez, de la obra.
Francesco: esta necesidad que tienen ellos de hablarse casi a sí mismos y no dialogar tiene que ver con el propio bloqueo que les produce ciertas situaciones de las que no han podido salir o ciertas imágenes o recuerdos. Necesitan, casi en un acto egoísta inconsciente, no escuchar a los demás y escuchar sólo su propio relato.