Jesús Arbués adapta y dirige la aplaudida novela homónima de Julio Llamazares, precursora de la alerta sobre la España vaciada.
Los intérpretes Ricardo Joven y Alicia Montesquiu protagonizan la función, que es una producción de Corral de García.
Además de un grito de alarma contra la despoblación rural y los pueblos abandonados, La lluvia amarilla nos habla del tiempo perdido, la soledad y nuestra incapacidad emocional
Podrá verse del 4 de noviembre al 12 de diciembre en la Sala Margarita Xirgu.
La lluvia amarilla en el Teatro Español
Por Redacción
Foto de portada: Jesus Arbués
La Sala Margarita Xirgu del Teatro Español, espacio del Área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento, presenta del 4 de noviembre al 12 de diciembre el estreno en Madrid de La lluvia amarilla, adaptación escénica de la célebre novela de Julio Llamazares, con adaptación y dirección de Jesús Arbués y protagonizada por Ricardo Joven y Alicia Montesquiu. La obra, que traslada al escenario un texto imprescindible y precursor sobre la España vaciada, lanza un grito de alarma contra la despoblación rural y los pueblos abandonados.
El escritor Julio Llamazares publicó en 1988 la novela La lluvia amarilla, que se adentra en la memoria y la conciencia de Andrés de Casa (Ricardo Joven) último habitante de Ainielle, un pueblo del Pirineo aragonés. Andrés nos explica su relato en la que será su última noche en la casa natal, la última noche de su vida. Una noche en la que la muerte le conducirá a la oscuridad eterna, donde se reunirá con su mujer Sabina (Alicia Montesquiu) y todos sus seres queridos.
La historia de Andrés es la del transcurrir de una vida y, a su vez, la muerte de una manera de vivir. Tenaz en su convicción, sin perder la fidelidad a las costumbres propias en ningún momento, él será el último habitante de su pueblo natal y de la casa que le ha visto nacer. Pero esa noche Andrés es acuciado por todos los males imaginables: la soledad, la muerte, la desidia, la enfermedad, el odio, la alucinación, el tiempo…
En La lluvia amarilla, el agreste paisaje de montaña provoca que el hombre haga balance de su soledad y desamparo en los umbrales de la muerte. «Los días eran largos, perezosos, y la tristeza y el silencio se abatían como aludes sobre Ainielle. Yo pasaba las horas vagando por las casas, recorría las cuadras y las habitaciones y, a veces, cuando el anochecer se prolongaba mansamente entre los árboles, encendía una hoguera con tablas y papeles y me sentaba en un portal a conversar con los fantasmas de sus antiguos habitantes», cuenta su protagonista.
Llamazares situó la trama de la novela en el pueblo de Ainielle para poner rostro a uno de los dramas más sobrecogedores de nuestro país: la despoblación. Pueblos vacíos, casas en ruinas, tejados derrumbados, bancales conquistados por la maleza, cristales rotos, chimeneas apagadas… Igual que la maleza se come los muros de piedra de las casas, la ausencia de habitantes devora también la memoria de los lugares.
«La lluvia amarilla es un texto precursor. El mérito de Julio es haber escrito un texto que habla de muchas cosas más, no solo de la despoblación y los pueblos abandonados. Como toda obra maestra, llega más allá. Convierte la obra en un tratado sobre el tiempo, sobre todo lo perdido, todo lo que no se hizo, los abrazos no dados, los silencios, la incapacidad emocional… Todo eso regresa en la última hora de vida de Andrés y le pasa factura», explica Jesús Arbués, adaptador y director de La lluvia amarilla, que también conoce de primera mano los estragos de la España vaciada. «Yo nací en ese mundo rural. Soy parte de esa realidad. De esa mentalidad del personaje, ese amor a su casa. La casa no son unas piedras, es la memoria de los que se fueron. Ese concepto está muy vivo en el paisaje de mi infancia. Como director siempre he trabajado sobre textos con contenido que dijeran cosas. Quizá era el momento en el que debía hablar de este tema», cuenta.
El pueblo deshabitado de Ainielle es el otro personaje principal del espectáculo. Un personaje mudo, pero no insensible. Ainielle existe en el Pirineo aragonés, a 1.355 metros de altitud, no lejos de Biescas. Era uno de los lugares poblados más altos del Pirineo, pero está deshabitado desde 1971, año en el que su último poblador abandonó el pueblo. ¿Puede un pueblo existir si nadie es testigo de su existencia? «El texto de Julio tiene la capacidad para trascender lo particular, lo concreto de la historia, y convertirla en universal», continúa Arbués. «Nos conmueve y consigue que, en algún momento, todos nos sintamos parte de este ‘quijote’ que lucha contra la ruina del pueblo y la suya propia sabiendo que está condenado a perder irremisiblemente».
La lluvia amarilla es una producción de Corral de García con adaptación y dirección de Jesús Arbués, diseño de audiovisuales y mapping de David Fernández y Óscar Lasaosa, diseño de escenografía de Jesús Arbués, diseño de iluminación de Sergio Iguacel, efectos de sonido de Nacho Moya y diseño de vestuario de Sara Bonet.
La función de Teatro Accesible de La lluvia amarilla tendrá lugar el viernes 26 de noviembre.
Este espectáculo está sujeto a JOBO, Joven Bono Cultural, para jóvenes entre 16 y 26 años.