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No me vuelvo a enamorar (4): Niño de Elche

«Hay muchos prejuicios. Todos tenemos miedo, miedo a toda práctica desconocida»

 

Los diálogos de Celso hacen parada este mes en la más profunda heterodoxia, la de Francisco Contreras Molina (Elche, 1985), Paco, el artista, poeta y cantaor revolucionario conocido como Niño de Elche, que además de colaborar en lo último de Angélica Liddell, actúa en Conde Duque el 8 de junio.

 

Por Celso Giménez (La Tristura)

Fotos: Ricardo Cases

 

Por primera vez este diálogo se plantea en directo y no a través de una correspondencia a lo largo de los días. Paco y yo hablamos durante noventa minutos en una cafetería en la Gran Vía de Madrid. Me doy cuenta de que es la primera vez también que hago este diálogo con alguien que no vive en Cataluña, pero no se lo digo. Me cuesta hacer preguntas que me suenen periodísticas o académicas, aunque después a la hora de transcribir, pienso que seguramente habrían sido muy útiles. Se acaba nuestro tiempo, me he dejado tantos temas sin sacar. La próxima vez que quedemos no perdonaré una.

 

¿Qué tal ha ido en NY? ¿Acabas de llegar, no?

Sí, hace unas horas… Fue muy bien, fueron 7 días. He estado 3 preparando una pequeña residencia, que era básicamente adecuar un poco un espacio para una intervención mía. Y los otros días allí conociendo la ciudad, que no había estado nunca. He estado en casa de un amigo y la verdad que la ciudad es apasionante.

Sí, impresiona, no llegas a abarcarla nunca.

Es eterna. Da un poco de miedo el armatoste que es. He estado en Londres y en NY. En Londres estuve 2 días antes. Y en Londres me pasaba igual era como…

Me da más pereza, una pereza rara. Tiene una atmósfera, una densidad complicada, Londres. No sé porqué.

Opino igual que tú. Yo creo que Londres es de las ciudades así más grandes la que más pereza me da.

Fue de mis primeros viajes de chaval con un amigo con 18 años. Y aunque la recuerdo bastante a la vez no me apetece demasiado volver.

Yo fui 2 días antes como para perderle un poco el miedo. Salimos a pasear con un amigo, fuimos a la Tate que estaba a reventar. Después quedé con otro amigo que me dio un paseo por el Canal. Es como para hacer una cosa al día y ya es too much. Todas las partes turísticas, el Soho y eso está bien. Pero es muy cara. NY es mucho más acogedora.

Me dio la sensación de que en NY había más excepciones posibles.

Claro, tiene más realidades. NY tiene otro rollo. París me parece más acogedora que todas ellas.

A mí quizás también pero estuve hace poco y aluciné con el tema del turismo, que ya sé que es una obviedad pero lo noté más imposible que nunca.

Depende de dónde te muevas.

Estábamos actuando en Montmartre…

(se ríe) Claro, es que si no lo ves ahí.

Pero se extendía. Está pasando lo que aquí hemos empezado a ver. Barrios enteros en los que apenas vive nadie.

Son como decorados un poco, ¿no? De todas formas sí la siento más acogedora a mi entender que Londres u otras ciudades. Me gusta pasear por allí. En el metro me siento cómodo. No sé, hay algo de la ciudad que me sienta bien. Si yo dijese me voy solo a una ciudad, Londres me costaría.

Bueno, además del viaje a USA, has comisariado el Festival Flamenco Madrid del Teatro Fernán Gómez (celebrado entre el 8 de mayo y el 2 de junio) que has programado, ¿no? ¿Qué tal la experiencia de proponer y comisariar?

Muy distinta, es interesante, pero es complicado también.

¿Por el cambio de enfoque en la programación?

Sí, claro. Cuesta explicarlo. La etiqueta de flamenco el primer año no ayuda. Es bastante endogámico. Yo hubiera sacado las entradas como mínimo 3 meses antes, para tener tiempo de explicarlo bien. Pero no pudo ser. Lo han sacado un mes antes justo. Entonces no tienes tanto tiempo para contarlo. Porque aquí hay que educar, no lo han entendido.

¿Sientes que ya vas tarde?

Vas muy tarde. No han entendido que hay que hablar con un público diferente, a unos medios diferentes.

Pero te han llamado a ti así que la intención está.

Yo sería partidario de programar un poco menos, quizás 2 semanas. Y cuidarlo más, hay que seguir luchando contra la precariedad. Y han venido cosas muy chulas. Cosas que igual no iban a tener mucho público pero son cosas muy chulas. Cosas gozosas de ver, estoy contento. No sé si seguiré otro año o no.

Te iba a preguntar eso, cuál era tu plan.

Mi contrato es de un año. Comisario este año y no sé si el que viene.

¿Ha resultado muy rara tu propuesta de programación?

No, no, todas las propuestas han estado supervisadas por el director del teatro que es quien me llamó. Raras no. Y alguna rara tiene bastante afluencia de público. Solo habrá que cuidar a las que no sean tan mediáticas.

La labor pedagógica que decías.

Hay que engrasar la maquinaria. Quizás cuadre y pueda estar unos años más para que el Festival coja otro rumbo. Veremos.

Una de las cosas de las que quería hablar contigo es lo que tiene que ver las colaboraciones que haces. Trabajas con muchísima gente de distintos ámbitos. Me pregunto si simplemente ha ido ocurriendo o si lo tienes como objetivo, como norma interna. Para mí siempre ha sido doloroso sentir el desconocimiento que se tiene del trabajo de los otros. Tipo, yo hago cine o poesía, y a la danza, por ejemplo, no voy. Ya sabes, compartimientos estancos. Un mundo de especialistas. A mí me pasa sin querer muchas veces. Yo pensaba que los cruces iban a ocurrir de forma natural. Y ahora veo que los cruces pasan normalmente solo por algo muy concreto, puntual. No hay mezcla tan orgánica ni tan fluida. Siento que cada vez se da un poco más, pero no del todo. 

Ya, yo trabajo con gente de muchos lados, y cada uno tiene muchos prejuicios sobre los otros. Esto es demasiado épico, demasiado ñoño, demasiado político, demasiado… todos tienen ticks. Yo tendré los míos, claro… Los ruidistas no quieren melodía, los clásicos solo quieren eso. Y eso es porque tenemos miedo, miedo a toda práctica desconocida.

¿Tiene que ver con el individualismo quizás también?

Que es miedo. Es lo mismo. Individualismo nihilista.

Estamos viviendo una atomización, y el miedo y el individualismo se alimentan, aumenta la incapacidad de dialogar realmente con el otro. 

Y el miedo a uno mismo, escucharse a uno mismo. A mí me dicen mucho: claro, es que al colaborar tanto, dejas tu proyecto a un lado. Es súper mercantil entenderlo así, yo pienso: no han entendido nada. Desde la música no se entiende y desde el arte, un poco más, pero tampoco tanto. El mercado está así, para que tú vayas con lo tuyo. El mundo de especialistas. La gente hace muchas cosas a la vez, ¿por qué yo voy a tener que hacer una sola cosa? Creerse el cuento de la especialización tiene mucho peligro.

 

No me vuelvo a enamorar (4): Niño de Elche en Madrid

 

Sí, estoy de acuerdo. ¿Qué tal ha ido con Angélica Liddell?

Muy bien la verdad, estrenamos hace poco en Lausanne.

¿Cómo fue el proceso?

Ella llegaba con las cosas muy claras.

Me lo puedo imaginar.

Como suele pasar parece ser con ella. Yo estuve una semana. Bueno, no llegó a la semana. Yo llegué allí, el primer día hice una improvisación para una pieza como de 20 minutos, y un texto que me pasó. Me explicó alguna cosa más. Al segundo día estaba haciendo pases generales, sin saberme nada. Era como terapia de shock. Al tercer día, claro, ya lo tenía todo. Por supuesto al principio yo me aprendí el texto de una forma que no era como ella lo quería. Claro, lógicamente. Y hasta el tercer o cuarto día no me acordaba bien del texto.

¿Te cuesta normalmente?

Depende, sobre todo hasta que no lo conecto físicamente me cuesta mucho. Entonces terapia de shock. Ella solo ensaya por la tarde. Y hace un pase. Y no es que esté ahí con el texto 3 horas, para nada. Claro, yo venía de la intensidad de los de la danza, que es lo más pesado del mundo.

A mí me llama la atención cuando trabajo con gente de danza eso: la capacidad de repetición infinita.

Claro. Yo decía: joder qué bien. Pero claro el qué bien tenía esa parte dura también que si no te salía en el pase y ya te ibas cabreado al hotel diciendo joder mañana no puede ser que me salga mal.

¿Cantas en la pieza?

Sí, hago una saeta al principio. Eso sí es cantado. Y después hago una improvisación vocal en la que aparecen muchas cosas que sí es más o menos cantado. Y el texto que es muy punki. Y ya está. Estaré como máximo 35 minutos en escena.

¿Se parece en algo a lo que haces con Israel Galván?

No, porque estoy metido en un personaje bastante diferente. Tal vez en la improvisación haga alguna técnica parecida pero no, es otra cosa. Y el clima es otra cosa. Y el texto, nunca he hecho un texto de esa forma. Al principio era declamado, luego más físico. Fuimos encontrando el personaje. Hicimos allí 7 funciones que ya te da tiempo a que pase por el cuerpo.

¿Y te gusta el teatro? ¿Sientes que las escénicas están en un buen momento ahora en este tiempo tan tecnológico?

Hay una frase maravillosa de Angélica, en relación a la contemporaneidad del teatro, ella dice: el teatro siempre es un acto antiguo, no puede ser ni moderno, ni contemporáneo siquiera, es antiguo en su esencia. El acto en sí puede serlo, pero el teatro es una concepción antigua.

Ya, para mí ir sintiendo eso me ha conectado/reconciliado mucho más profundamente con la idea de hacer teatro. Porque durante años yo estaba estudiando teatro y apenas veía cosas que me emocionaran o me inspiraran. Y estaba jodido. Creía que otras artes eran más “contemporáneas”, más “modernas”… Pero claro, la cosa no iba de eso. Ahora estoy más feliz con esto.

Claro, esa sensación te ayuda a relajarte ante la práctica también, a mí con la música me ha pasado parecido. Y es curioso lo del teatro, porque con la gente de la danza, por ejemplo, teníamos una frase que era: no hagas teatrito.

(Se ríe) Yo también lo uso.

Al tiempo yo decía, ¿no hagas teatrito…? ¡Pero si todo es teatro! Hay una parte chunga total en decir eso. Recuerdo cuando vi a un tipo, Papaioannou, estuvimos con él en Avignon, y es magistral. Él no tenía ningún tipo de problema ni reparo a la hora de hacer teatrito en un momento dado de la pieza. Y fue cuando vi a ese tío, cuando entendí la relación de todo, el teatro, la danza, la performance… Este tío ya ha pasado por todo y está ahí. Y me encantó. Esto no depende de sus dotes físicas, de su voz, de nada. Con Angélica me pasó algo un poco así. Ella es la persona más magistral con la que he trabajado. Más allá de que en escena sea una bestialidad y de que escriba increíble, su imaginario me flipa. Pero más allá de eso, es su mirada. Una mirada general de curadora. La música, el concepto. Es magistral. Con Angélica es lo magistral. Si hago teatrito no pasa nada.

Te entiendo. Muchas veces le he dicho a algún amigo que venía de otro lado, tienes que ver a Angélica, es lo más fuerte que he visto nunca. 

Y, ¿te gusta actuar, estar en escena?

Más que el estudio. El estudio de grabación cada vez me gusta menos.

No lo he vivido casi. ¿Es muy frío?

Es un rollo. Cada vez lo paso peor. Me canso, pienso qué hago aquí. Y claro, como cada cosa la puedes hacer de ochenta formas diferentes, entonces el estudio se convierte en una paja mental, una cosa muy endogámica, muy paranoica.

Claro, y no llega a salir la energía nunca del todo.

Eso eso.

¿Y ahora qué te gustaría hacer? 

La verdad es que ahora mismo estoy en un momento en el que las cosas que me apetece hacer más o menos las hago. Bueno, quizá hacer de actor. Y algo en relación al porno, que me apetece mucho. Pero cuando no hago algo que quiero hacer es siempre por falta de tiempo. El tiempo es lo peor. Me siento que no tengo proyecto de vida.

Bueno, esta es tu vida.

Eso sí. Esta es mi vida, es así. A veces pienso que me encantaría tener más tiempo. Para hacer otras cosas normales que me encantan. Pero claro, supongo que me encantan más otras cosas.

Está claro, sí. Te gustan más otras cosas.

Creo que esto lo voy a usar para el final del texto, ¿te parece?

 

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