Por Sergio Díaz
«Existe un poder ‘invisible’ que nos va sometiendo a sus leyes objetivas, al orden y al miedo»
César Barló es la cabeza visible de AlmaViva Teatro, una compañía que nos subyugó con anterior montaje, una impresionante versión de La tempestad de William Shakespeare. Ahora se han embarcado en El estado de sitio, sobre la obra de Albert Camus. De nuevo un gran trabajo de revisión de textos clásicos para poder comprender -y resistir- los envites futuros, en una propuesta que cuestiona la cultura del miedo, la sumisión ante la opresión y la injusticia, y que ofrece a cambio la fuerza del amor humano. Está protagonizada por Adrián Viador, Teresa Alonso, José Gonçalo Pais, Eva Varela Lasheras, Diego Ercolini, Sayo Almeida y Samuel Blanco.
¿Cómo surge este proyecto? ¿Es una idea que ya tenías en la cabeza de siempre y ahora se ha dado el momento? ¿O es el momento adecuado para mostrar una obra como esta?
El proyecto es una idea que me trasladó Eva Varela Lasheras (actriz, directora y gestora del Teatro de La Puerta Estrecha) a finales de 2017, cuando aún estábamos en plena temporada con La Tempestad. En ese momento leí el texto y comencé a trabajar sobre las implicaciones contemporáneas que podría tener llevar a escena El estado de sitio en el siglo XXI. Durante este último año he estado trabajando sobre el propio texto y otros textos del mismo autor, como sus Crónicas 1944-1953, en las que el autor nos traslada su visión del mundo durante y después de la II Guerra Mundial y el cambio de paradigma que se avecinaba; El mito de Sísifo, que se muestra como una radiografía de nuestro día a día, incluso después de casi un siglo de su escritura; y, principalmente, La Peste, novela que ya estaba escribiendo cuando Jean-Louis Barrault contacta con el propio Camus para llevar a escena la idea de La Peste llegando a la ciudad. Una idea inspirada por Los diarios de la Peste de Daniel Defoe. Este magma fue conformando la certeza de que El estado de sitio está más cerca de nosotros de lo que podríamos pensar, aunque sea una pieza muy poco conocida y representada en nuestro país.
Es conveniente acudir a Camus de vez en cuando, ¿no? Aunque no sea un autor muy representado.
No es muy habitual ver en la cartelera a este autor. Y es una pena. Claro que merece la pena volver a personas creadoras como Albert Camus siempre, sobre todo por su visión humanista y vital de nuestro paso por la vida. Muchas veces se piensa solo en el nihilismo que planteó en sus primeros ensayos, pero la evolución de su pensamiento desecha la posibilidad nihilista como camino del ser humano y desarrolla la idea de vivir acorde a los ideales del amor por la vida y la lucha que eso conlleva. Después de la II Gran Guerra, en un sistema como el que se estaba implantando en todo el mundo, en el que individuo es encerrado en un orden político que se olvida de las relaciones interpersonales. Además de estas ideas nos encontramos con un nivel de escritura, tanto en sus ensayos, sus novelas o su teatro, que nos obliga a volver a él. Llevarlo a escena se convierte en un reto, al mismo tiempo que un privilegio lleno de riesgos, y esto es el mejor motor para un director de escena.
Háblame de vuestra puesta en escena. Es una creación contemporánea en la forma, pero ¿Y en el fondo? ¿Has sido fiel a lo que plantea el texto original o has dejado volar tu imaginación?
Desde AlmaViva Teatro siempre hemos apostado por volver a los clásicos para traerlos a la actualidad desde un punto de vista contemporáneo. No creo que haya mejor manera de proyectarnos hacia el futuro que trabajar sobre nuestro pasado. Y cuanto más profundicemos en el pasado, más lejos se proyectará nuestra visión en el futuro. Nos interesa invocar estos textos que tratan temas universales y concretos para dilucidar qué nos tienen que decir hoy en día. ¿Qué preguntas nos plantean estos textos? El viaje es transitar estas preguntas. No con la ambición de contestarlas, sino con la curiosidad formularlas de manera que nos den herramientas para conocernos un poco mejor a nosotros mismos.
¿Me puedes hablar un poco del equipo artístico que está detrás de este proyecto?
Desde nuestra experiencia en el Don Juan Tenorio (2011-2013) que hacíamos en la Plaza de Cebada, en el que había un equipo extensísimo, he intentado que el modus operandi se fuera replicando en las diferentes propuestas en las que he participado. Me siento cómodo con un equipo artístico que funciona casi como células artísticas creadoras independientes. En las dos últimas creaciones, con La Puerta Estrecha, el número de personas que trabajan fuera de escena es igual o superior al elenco. En el caso de La Tempestad (2016) el equipo constaba de 20 personas y en El estado de sitio somos 12. Esto es un poco exótico cuando hablamos de una creación que se va a mostrar en lo que se viene llamando el circuito OFF de Madrid. Pero, al fin y al cabo, es solo una manera de proceder. Entiendo que este circuito tiene sus peculiaridades y sus límites, pero creo que eso es una gran oportunidad para plantear una verdadera alternativa estética de la creación teatral respecto a otros circuitos. Y el hecho de trabajar así creo que es un mecanismo más de resistencia ante la precariedad a la que estamos sometidos.
El equipo lo conforman tres actrices: Sayo Almeida, Teresa Alonso y Eva Varela Lasheras; y cuatro actores: Samuel Blanco, Diego Ercolini, José Gonçalo Pais y Adrián Viador. A casi todos los conocía ya por La Tempestad y se han incorporado tres intérpretes a esta nueva creación por necesidades que entendíamos que podrían ser válidas para El estado de sitio.
En la creación del espacio escénico y vestuario sigo de la mano de Karmen Abarca, una creadora con la que tengo una gran afinidad a la hora de trabajar en un proceso. Nos habíamos conocido en la RESAD pero no habíamos colaborado nunca. Le propuse crear el vestuario en 2016 para La Tempestad y, desde entonces, hemos trabajado juntas en La vida es sueño (auto), de Calderón de la Barca, como homenaje a Federico García Lorca en el mismo 2016 por encargo de la UCM en el Paraninfo Histórico, así como en otras creaciones.
Rodrigo Manchado aparece para la composición de música. A Rodrigo le va a ir destinada la mayor dedicatoria de este montaje, ya que tuvimos que despedirnos de él en pleno proceso de una manera inesperada, y desde donde esté, seguro que encuentra la manera de recibir nuestra energía y nuestro cariño. Lisi Búa se encarga de las atmósferas del espacio sonoro, también repite conmigo después de La Tempestad y La vida es sueño (auto).
En este montaje es muy importante el trabajo físico. No hay que olvidar quién fue Jean-Louis Barrault y que en su estreno contó con uno de sus alumnos predilectos: Marcel Marceau. No, no vamos a trabajar sobre mimo, pero sí creo que es importante que la fisicidad se respire en el espectáculo. Son los cuerpos de las personas los que sufren el estado de sitio. Al final son los cuerpos los que sufren y se deterioran. Y son siete actores continuamente en el espacio evolucionando de un mundo a otro y de un código a otro. El actor o la actriz siempre debe estar presente en escena, pero si además estamos ante una propuesta coral, con más razón. Varios de los códigos que transitamos tienen bastante exigencia física y para ello hemos vuelto a contar con Mamen Agüera, que nos ha guiado y nos ha dado herramientas para poder sostener físicamente la propuesta.
En el caso de la composición de coros, Raúl Alejandro Iaiza se ha encargado de plantear cómo podrían ser los coros que plantea el autor. Decidimos que la mejor opción era trabajar con la idea primigenia de coro griego. Tal cual. Raúl me propuso una serie de ritmos, que ya se utilizaban en la cuna de nuestro teatro, para trasladarlos a las palabras de Camus. El trabajo es muy interesante, bajo mi punto de vista, porque juega perfectamente con la idea de fisicidad de los siete intérpretes y, a la vez, juega en contraste con los demás códigos que se plantean, así que es un gran hallazgo el trabajo de Raúl.
Para crear el montaje con los actores y actrices, ¿a qué lugares les has llevado? ¿Cuál ha sido el punto de partida para empezar a trabajar? ¿Habéis empezado únicamente desde el texto de Camus, os habéis documentado con otras obras? ¿Acaso viendo los telediarios todos los días?
La verdad es que no nos ha dado tiempo a ir de excursión a ningún sitio… ya que hemos estado sitiados. Ahora en serio, desde agosto hemos generado un proceso de investigación sobre los diferentes códigos escénicos que pudiesen funcionar sobre el texto de Camus. La idea del autor, como afirma en su preámbulo, es que su la representación de El estado de sitio no debería ser una propuesta convencional (todo esto en el contexto de 1948). ¿Cuáles son los códigos que podemos adoptar en 2018 para representar este texto? Siete actores y actrices, junto conmigo, se han ‘sitiado’ en una sala de ensayos durante más de tres meses para dilucidar estos códigos. Ha sido muy importante el estudio del contexto histórico del autor, del mundo y de la España del franquismo (donde Camus ubica la acción) para encontrar los analogismos necesarios que pudieran funcionar en un mundo que ha pasado de lo analógico a lo digital. Que ha pasado de la incertidumbre posterior a la II Guerra Mundial a la situación de poder absoluto del capitalismo que vivimos hoy día. Hemos pasado del intento de reconstruir un mundo después de Nagasaki e Hiroshima a la censura y la auto-censura en internet, de las redes sociales y de la comunicación de la posverdad. Teníamos que jugar con un texto que no se ajusta a la idea de una fábula aristotélica definida, sino que se nos muestra como una serie de cuadros, que viajan de lo público a lo privado, en una ciudad a la que llega la epidemia.
Este ejercicio de articular los diferentes elementos ha dado como proceso una investigación de lo más interesante. De lo más difícil también, pero apasionante de cualquier modo. Los telediarios de cada día, más allá de ofrecernos documentación para apoyar la propuesta, nos han dado más razones para llevar a escena El estado de sitio. Nunca fue tan patente la vigencia de este texto como en 2018, aunque parezca un tópico. Desde la compañía creemos que ese pueblo que comienza reaccionando a una amenaza con “no pasa nada” está muy cerca de la sociedad en que vivimos. Y esa es la piedra angular en la que nos apoyamos para plantear que, ante el miedo que nos separa a los unos de las otras, el amor es el único camino que se nos plantea como sociedad.
Decía Camus que “El estado de sitio es un espectáculo cuya ambición confesada es mezclar todas las formas de expresión dramática”. ¿Vuestra propuesta lo consigue o no era ese el objetivo?
Pues eso, entiendo, lo tendrá que valorar el público que nos visite. El objetivo es intentar plasmar con la mayor honestidad y fidelidad el espíritu de lo que Camus plantea en su creación textual y trasladarlo a un público, que no puede ser de otra manera, transita el siglo XXI.
¿El estado de sitio es una condición que se acrecienta con la edad? Cuando somos jóvenes siempre creemos que se puede cambiar el mundo…
Está bien sentirse joven como para seguir luchando. En el prólogo de sus Crónicas, Albert Camus nos dice:
«La verdadera desesperación no nace frente a una terca adversidad, ni en el agotamiento de una lucha desigual. Proviene de que ya no conocemos las razones para luchar ni si, cabalmente, es preciso luchar. Las páginas que siguen dicen simplemente que, aunque la lucha sea difícil, las razones para luchar, al menos, continúan estando claras».
Este texto genera eco para nosotros tanto a nivel social como a nivel profesional. Y si las razones siguen estando claras, debemos luchar.
En tu opinión, ¿cuáles son las amenazas que nos atenazan hoy en día como individuos y como sociedad?
Creo que hay muchas. Hemos discutido mucho en el proceso de creación sobre cuáles eran más interesantes para contar hoy en día. Por ponerte algunos ejemplos que pueden parecer no muy obvios, pero que encontramos en nuestro entorno: el silencio, estamos tan rodeados de ruido que no nos detenemos a escuchar a los demás. Nos hemos metido en tal vorágine que ni siquiera nos detenemos para nada. Solo producimos, estamos pendientes de producir continuamente en cualquier ámbito de nuestra vida y no nos paramos a escuchar el mundo. No escuchamos el mundo y tampoco a nosotros mismos ni a nosotras mismas. Nuestra propuesta viaja a través de esos términos.
En nuestro caso, la Peste no llega como una extranjera a este pueblo, sino que ya estaba, pero no la veíamos. La Peste se alimenta de un caldo de cultivo que creemos que está bastante instaurado en nuestra sociedad. Es posible que ahora, en España, no emerja como un dictador militar que subyugue a la población por la violencia explícita. Pero creemos que existe un poder ‘invisible’ que nos va sometiendo a sus leyes objetivas, al orden y al miedo. Miedo a expresarnos libremente por las represalias que puedan generar, miedo a perder el ‘status’ que creamos tener, miedo a estar sin trabajo, miedo, miedo, miedo… que nos aleja a unos de otros y que nos hace olvidar que una de las cosas más bellas que tenemos como sociedad es la unión fraternal que puede generar el amor si nos cuidamos. Ahí aparece la figura de la mujer, representada por Camus en el coro de mujeres, que nos invitan a relacionarnos de otra manera y eliminar ese caldo de cultivo de crispación, enfrentamiento y odio del que se alimenta la Peste.
¿Te reconoces viviendo en ese pueblo dibujado por Camus?
Desgraciadamente sí. Menos mal que nos queda el teatro como vacuna para reflexionar sobre el suelo que pisamos.
Aunque en el montaje no proponéis una solución, porque no existe… ¿Cómo se puede conseguir una democracia mejor o una mejor forma de gobierno?
En mi opinión, el término ‘democracia’ se está devaluando de tanto usarlo. Hay muchas formas de democracia en el mundo y querer definir una como verdad absoluta igual no es el mejor procedimiento. Uno de los alimentos de la Peste también es ese, el de la polarización de los términos. O estás conmigo o estás contra mí. La forma de relación entre los pueblos es algo muy difícil de conseguir. No tengo herramientas de discurso político como para aseverar qué es mejor o qué es peor, pero seguro que la imposición no es el camino. La autoridad no reside en esa imposición que, según mi punto de vista, pertenece a un mundo anterior. La autoridad no se impone, la autoridad se concede. Y es el pueblo en su conjunto el que debe tener la responsabilidad de conceder esa autoridad a una figura con unos valores determinados. Si el pueblo está disuelto o enfrentado, la Peste se beneficiará de ello distorsionando las ideas y haciendo que lo radical se instale, que se imponga el populismo. Asimismo, al poder le interesa ese pueblo indiferente y manejable. Uno de los textos de la propia Peste nos ilustra claramente en este caso. Dice:
«Un muerto, si queréis mi opinión, es refrescante, pero no da rendimiento. Lo ideal es obtener una mayoría de esclavos con la ayuda de una minoría de muertos bien elegidos».
Si entendemos el término ‘muerte’ de manera abstracta, no solo como muerte física, y la proyectamos a cualquier plano social, podemos entender esa función de la Peste. El poder, ese poder que no es tangible como un dictador como el que teníamos hace 40 años y sobre el que escribió este texto Albert Camus, se alimenta de esos esclavos. Lo que tenemos que detectar primero es si, de alguna manera, estamos esclavizados.
¿Crees que el futuro se pinta en verde militar o en verde esperanza?
Pues espero que no sea de verde militar. Tengo la esperanza de estar rodeado de una sociedad que ya no tolerase esa forma de mando directo. Pero muchos días, según lo que sucede a nuestro alrededor, a uno le entran dudas. Lo del verde esperanza, pues hay días que sí y días que no. Pero más allá del futuro, me gustaría pensar en esas pequeñas acciones que podemos plantear en nuestro presente y que puedan generar un terreno de cultivo que no acepte la violencia como ‘modus operandi’. Esas acciones cotidianas que vayan creando una nueva realidad en la que el diálogo se sobreponga a la imposición.
Con La Tempestad pusisteis el listón muy alto. Imagino que enfrentarse a un estreno siempre da vértigo. ¿Pero ahora quizás un poco más? ¿O todo lo contrario?
Pues sí, siempre da vértigo. Otro lugar común parece, pero es real. Cada montaje da más vértigo porque uno tiene la sensación de que es más difícil encontrar soluciones a los problemas escénicos. O intenta experimentar sobre aquello que no controla tanto y no quiere repetir “recetas” de montajes anteriores. Sí que puede dar la sensación de que La Tempestad dejó el listón alto, pero también tenemos que tener presente que la naturaleza de La Tempestad no es la de El estado de sitio y, tanto el proceso de una como de otra, así como su expresión final compartida con el público, son y serán diferentes por necesidad. Así que lo único que nos queda es sentir la naturaleza que nos traslada Camus a través de su texto e intentar convivir con esa naturaleza. Así, tengo confianza que llegaremos al público igual que hicimos con Shakespeare.
¿La Tempestad fue un punto de inflexión para vosotros como AlmaViva Teatro?
Creo que desde 2011, cuando montamos durante tres años consecutivos el Don Juan en la Plaza de la Cebada, con FuenteOvejuna. Ensayo desde la violencia o con La Noche Justo Antes de los Bosques, comenzamos un camino de trabajo que continuamos con La Tempestad y que ahora se ve reflejado en El estado de sitio. Han pasado años y creo que estamos planteando una forma de trabajar que, por un lado, nos satisface en el proceso de creación y, por otro, parece que es interesante para el público que lo quiere compartir con nosotros.
En términos de recepción, La Tempestad fue un impulso precioso porque las apuestas eran muy altas a nivel de creación y obtuvimos un apoyo grandísimo por parte del público y además se vio refrendado con los dos Premios Godoff de aquel año. Por otra parte, nos ha dado la oportunidad de trabajar en un espacio como el Corral de Comedias de Alcalá, donde demostramos que la isla de Próspero podría viajar a cualquier espacio que se prestase para vivir aquella mágica aventura y que la experiencia teatral se puede mostrar de tantas maneras como espíritus creativos la conformen.
Al final, los ‘puntos de inflexión’ son como momentos que te hacen aprender de lo que vas haciendo y te invitan a transitar unos caminos determinados. A mí, personalmente, me interesan los caminos que invitan al riesgo y a descubrir lo desconocido. Es así como me planteo los procesos. A lo mejor también por eso hemos tardado más de dos años en presentar una propuesta nueva. Es necesario mirar alrededor y respirar para poder ofrecer algo a aquellas personas que deciden compartir con nosotras un lapso de sus vidas. Un lapso que cada vez es más valioso y que debemos cuidar lo máximo posible.
Háblanos un poco de esa maravillosa simbiosis AlmaViva Teatro y La Puerta Estrecha
Pues es una relación que comenzó allá por 2012 cuando me invitó La Puerta Estrecha a integrar, como actor, el elenco de Madre Coraje, de Brecht. Poco a poco fui entendiendo el mundo en el que se mueve este lugar, que está lleno de energía. Con Eva Varela Lasheras fui teniendo una relación cada vez más fluida a partir de nuestra estancia con La Noche Justo Antes de los Bosques, que tantas alegrías nos ha dado desde 2014, y después llegó La Tempestad… lo demás ya es historia. Son estas sinergias que se crean sin una causa determinada, solo que las energías son afines en términos de rigor del trabajo, riesgo y búsqueda de propuestas estéticas que tengan algo que contar a un público. Sabemos el lugar que ocupamos en el espacio del OFF de Madrid y lo asumimos. Y creo que esa aceptación de crear desde un lugar como La Puerta Estrecha hace que AlmaViva Teatro pueda crecer a través del teatro que propone.
¿Cuál es la peste de estos tiempos?
Creo que, sobre todo, lo que nos acucia a todas las personas es el miedo. Un miedo que nos paraliza, que nos amordaza y que no nos deja evolucionar libremente como seres humanos. La historia es si es posible luchar contra ese miedo o, simplemente, detectarlo para enfrentarnos a él.
¿Y quiénes serían los ‘Diegos’ hoy en día?
Podríamos hablar de quiénes son los ‘Diegos’ de hoy en día. Y también de quiénes son las ‘Victorias’. Porque tengo la impresión de que Diego realmente aprende de Victoria. Y que el personaje que más peso tiene en el texto de Camus es el de Victoria. Ella es la que no tiene miedo nunca. Ella es la que enseña a Diego a que la muerte violenta no es la solución, sino el hecho de la unión entre las personas para no dejar que emerja la Peste. En el momento en que la crispación, el miedo y la violencia dejen paso al amor, la Peste no tiene nada que hacer y debe abandonar la ciudad. Creo que eso es lo que nos enseña la pieza y por eso creo que debemos fijarnos en esa Victoria posible.
Diego es el hombre que acepta el sistema de lucha y sacrificio a partir de las herramientas que el propio sistema le ofrece. Fracasa. La verdadera revolucionaria en este sentido, y bajo mi punto de vista, es Victoria. Las ‘Victorias’ de hoy en día las encontramos en todas aquellas personas que no aceptan esas reglas que hieren al ser humano, a cualquier ser vivo; es esa persona que puede decir lo que piensa para mejorar el mundo; esa persona que no acepta la censura por miedo a la represalia o que no acepta el poder impuesto por un beneficio personal, que no tiene miedo a la muerte porque ama la vida.
Teatro de la Puerta Estrecha
Hasta el 16 de diciembre