Director artístico de Teatro del Temple, Teatro de las Esquinas y Temple Audiovisuales, Carlos Martín Bazán consigue compaginar todo y ‘parir’ continuamente atractivos proyectos. Cerca de su vigésimo quinto aniversario, la compañía trae a Madrid una atrevida versión del clásico La vida es sueño, de Calderón de la Barca
Por Yaiza Cárdenas / @yaizalloriginal
En junio La vida es sueño llega al Teatro Bellas Artes de Madrid ¿Qué es lo que hizo que Teatro del Temple se decantase por representar esta obra, su primer Calderón, y no otra?
Bueno, supongo que la edad. Temple va a cumplir 25 años en el 2019 y pensamos que La vida es sueño es una obra que hay que tratar con una cierta madurez: entender lo que es el ser humano, su dilema entre lo que el destino parece que le prepara y el libre albedrío, el tomar esta conciencia de la vida como algo casi onírico, casi irreal, en la que, como trata Calderón, a veces parece más que se tratara de un sueño que de la realidad. Esa relación tan fuerte también que plantea Calderón entre padre e hijo, entre el mundo del Rey Basilio, un mundo anclado en lo telúrico y en lo antiguo, en lo mágico, y este otro mundo que quiere despertar. En fin, hay como varios conflictos y varias tramas que, bueno, es importante ir alcanzando una madurez mental y artística para desentrañar todos esos misterios que Calderón plantea.
¿Has encontrado una dificultad añadida al tratarse de una obra tan conocida y tantas veces representada?
Sí. Siempre que te enfrentas a un clásico, de alguna manera, te enfrentas al contraste de los clásicos que todos los espectadores tienen en su cabeza, lógicamente. Hay siempre una idea de lo que todos sabemos de esa obra por referencias, por haberla leído, la juventud… lo que sea. Entonces, siempre que se ve un formato que de alguna manera plantea una investigación sobre la obra, lo ideal es que el espectador llegue sin prejuicios y con la mente abierta para ver qué es lo que ocurre ahí. Pero oye, en general a la hora de llevar a escena la obra, yo creo que está tan bien planteada por el texto de Calderón y, sobre todo, que son tan estimulantes las dobles y triples tramas que ahí ocurren, que es una buena guía para llevarla a escena. El dejarse llevar y, sobre todo, el trabajo con los actores es muy importante.
¿Cómo surge la idea de hacer algo tan contemporáneo de un clásico?
No sé si en el fondo es tan contemporáneo, pero creo que queda en un territorio bastante equidistante del concepto que podríamos entender como clásico. El verso, y hasta de alguna manera la puesta en escena, está en algún equilibrio entre esos dos mundos. Tiende a ir más hacia lo contemporáneo en una cierta estética de algunos personajes y en una cierta dinámica más coral de la puesta en escena y de la música en directo para construir ritmos con el verso y el ambiente, pero creo que guarda un buen equilibrio con lo clásico, muy interesante para el público. Pienso que el texto de Calderón sigue sonando muy moderno, muy contemporáneo y con muchísima fuerza, y el verso en este sentido no hace más que apoyarlo y darle esa musicalidad y esa léxica sonora.
¿Qué tres palabras utilizarías para resaltar los puntos fuertes de la obra a nivel trama y qué tres para definir su puesta en escena?
Destino, política y conflicto. Para la puesta en escena, coralidad, ambigüedad y dinámica. (Risas) Es una prueba compleja esta ¿eh?
En La vida es sueño se presenta un mundo opresivo ¿qué similitudes crees que tiene con la sociedad actual?
Sí. Siempre que revisamos los clásicos nos damos cuenta, como no puede ser de otra manera, que el mundo en sustancia, en lo esencial, no cambia. Cambia en sus formas, en sus procederes y en sus maneras, pero lo esencial, lógicamente tratándose de seres humanos, siempre está ahí. Este mundo opresivo en La vida es sueño es el mundo que ha creado el Rey Basilio y que tiene que ver más con la superstición, con la magia. Es por todas estas creencias por lo que ha llegado al punto de encerrar a su propio hijo. Esta situación lleva a la contemporánea y eterna trama de Calderón, el ser humano frente al destino que le ha tocado, en este caso a Segismundo y lo que puede hacer con él. Esto que se llama el libre albedrío, cómo él puede ir transformando las circunstancias, algo que parece que estaba ahí. Pues esto es eterno en los seres humanos. ¿Dónde está lo que parece que nos está predestinado por nacimiento y clase social? ¿Dónde termina y dónde está el margen que los seres humanos tenemos para modificar esto? Y ¿tiene sentido o no tiene sentido hacerlo? Y todo esto viene complementado por otras tramas que son siempre eternas a los seres humanos: la intriga del poder, los intereses en este sentido que ahí cohabitan y otros conflictos, como el de Rosaura con su padre, que es brutal.
Además de un músico en directo (Gonzalo Alonso), el elenco se encarga de la percusión y canta ¿cómo ha sido ese trabajo de compenetración?
Sí, llevamos ya un tiempo en Teatro del Temple intentando que la etapa de creación, todo lo que tiene que ver con los ensayos, tenga esta coralidad, este trabajo colectivo de los actores que sí que tiene que ver a veces con lo rítmico, con lo físico, con un trabajo donde todos los personajes son importantes y se perfilan, donde todos los personajes a su manera son protagonistas y antagonistas de lo que ocurre en sus relaciones, y eso lleva siempre a una cierta dinámica, como he dicho, coral. Esto hace que los personajes suelan estar generalmente en escena y suelan también participar en este ejercicio de, digamos, distancia escénica en el mejor sentido, en el cual puedes encarnar diferentes personajes con pocos cambios de vestuario. Tiene que ver con lo positivo y con una cierta energía y emoción que en ocasiones se desplaza, ligeramente, de lo realista.
¿Recuerdas qué pensaste de esta obra al leerla por primera vez?
Yo creo que es muy importante esa sonoridad, esa fuerza, esa contundencia y, al mismo tiempo, esa gracia por las palabras. La fuerza del léxico de Calderón es impresionante. Y, bueno, siempre conocemos más lo que le pasa a Segismundo, pero es muy interesante también lo que sucede al resto de los personajes y la fuerza que Calderón le da ya entonces a las mujeres, a lo femenino. Estrella y Rosaura son dos mujeres de armas tomar que buscan su espacio y que luchan por conseguirlo y, en ese sentido, no se doblegan a las leyes de los hombres, sino que están ahí batallando hasta el final. Eso también es muy novedoso en la escritura de Calderón. La composición de los personajes está muy cuidada. Hasta Clarín, que sería el gracioso, no es solo el gracioso; es un ser humano que también pasa hambre y que necesita, de alguna manera, encontrar su lugar.
¿Cómo fue la elección del elenco?
En este caso también guarda un equilibrio entre, digamos, la ‘vieja guardia templaria’ (los actores que llevan muchos años trabajando con nosotros) y una notable apertura a nuevos intérpretes, para construir este equilibrio de energía e innovación. Para satisfacer ese aspecto rítmico que queríamos darle, hemos intentado completar el elenco con actores de diferentes estilos y disciplinas, para mezclarlas en la puesta en escena.
Teatro del Temple cumple ahora 25 años ¿qué cambios destacarías desde que empezasteis con la compañía hasta la actualidad?
Esa madurez de la que hablábamos antes y la importancia del trabajo en equipo. También es importante el conocimiento de mercado, que a veces impone duras leyes, y el guardar un equilibrio con la poética de la compañía, la lógica y la ética del trabajo de la escena. No perder esa ilusión siempre por construir y llevar y volver siempre a la esencia. Volver al local, a los ensayos e intentar siempre construir estos equipos y darles esta ilusión, construir ilusiones en cada proyecto para que cada uno tenga algo de especial. Creo que es uno de los trucos que nos ha llevado a hacer más de 40 espectáculos durante estos 25 años, que no está mal.
El criticón, de Baltasar Gracián, es la última obra de tu compañía, estrenada a primeros de febrero de este año y siendo la primera vez que esta se lleva a escena ¿Cómo ha sido asumir ese reto?
Ha sido una hermosísima locura. Nosotros cogimos el guante que nos arrojó el Departamento de Cultura del Gobierno de Aragón y nos metimos en esta maravillosa locura que es llevar a escena semejante ‘tocho’ de novela filosófica hermosísima, que además entraña grandes misterios y grandes surrealismos. Esta sí que la hemos llevado definitivamente a lo contemporáneo y ha sido muy interesante también en el trabajo de dramaturgia con José Luis Esteban, que forma parte del elenco principal de Teatro del Temple y con quien también hemos trabajado el verso en La vida es sueño.
Has trabajado mucho fuera de España ¿qué te ha aportado el trabajar internacionalmente?
Es siempre muy interesante lo que descubres. Yo cuando me fui ya llevaba unos cuantos años de trabajo en España y pasé casi 12 años en Italia, yendo y viniendo, y yo me llevé una mochila cargada de ideas que pude vaciar allí y cargué otra mochila, que pude vaciar aquí. Yo creo que ese intercambio de ideas, de culturas, de maneras de trabajar, del conocimiento de otros idiomas… te da perspectiva. Te sirve para descubrir la otra cultura y, sobre todo, te sirve para descubrir la propia, porque cuando estás fuera Valle-Inclán o Lorca de pronto también cobran un sentido especial y diferente y, entonces, te ayuda mucho también el realizar lo propio. Siempre es muy estimulante en ese sentido.
Teatro Bellas Artes
Del 6 al 24 de junio