¿Quiénes formáis parte de la Compañía El Asombro y qué tipo de teatro os interesa llevar a cabo?
Ariel Bar-On: La Compañía El Asombro somos Natalí Lipski, Julieta Koop, Zoilo Garcés y yo. Nos interesa un teatro que se pregunte por sus formas en todos los aspectos, sus formas de narrar, de construir obra, por sus formas escénicas, y de qué manera eso que nace de las preguntas se materializa en una escena, cómo se integra también. Es un proceso que a veces puede ser muy incierto o caótico, pero tengo también la tranquilidad de que eso encuentra un orden, o no, porque no sé si se va a ordenar, pero sí que encuentra su forma. Nos interesa un teatro que cuestione ciertas formas, pero no por cuestionar desde un lugar rebelde necesariamente, sino que nos cuestione nuestras formas, aprendidas y aprehendidas. Tiene que ver con nosotros. Como si en la creación de la compañía hubiera una pregunta fundante: ¿Qué es hacer teatro hoy? ¿Es teatro lo que hacemos?
Julieta Koop: Tiene que ver con nosotrxs y con lo que nosotrxs tenemos para decir; con lo que nos rodea y nos impacta, ahí está lo potente. En principio no nos queremos meter con algo que no conozcamos. Nos queremos preguntar sobre lo que nosotrxs queremos decir. Hoy es esto, mañana no sé, será otra cosa.
Natalí Lipski: Principalmente nos interesa poder hacernos preguntas, creo que ese es el espíritu que sobrevuela, preguntarnos y cuestionarnos, qué queremos decir, cómo y por qué. Hay muchos espacios de intercambios que compartimos y por lo general son preguntas que disparamos para abrir pensamiento… me parece que esa es una forma de hacer. No dar por sentado, estar en jaque, cuestionar la comodidad o el sentido común. Y generar un marco de una nueva o falsa comodidad en ese movimiento o puesta en duda.
¿Cuáles han sido vuestros referentes?
Ariel Bar-On: Creo que es un proyecto que está cargado de muchos referentes que tal vez quedaron invisibles u ocultos por el diálogo que hacemos con ellos, pero que están presentes desde el comienzo. Por lo que piensan o hacen, o por los temas que tratan: Borges, Paul Auster, textos de Ricoeur y San Agustín en relación al tiempo y las narraciones. Muchas películas, algunas con asociación por el tema, escenas de despedidas de Casablanca o Titanic, y en términos de funcionamiento narrativo, de estructura, nos interesan Paul Thomas Anderson, Charlie Kaufman… En el cine de Lucrecia Martel, por ejemplo, hay un pensamiento que ella tiene sobre la creación con el que nos sentimos en diálogo y conmovidos. También, al pensar en referentes, o en diálogos que mantenemos, esta obra es una coproducción con CasaTeatro Estudio, la sala de Martín Flores Cárdenas en Buenos Aires, donde será estrenada y dónde venimos trabajando. Nosotros nos sentimos alojados en este espacio, no sentimos que estamos simplemente poniendo una obra en un teatro, sino que estamos habitando un espacio en donde nos sentimos representados. Guardamos una relación intrínseca con este lugar. Por el lenguaje y la curaduría de la sala, es alguien con quien nos interesa mantener un intercambio.
Es extraño porque nombrar es en algún punto limitar algo que es infinito. Tenemos un material de archivo muy amplio. Tuvimos un año entero, el 2023, que fue puramente de investigación y lecturas. Nos dedicamos a hablar y reflexionar sobre esto, las formas de contar y los referentes que tenemos al respecto. Hemos visto películas y hemos leído textos juntos, hicimos ese ejercicio.
También pienso en lxs alumnxs que conocí desde mi rol docente. En esas personas que se acercan con avidez, entusiasmo, curiosidad o crítica a un espacio determinado para conocer más, para compartir con otras personas.
Quizás esto me aparece por los temas de interés, por las formas de ensayo y de trabajo, por lo que se puso en movimiento respecto de las clases, los modos de ensayar, la pedagogía, la creación de un nuevo espectáculo, las personas que se acercan al estudio de una disciplina artística, entre otros temas que circulan. Por ese tránsito en la creación de la obra, creo que a la hora de pensar referentes tengo como faro, más que a lxs maestrxs, a lxs alumnxs.
¿De dónde nace Las despedidas?
Zoilo Garcés: Nos conocemos hace muchos años, compartimos diferentes espacios, algunos de formación, de entrenamiento y otros de gestión y producción artística. El proyecto surgió luego de compartir la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires en el año 2022. A partir de esa experiencia formativa, de intercambio intensivo, decidimos reunirnos y trabajar juntos. Nos pasó que nos interesó mucho el trabajo de lx otrx y tuvimos ganas de juntarnos para realizar un nuevo proyecto escénico. Sin saber muy bien qué ni cómo, la motivación estaba en compartir un espacio de trabajo y pensamiento en torno a la escena. Esto caracterizó la dinámica de trabajo de la Compañía, desde el principio nos juntamos con una pregunta, que casualmente es la que motoriza la obra, la que se repite en diferentes momentos: qué queremos contar y por qué. La pregunta por el qué hacer iba siempre acompañada por la reflexión en torno a la escena actual y nuestro lugar en la misma, pensar desde qué lugar contar, y de qué formas. Nos reunimos durante todo el 2022 con diferentes formatos: lecturas, ensayos, salidas, miramos películas, fuimos al teatro. Compartimos reflexiones propias, anécdotas personales. Al cabo de un año nos dimos cuenta que teníamos una acumulación suficiente de trabajo hecho que podíamos encauzar en una obra.
¿Cuáles son los temas principales que atraviesan la obra?
Zoilo Garcés: El paso y la forma del tiempo. Las dinámicas colectivas. Los espacios de formación y las personas que los habitan, las relaciones que se construyen entre ellos. La pedagogía, la práctica y la reflexión sobre la docencia. El amor, los vínculos, las formas de crear, el desarrollo profesional, las expectativas, las frustraciones, los deseos, los miedos.
¿Cuántas veces habríais deseado una despedida distinta?
Julieta Koop: Varias veces. Ahora mismo se me vienen a la mente dos seguro. Son situaciones que todavía recuerdo y aún no logro comprender. Lo más triste es cuando no hay una comunicación entre las partes, y no se da el espacio para la despedida. Eso me parece importante, que la despedida exista, que se digan las cosas que se quieren decir. Que no queden cosas pendientes.
Natalí Lipski: Pienso que hay muchas situaciones que al momento de estar transitándolas no tenemos la posibilidad de la observación o reflexión, instancia que sí se abre muchas veces con la distancia. Y que estas vivencias más fuertes emocionalmente las puedo reformular una vez que pasa el tiempo y ahí puedo pensar sobre ellas, que a veces se dan así, desprolijas, abiertas, confusas. Me hubiese gustado que fueran de otra manera, pero también acepto o entiendo que parte del vivir tiene que ver con esos ‘errores’ o decisiones no tan acertadas.
Ariel Bar-On: Inevitablemente, la pregunta me hace pensar en qué considero despedidas, y si tuviera que animarme a una primera asociación creo que me aparecen dos caminos: las rupturas y la muerte. Con las primeras, muchas veces deseé que se hayan dado de una forma distinta, pero también noto que eso tenía mucho que ver con lo involucrado que podía sentirme en lo emocional cuando pasaron. Después, con el tiempo, empecé a creer que la manera en la que sucedieron fue por alguna razón, y eso me da tranquilidad para no darle más vueltas o buscar explicaciones. Quizás las hipótesis y reformulaciones por otras formas aparecen en una instancia de resistencia a que eso sea una despedida, o de deseo por algo diferente. Ahí, en ese punto, en esa ramificación y construcción de escenarios, casi ficcional, sucede una parte de la obra también. Alguien que imagina lo que hubiera sido, o lo que hubiera deseado que sea.
Con el segundo grupo que me salió nombrar sobre lo que entiendo como despedida, no sé qué decir, porque creo que es algo frente a lo que no tenemos mucho que se pueda decir. Hay personas de las que me hubiera gustado poder despedirme. Y que quizás, el dolor o la impotencia reside en que en ese último encuentro que sucedió, no supe que era una despedida. También, y en oposición, siento algo de tranquilidad, porque afortunadamente, en la mayoría de esas situaciones fueron personas con las que siento que lo vivido no dejó cosas pendientes.
Zoilo Garcés: Al ser una persona que ha vivido por lo menos en tres lugares diferentes, asumo el lugar de las despedidas como algo natural. Estoy acostumbrado a irme y también a despedirme. A asumir que uno se despide como puede, como le sale. Muchas veces lo que uno planifica no es tan posible con lo que sucede, y entendí que está bien, que las despedidas son como son. Quizás las despedidas más difíciles son cuando alguien muere de manera repentina. Pero con eso no hay nada que hacer, sino atesorar lo vivido, y quizás pensar despedidas imposibles que nos sigan atando al recuerdo de esa persona que ya no tenemos entre nosotros.
¿Despedirse es una de las cosas más complicadas de hacer en la vida?
Julieta Koop: Sí, me cuesta despedirme pensando que no voy a volver a ver a la otra persona, o sabiendo que el vínculo no va a continuar. Me cuesta aceptarlo. Prefiero despedirme pensando que de alguna manera la relación continuará. No sé cómo, pero de alguna manera.
Natalí Lipski: Las despedidas más difíciles son aquellas que internamente ya sabes que no van a tener un reencuentro, o por lo menos no uno próximo. Despedirse y saber que ese vínculo no va a continuar, aún no siendo algo explicitado, me parece una instancia dolorosa y difícil. También dejar ir a personas que queremos y que están lejos, que siguen estando en nuestra vida pero no en lo cotidiano o en las nimiedades del día a día, son despedidas que implican una recarga por volverse a ver y la cercanía pero sabiendo que en la rutina no se pueden sostener de ese modo.
Ariel Bar-On: No sé si lo tengo claro. A veces tengo la sensación que la despedida en sí no es complicada, sino el miedo a que sea definitiva. Y ahora que lo digo, pienso si no será algo esencial para definir una despedida como tal. Si hay posibilidad de reencuentro, entonces ¿no es una despedida? Por distintas circunstancias, muchas personas que quiero están lejos. De alguna u otra manera, siento que eso genera una especie de ‘entrenamiento’ en despedirse, como a veces le decimos de manera más coloquial. Pareciera que mientras más te sucede, mejor lo transitas. No porque se aliviane, sino porque lo conoces, y quizás, desarrollas herramientas para eso. También creo que están esas otras despedidas, que tal vez sean las más complejas, que son las que uno entiende que fueron despedidas pero a posteriori. Por eso, tengo la sensación que lo más complicado quizás no sea el acto de despedirse en sí, sino lo que contiene, entre otras cosas, que es la posibilidad, o el miedo, a lo definitivo.
Zoilo Garcés: Despedirse es asumir que algo está terminando, que se está cerrando un ciclo. Quizás en ese momento no lo tengamos tan claro, ya que cuando nos despedimos nos rompemos un poco, algo en nosotros se quiebra y nunca se va a volver a unir. Pero el tiempo, ese gran maestro, nos enseña que la vida es un sinfín de despedidas, de caminos que se cruzan y se separan todo el tiempo. Y que cuando asumimos algo de ese tránsito, las cosas pueden mirarse con otro cristal.
¿El individualismo de nuestra sociedad contemporánea complica aún más consolidar las historias de amor?
Natalí Lipski: En primer lugar, para poder amar a un otro es necesario poder salirse de unx mismo, negociar, dialogar, aceptar, se requiere de concesiones. Al estar viviendo una época en la que prima el deseo individual, donde la otredad tiene una connotación negativa, se acota la posibilidad de consolidar historias de amor o vínculos amorosos en sí mismos. Para armar lazo tenemos que salir al mundo de los otrxs y exponernos, salir de la burbuja del ego, de la imagen, de lo virtual.
El texto es también un desafío continuo entre una profesora de teatro y sus alumnos. ¿Fue así vuestro proceso formativo?
Julieta Koop: Este desafío que observas tiene que ver con nuestro tránsito como estudiantes y también como docentes. Posicionarnos entre ser estudiantes y ser docentes. Creo que en mi tránsito estudiantil tuve una posición de preguntas y de cuestionamiento sobre el trabajo y, al mismo tiempo, como docente siempre agradezco la presencia de aquellos estudiantes que proponen y habitan el espacio desde un lugar de mayor intercambio, de enriquecimiento, de brindar otra mirada a la dada.
Ariel Bar-On: Creo que no, y creo que hay algo en la obra donde nos preguntamos por el proceso formativo que nos hubiera gustado tener también. Siempre me costó esa idea del docente en un lugar vertical, y me gusta pensar a la clase como un espacio de creación común, colectivo. Si bien el docente lleva la planificación, hay que estar permeable a reconocer a las personas que ocupan ese lugar con vos en ese momento. Que el docente pueda percibir esa singularidad, y llevar los contenidos y las formas de ese espacio de acuerdo a la forma que tenga el encuentro. Pienso a la docencia no como algo que se desprende de mi profesión artística sino como algo esencial. Una actividad en sí misma. En este sentido, creo que no se trata de hacer una buena obra o una buena clase, porque tampoco sé qué sería eso. Sino más bien propiciar las condiciones y propuestas para construir un espacio que resulte transformador para las personas que lo habitan.
Natalí Lipski: Yo pude transitar diferentes espacios formativos y cada uno tuvo sus características. Sin duda, los que más valoré, que me nutrieron o me marcaron en mis preguntas y búsquedas fueron aquellos que permitían una fluidez en esos intercambios, que abrían preguntas. No aquellos que marcaban esa asimetría, necesaria en un aspecto, pero no fundante cuando es rígida o autoritaria. Aquellos docentes que podían dialogar con ese grupo de estudiantes en particular y no dar contenidos a una masa sin singularidad de ningún tipo. Eso se percibe y muchas veces aplasta lo creativo o curioso.
Cuando sales de una escuela de teatro, ¿sientes que tienes las herramientas suficientes para comenzar en el mundo de las Artes Escénicas?
Julieta Koop: Considero que ahí está la contradicción del Arte en la universidad. Si bien lo elegí en su momento como estudiante, y hoy como docente, y le pongo la cabeza y el cuerpo en mi vida cotidiana, creo que esta formación no logra del todo dar las herramientas para el desarrollo laboral y abordar la complejidad del ámbito profesional que tiene esta actividad. Fui a la universidad porque quería que la actuación fuera mi profesión. A partir de eso, pareciera que tengo la legitimidad universitaria, pero esto no significa que logre un pasaje automático al ejercicio laboral de esta actividad. Hay un componente de frustración y de conocer la complejidad de este ámbito que percibo que quizás eso no se da en la universidad. Eso ya tiene que ver con la singularidad de cada uno y con la dinámica cambiante del mundo y los contextos de producción posibles. En otras carreras universitarias pareciera haber una currícula que es más lineal. En lo artístico esa transición es bastante más compleja, en el tránsito de un proceso y de un estadio al otro. Finalmente en el Arte estamos formándonos todo el tiempo. Puede parecer una frase hecha, pero creo que es así.
Ariel Bar-On: También considero que no sales con las herramientas suficientes pero, en realidad, porque creo que nunca voy a tener las herramientas suficientes para nada. Eso me mantiene en un estado dinámico, vital. Lo veo como un proceso infinito. Cada obra me forma y cada grupo de la escuela de actuación también. Al armar un curso nuevo, un seminario nuevo, me preparo más que cuando era estudiante. Creo que como docente soy mejor estudiante. Me preocuparía el día que piense que ya me formé lo suficiente, que ya conozco lo suficiente de la actividad y del mundo. Y no, ese día no creo que llegue nunca. Creo que eso me mantiene muy conectado, me apasiona y me desespera a la vez.
Natalí Lipski: Creo que cuentas con algunas herramientas, que pueden ser útiles en ciertas experiencias y en otras no tanto, y que, por suerte, siempre hay algo de la experiencia, lo intuitivo que también entra en juego. No creo que la formación se termine, de hecho, en lo personal siempre soy muy curiosa de conocer y atravesar espacios nuevos. Me parece sumamente nutritivo complementar lo laboral y más formal con espacios en los que el cuerpo pueda entrar en laboratorio y desarmarse. Y cuestionar esos lugares o saberes que creemos norte.
Me sé la respuesta de la profesora a la pregunta de: ¿Por qué narramos?, que se dice en el texto, pero ¿cuál sería la vuestra?
Ariel Bar-On: No lo sé, creo que por eso hacemos la obra. Muchas de las preguntas que hace la profesora, son las preguntas que nos hacemos, son preguntas contemporáneas que tenemos nosotrxs. Tengo ciertas intuiciones pero no podría dar una respuesta, la obra es una excusa para profundizar en preguntas que nos hacemos nosotrxs en la creación en este momento y encontrarles una forma escénica que no es definitiva, pero que es una forma de compartir eso que nos conmueve.
Natalí Lipski: Porque no queda otra. Hay algo de lo que dice la profesora que es lo que sentimos o pensamos. Para capturar algo y que no se pierda. Para permanecer en un lugar. La narración da la posibilidad de sumar, reversionar y modificar el suceso inicial, ese recuerdo permite la aparición de algo novedoso o diferente. Puedo ser, hacer o vivir situaciones diferentes a las que sucedieron realmente en esa ‘primera vivencia’ que ya es pasado y vuelve.
Julieta Koop: En ese texto de la profesora está la tesis de la obra. Al encontrarnos con estos textos de San Agustín, Ricoeur y Borges, nos interpeló la pregunta por el tiempo y la manera de capturarlo, la manera de explicarlo, de definirlo. Pensamos que en la narración lo podemos encontrar. Es la única manera de que no desaparezca esa imagen pregnante en el recuerdo, de no perderla, de capturarla, incluso la única manera de entender algún suceso relevante en la vida es contándolo, narrándolo.
¿La principal necesidad de un intérprete es mostrar más que contar?
Julieta Koop: Depende del actor que seas o que quieras ser. En mi caso, después de muchos años de actuar en obras de otrxs, hace un tiempo me di cuenta que quería hacer también mis propios trabajos, preguntarme qué quería contar, qué me interesaba contar a mí. Fue ahí cuando empecé a escribir mis propios materiales, y más tarde me reuní con mis compañeros y formamos esta compañía. Creo que es un acto de coraje asumir eso, no es fácil, al menos no lo fue para mí. Tal vez por demasiado respeto a esa formación universitaria de la que hablábamos antes, el título que dice que soy Actriz y no otra cosa. Me parece fundamental descubrir esas ganas, esa potencia, tomarla. Reunirse con las personas con las que darle forma, con las que puedas contar aquello que te interpela, que te interesa.
Natalí Lipski: La obra hace énfasis en esa instancia de los alumnxs queriendo mostrar, igualando el actuar al mostrar. Me interpela esa premisa y me hace pensar en ese límite entre lo teórico y lo práctico. Personalmente soy muy curiosa y me gusta formarme, leer, profundizar, pero identifico que me motiva y sostiene en primer lugar el hacer, el crear, poner el cuerpo y partir de eso, y que las preguntas, inquietudes e interrogantes surjan de esa búsqueda. Lo mismo en cuánto a los procesos de creación, me estimula ese rumbo no tan lineal.
Ariel Bar-On: Me entusiasma pensar en la idea de mostrar más que decir. No sé si me interesa decir o transmitir algo. No porque no quiera hacerlo, sino porque no sé si es lo que me interesa del encuentro teatral. Pienso que es las dos cosas, contar y mostrar, pero no necesariamente decir. Me gusta pensar en un espectador que se involucra, que está activo y atento, expectante e inquieto. Y que en ese encuentro, al poder mostrar algo, presentar algo, no decir o poner conclusiones delante, sino problemas, sucede algo. Algo del orden emocional, analítico, reflexivo o filosófico. Intento que eso que uno pueda mostrar, sea de la forma más honesta. Sonará romántico, pero confío en que si uno muestra, al menos una parte de todo lo investigado, ese algo que se presenta puede generar algo en el otro. Ahí lo que se cuenta se expande. O más bien, se profundiza. De alguna manera es en ese otro en quien se completa ese ‘algo’, que es impredecible.
¿Hay que contar historias que partan de unx mismx?
Julieta Koop: No necesariamente. Creo que en este momento asistimos a una época de mucho individualismo y primacía del ego, a partir de las redes sociales, de estar exponiendo todo el tiempo nuestra intimidad, que puede llevarnos a ese lugar, pero creo que esto no tiene que necesariamente llegar a la escena, a las obras. Lo que sí me parece interesante, o que puede sumar de esta época o de esta tendencia, es tomar algo propio, algún elemento de la biografía, del cotidiano, como punto de partida para crear. Como inicio, como dato para el relato, pero transformarlo luego, subvertirlo en el proceso creativo, transformarlo en ficción.
Natalí Lipski: Coincido con lo que dice Juli, es importante separar esa utilización de lo personal o íntimo de la construcción que podemos hacer de eso. Trabajar con lo biográfico o autorreferencial puede ser un punto de partida valioso, pero no necesariamente un punto de llegada. Creo que tener acceso a redes sociales, internet, youtube permite en muchos aspectos democratizar lo artístico, lo informativo, pero también en esa facilidad de subir, compartir, hacer, borrar, se abre toda una velocidad, contraria a lo espeso y muchas veces incierto, de la prueba y el error, que en mi opinión es la gran riqueza desde dónde partir. Siempre estamos probando desde nosotrxs mismxs, pero no por eso tenemos que anclarnos en nuestras vivencias reales e individuales.
Ariel Bar-On: Alguna vez escuché a alguien decir, y es algo que repito mucho en mis clases, que para actuar, o crear, uno debe partir de uno mismo. Y ahí se abre un doble sentido que me gusta: partir en el sentido de comienzo, de punto de partida, de empezar en uno mismo. Y partir de partirse, de romperse, o desarmarse, para permitirse ser esos otros. Creo que en esa combinación, entre lo propio y lo ajeno, es donde está lo que me conmueve de un artista; que pueda crear otros mundos, pero al mismo tiempo que ponga algo de sí y me haga cómplice de eso. Esa es la parte que siento más noble de hacer esto. Y la que más me cautiva.
¿Cómo de importante es cuidar el marco en el teatro?
Ariel Bar-On: Es importante, y como creo que lo es, considero igual de importante cuestionarlo. Me parece fundamental pensarlo de acuerdo a cada propuesta, no todas las obras requieren las mismas reglas, de ese marco establecido que, a veces, pareciera estático. Quiero decir, no creo importante sostener un cuidado de manera automática por lo que creemos que es el teatro. Hay muchas convenciones en el acontecimiento teatral que tienen que revisarse, cosas que se piden al espectador o a los intérpretes… Hay ciertos límites del comportamiento en una obra, que quedaron herméticos, limitantes. Sería bueno que cada obra reflexione sobre las formas teatrales que heredamos, estandarizadas. Me interesa jugar con ese rol seguro en el que se siente el espectador a la hora de estar en el teatro. Y si bien sigue siéndolo, también pienso en cómo, sin ponerlo en riesgo, generarle una tensión que termina, muchas veces, traduciéndose en una nueva forma de atención.
Estamos en un contexto mundial de muchos acontecimientos y cambios de paradigmas, y el teatro tiene que dar cuenta de algo de eso, no sólo en sus temas, también en sus modos. No creo que tenga que ver necesariamente con hablar de eso, pero sí con tenerlo presente en el montaje de un espectáculo. Es importante estar atentos y receptivos a cómo impacta todo esto en el acontecimiento teatral. Insisto que no creo que tenga que ver, o no sólo tiene que ver con los relatos que se ponen en escena sino con el encuentro que supone la escena: un encuentro de una masa de gente en un espacio común. Eso, que parece una obviedad sobre lo que supone el marco teatral, siento que hoy se resalta de una manera distinta, por los tiempos que vivimos, por la velocidad, por las formas de relacionarse, por las distancias, por lo fugaz, la ansiedad, la continua aparición de múltiples estímulos, por el estar de los cuerpos, la virtualidad, entre otras cosas. Pienso en algo de la raíz litúrgica de lo teatral que hoy toma otros sentidos.
Julieta Koop: Si pensamos en cuestionar los marcos, es porque nos importan los marcos. Como sucedió con las vanguardias y la práctica de la autorreflexión estética, conocer los medios artísticos para poder transformarlos, cuestionarlos. Conocer lo propio de cada disciplina, de cada práctica, los marcos que regulan, que limitan los distintos espacios que compartimos, dar cuenta de eso y repensar qué nos interesa sostener y qué nos interesa romper o modificar. Es una reflexión activa sobre el teatro que hacemos en este tiempo. No creo que el teatro que hagamos hoy deba tener el mismo marco que el teatro que se hacía 100 años atrás, por ejemplo.
Natalí Lipski: El marco te protege un poco del riesgo, al saber que hay ciertas cosas que no van a pasar, o que si pasan todos vamos a estar de acuerdo en que eso está mal o no corresponde. Es una forma de homogeneizar la experiencia, algo de lo impredecible o de lo vivo queda afuera, porque ya de antemano asumís que no van a pasar. Todo lo contrario a la lógica de vivir. Es un poco un riesgo normalizar esas reglas y creer que son positivas, como también pueden ser muy estáticas. También hay algo histórico que tiene que entrar en diálogo, sino es como si fuera algo ‘bíblico’: una vez se dijo así y queda así.
¿El arte debe o no debe tener moral?
Zoilo Garcés: No, creemos que no. Al menos no la moral que rige las relaciones sociales de la vida cotidiana. En un contexto en el que las nuevas derechas censuran y limitan las expresiones artísticas, creemos que en el arte debe suceder la ironía, el humor y ahí reside su potencia, en cuestionar esa realidad.
¿Influye el momento de tu vida en el que estás para creerte o para representar con más verdad algunos determinados mensajes? Me refiero a cuando vas creciendo y quizás pierdes las ganas de reivindicar según qué causas, como se deja caer en el texto.
Julieta Koop: Creo que sí, la reivindicación de causas, la militancia política, se transforma con el tiempo, con la edad, con el paso de los años. Cuando era estudiante participaba activamente de los espacios de militancia, en el colegio secundario y en la universidad, les dedicaba mucho tiempo y energía. Fueron para mí espacios transformadores. Pienso que con los años lo que cambia es la forma de esa militancia. Es difícil no decepcionarse, o más bien, con el tiempo una se hace otras preguntas, transforma algunas creencias a partir de la experiencia. Eso es estar viva. En mi caso, creo que en estos últimos años trasladé esa potencia, esas preguntas, esa militancia política a mis espacios de trabajo, a mis grupos de teatro. A las reuniones con mis compañerxs, con mis colegas, dentro del medio artístico. Busco insertar esas preguntas y reflexiones en las obras que hago y en los grupos en los que trabajo.
¿El teatro independiente es un espacio de resistencia?
Natalí Lipski: Es el espacio en el que podemos hablar de lo que queremos hablar y crear lo que tenemos ganas de crear.
Zoilo Garcés: El teatro independiente se vuelve un lugar de resistencia sobre todo por el modo de hacer. La génesis del teatro independiente en Argentina se basa en trabajar con una posibilidad creativa y discursiva ilimitada, ajena a las condiciones que pueden llegar a imponerse desde el ámbito oficial o desde el empresarial. Ese espíritu sobrevive hasta hoy, casi cien años después del nacimiento del primer teatro independiente en el país, en 1930. Pienso en la resistencia desde ese lugar. Y como compañía también sostenemos ese valor. Que el deseo y lo que nos moviliza sea nuestro motor creativo. Ahí anida la resistencia desde nuestra actividad. Un fenómeno cultural que no pone en el centro de la escena al lucro, a la monetización o a la obtención y maximización de resultados es una resistencia en un mundo cada vez más atravesado por la lógica del capital. Y sabiendo que tenemos que vivir y sobrevivir en él, elegimos esta actividad como un modo de vida y como un espacio de encuentro.
¿Cómo de complicado es poner en marcha un nuevo espectáculo?
Zoilo Garcés: Es interesante señalar que no hay fórmulas en este proceso de puesta en marcha de un espectáculo. Contamos con estructuras de producción, capacidad de proyección, posibles financiamientos, pero cada una tiene una génesis diferente. Quizás por eso la producción en artes escénicas sea tan rica. Porque el desafío es siempre nuevo. Cada variable ordena un campo de trabajo que hace al proyecto diferente a otro. El texto, la composición del elenco, la propuesta estética, el espacio de representación, los lenguajes a abordar, los compromisos previos y posteriores, las estructuras familiares de las personas involucradas, las aspiraciones personales, lo ambicioso de la puesta en escena… todas ellas son variables que hacen al trabajo, y que hay que considerar. Pero no creo que la palabra sea complicado, sino complejo. Por todas estas razones que mencionaba y también porque los inicios siempre son inciertos. El abordaje de una propuesta nueva siempre genera dudas, y en nuestro caso, esa complejidad siempre estuvo sostenida por algo que me atrevo a mencionar como un acto de fe. Una certeza. Una especie de faro en el que nos atrevimos a confiar por sobre lo que implicaba la construcción del material. Por supuesto que ser personas con experiencia en este camino también nos da herramientas para capear la zozobra cuando sucede, pero al ser algo que nace de la nada es una gran aventura. Y haber confiado nos permitió llegar a donde estamos hoy.
Los comienzos son duros, siempre, pero tener que ser multitarea al levantar una producción, como bien se dice en el texto, ¿no afecta a la calidad de la misma? ¿No le quita demasiada energía a lo esencial?
Julieta Koop: Por el momento no conozco otra manera de hacer teatro. Pocas veces pude decir “me ocupo sólo de actuar”. Siempre terminamos participando de muchas otras decisiones. Este es el modo de producir que tenemos las compañías independientes acá en Buenos Aires. Las subvenciones son pocas y de poco dinero, eso hace que una esté ocupándose de muchas cosas. Esto tiene puntos a favor y puntos en contra, sin dudas. Muchas veces participar de otras decisiones más allá de la actuación enriquece el trabajo del intérprete, especialmente en nuestro caso, que funcionamos como compañía. La creación en última instancia, es grupal, es colectiva, el énfasis está puesto ahí. Esto no quita que muchos días esté agotada y desee solamente recibir una citación y un guión, sí, sin dudas (risas). Pero elijo esta manera de trabajar, una y otra vez. A esta altura no la voy a abandonar nunca.
Natalí Lipski: Somos parte de un contexto en el que ese es el modo más frecuente de hacer. Así nos formamos y así nos pensamos en una mirada que abarca todos esos roles. En la compañía se da algo muy compartido, a todxs nos entusiasma y convoca pensar e intercambiar sobre diferentes aspectos de la obra y se participa activamente en ese sentido. Es casi una condición que nos hermana mucho como grupo, el compartir esta visión de que al formar un proyecto tan propio el actor ocupa muchas tareas y roles que lo involucran de una manera más integral y no solo como intérprete. Creo que esa otra modalidad también es necesaria en muchos casos ya que no es posible sostener varios proyectos con tal grado de intensidad, compromiso y participación. También sucede algo muy orgánico en nuestro grupo que cada unx tiene mayor entendimiento o interés en ciertas áreas o aspectos y naturalmente se da cierta división de esas tareas o roles.
¿Cómo es dedicar tu vida al Arte? ¿Siempre hay que tener un plan B o tiene que ser la profesión primera por encima de todas las cosas?
Natalí Lipski: En lo personal, además de trabajar como actriz, soy psicóloga. No sé si lo pienso como una profesión primera o segunda, lo vivo como un gran complemento una de la otra. Tengo en claro que lo artístico tiene una intermitencia e irregularidad per sé y que contar con un trabajo que me permita sostenerme y que me interese, lo disfrute y me guste muchísimo, es un privilegio enorme. Además me permite conectar con otros aspectos de mí, de mi personalidad, utilizar otros conocimientos y herramientas. Me saca un gran peso de pedirle a lo artístico que cubra todas mis necesidades y expectativas, y eso me permite poder estar en proyectos, espacios y grupos que me interesen y me gusten, y no tanto por una presión de ser mi único sostén o motivación.
Ariel Bar-On: En lo personal, la primera palabra que se me viene es que es dinámico, entre las clases, los ensayos, las funciones. Creo que mientras uno lo transita el camino se bifurca de maneras impensadas o sorprendentes. Es extraño, porque muchas veces ese orden o esa jerarquización se establece a partir de la variable económica. Está en un lugar muy fundacional de la identidad de una persona: ¿A qué te dedicas? Y muchas veces hay un enlace directo en la compresión de eso que tiene que ver más con cuál es tu fuente de ingreso principal. Es algo que siento necesario diferenciar. Me encuentro mucho con colegas, o alumnxs que manifiestan esa idea de “Me quiero dedicar a esto” como una proyección, y entiendo que eso esconde la idea de poder sostenerse económicamente haciendo esta actividad. Pero creo que lo que lo define también está en uno. Y en muchas ocasiones, es gente que, a mi considerar, ya se está dedicando a esto. En todo caso, me propongo volver a la idea de dedicar como de destinar mi tiempo a algo. Seguramente gran parte, al menos en lo cuantitativo, va a estar en la actividad que me da la mayor parte de ingresos. Pero a veces, me encuentro, e incluso encuentro personas que hacen muchos trabajos para solventarse en lo económico, pagar cuentas, cubrir gastos, y casi de forma malabarística acomodar su agenda para ensayar, tomar una clase, o hacer una obra. Eso es dedicarse. La convicción de “Esto es lo que hago. Y voy a estar haciendo esto como sea”.
Zoilo Garcés: En mi caso, y como una decisión de vida, la actividad teatral es mi prioridad. Soy Licenciado en Relaciones Internacionales, y descubrí el teatro mientras realizaba esa carrera. Y si bien hago trabajos freelance en comercio exterior, el teatro es el centro alrededor del que se organiza mi vida. Eso fue algo que logré con paciencia, dedicación y una buena cuota de deseo. Poder vivir del teatro es muy difícil, y por eso la mayoría de quienes nos dedicamos a esta tarea tenemos otros trabajos. Hoy también tengo un empleo formal en un organismo público dedicado al teatro independiente en la provincia de Buenos Aires, lo que me llena de orgullo y me permite trabajar en la gestión pública en un terreno que me da mucha satisfacción, y también actúo y produzco en la escena independiente en Buenos Aires, y creo que eso lo pude lograr por el empeño y la tenacidad en sostener a la actividad teatral como motor de mi vida.
¿Qué características principales definen a la escena teatral de Buenos Aires?
Zoilo Garcés: Buenos Aires es una plaza muy rica e interesante para quien quiere ver teatro. Las producciones son múltiples, hay obras de teatro toda la semana, en los circuitos oficial, empresarial y alternativo. Hay barrios como Almagro, Villa Crespo y Chacarita que tienen gran cantidad de salas independientes, y eso se replica también en otras zonas de la ciudad. Quien visita Buenos Aires y se interesa por el teatro puede experimentar con un gran número de propuestas, todas muy diversas entre sí. Asimismo, la ciudad cuenta con muchos espacios de formación para actores y actrices, que también son usinas de creación, lugares de los que nacen proyectos que luego crecen y se instalan y fortalecen en la cartelera teatral porteña, e incluso a veces trascienden las fronteras de la ciudad y del país.
Por otro lado, el fenómeno de las varietés o ciclos que tienen lugar en espacios alternativos y sitio específico, por fuera de las salas independientes oficiales, completa una red de trabajo y experimentación muy amplia y diversa que hace que Buenos Aires sea un lugar único en lo que hace a la actividad teatral. Se estima que en una semana puede haber alrededor de 300 espectáculos sucediendo de lunes a domingo, lo que habla de la ebullición de una actividad que no para de crecer y diversificarse.
¿Cómo os hace sentir el formar parte de este Ciclo de Teatro Argentino que organiza El Umbral de Primavera en Madrid?
Zoilo Garcés: Para una compañía como la nuestra, que reside y trabaja en Buenos Aires, poder presentarnos en el Ciclo Argentino de El Umbral de Primavera es, sobre todo, un gran honor. Porque depositaron confianza en nuestro trabajo, porque nos da la posibilidad de acercar nuestra propuesta a nuevos públicos, y porque podemos compartir algo de lo que hacemos allá abajo, tan al sur del sur, en una ciudad que tiene una tradición cultural muy ligada a la nuestra.
Siempre es un placer poder cruzar el charco y poder generar estos intercambios culturales que tanto nos enriquecen, que nos permiten conocernos, ver otros modos de hacer, generar trabajo y comprender qué lenguajes nos interesa desarrollar en la contemporaneidad.