¿De dónde viene tu amor por las Artes Escénicas?
Todavía recuerdo el olor a madera de la primera clase de danza que pisé en mi pueblo en el Teatre Clavé. Creo que entrar en el mundo escénico con 4 años no fue directamente mi elección, pero crecí descubriendo una disciplina, lo que implica subirse a un escenario, la creatividad de crear, la danza me llevó a la música y el escenario al teatro. Creo que esa vorágine que me parecía simplemente parte de mi formación académica terminó convirtiéndose en mi expresión al mundo.
Y precisamente sobre tu pueblo es esta obra que ahora nos presentas, Las Modistas, ambientada en una fábrica. ¿Qué fue Fibracolor?
Fibracolor marcó un antes y un después en la vida de mi pueblo, Tordera, y por eso me surgió la idea de hacer esta obra. Tordera era un pueblo agrícola de unos 3500 habitantes, y la instalación de esta fábrica supuso un proceso de desarrollo fundamental para su evolución. La construcción de la fábrica empezó en 1952. Con la llegada de la fábrica llegó la nueva colonia obrera que se instaló alrededor de la fábrica. Pero no solo fueron casas para los trabajadores, también se construyó una escuela, una ermita, instalaciones deportivas… se creó una comunidad, y mi abuela siempre dice que fue la gran suerte de este pueblo.
¿Por qué decides hacer una obra centrada en esta fábrica?
La obra debía ser un homenaje a mi abuela, pero no podía existir dicho homenaje sin hacérselo también a mi abuelo. Y, al final, me di cuenta de que era la historia de muchos otros habitantes del pueblo, siendo así un bonito tributo al pueblo que me ha visto crecer.
Fibracolor impactó directamente en esa generación. En casa siempre me han dicho que fue la gran suerte del pueblo, que mucha gente sentía esa fábrica como su propia casa. Compartían una misma sinergía y creo que eso hacía que hubiera una unión mayor entre ellos. Se convertían en amigos los mismos que simplemente eran vecinos.
¿El texto está basado en cosas que sucedieron de verdad o te has permitido muchas licencias?
Me he permitido todas las licencias creativas para contar distintas realidades. En el 1962, hubo unas inundaciones terribles en el puente de la Pilarica. Mi abuela me contó que cuando aquello pasó todo el mundo fue a ayudar sin pensarlo ni un momento. Y me pareció un buen punto de partida para empezar a contar la historia. Hay muchos datos reales dentro la obra, que nos mantiene en el filo cronológico de los acontecimientos y nos pone en situación con muchas cosas, pero también he jugado fantaseando bastante en mi cabeza como pensaban, sentían y respiraban los personajes de la obra, en esta época en la que yo no había ni nacido.
¿De qué forma salen reflejados tus abuelos en la obra?
Es una obra coral de 6 personajes y dos de ellos, representan a mis abuelos de una manera ficcionada y más dramatizada, pero con conflictos reales que ellos vivieron en ese momento.
¿Cómo es la puesta en escena que habéis elaborado?
El atrezzo es minimalista, jugamos mucho con el espacio que tenemos y lo importante está en el vestuario y en todo aquello movible con lo que interactúan los actores encima del escenario. Es muy dinámica en movimiento. Y me he dado cuenta de que es una obra muy adaptable al espacio con el que deba convivir. En este caso en La Escalera de Jacob jugamos con todo el espacio posible que nos permite la sala, y creo que es un acierto envolver al público dentro del mismo. Hay momentos que rompe la dinámica del 1962 apostando por música fuera de la época que te puede acercar o alejar del concepto de la obra pero que lo que pretende es mostrar que da igual la época, todo sigue formando parte del mismo aprendizaje humano y emocional.
¿Cómo has trabajado con el elenco de la obra? ¿Qué indicaciones les has dado para meterse en la piel de estos personajes de 1962?
Encima del escenario nos encontramos a Chiara Blanco, Ángela Garman, Carmen Echánove, Paula Martín, Pol Toro y Martín Wolk. Son un casting muy diverso y muy comprometido. Siento que los 6 tienen una larga carrera por delante en esta profesión porque cada uno de ellos tiene un brillo propio como actor o actriz.
Hemos apostando por un teatro vivo emocionalmente, buscando la verdad del personaje. Tanto Pinturas Fugadas, como A Terra, mis anteriores montajes, y ahora en Las Modistas, seguimos una línea de preguntas existenciales que nos hacemos para avanzar y encontrarnos en todos los ámbitos de nuestra vida, y siempre entre risas y lágrimas, porque la vida son ambas todo el rato y sin parar.
Para Las Modistas, los seis intérpretes han tenido un viaje muy distinto con los personajes. Ha sido mucho trabajo de quién es cada uno, de dónde vienen, cuál es su historia personal y cómo crea relación con y para el otro. No todos tienen el mismo peso dramático ni todos tienen el mismo peso cómico, pero esa balanza hace que se vean más humanos. Lo que más hemos trabajado es colocar su historia en ese contexto y hacer que cobre todo el sentido por entender como podían sentir y pensar en ese 1962. Por eso hemos trabajado mucho la forma de hablar, que no hubiera muletillas modernas, entrando mucho en el contexto histórico pero, sobre todo, en cómo pensaba la gente de la época, las prioridades vitales, la forma de entender la vida, no todo pasaba tan rápido como ahora, ya que había que tomarse el tiempo para pensar, sentir…
El contexto social de la obra, situada en 1962, o los diferentes conflictos laborales que pudieron haber en sus años de funcionamiento podían inducirte otra tramas más dramáticas, ¿por qué decidiste hacer una comedia de enredos? ¿A través de la sonrisa todo entra mejor?
Parece que el drama y la época van de la mano, y sí, es verdad. Pero a pesar de todo el drama que pudiera haber en esa España de posguerra, cuando mis abuelos u otra gente me ha hablado de Fibracolor había mucha nostalgia, mucho amor por ello y cuando el recuerdo te hace sonreír, ese poder imaginativo es tan fuerte y tan valioso que quería provocar lo mismo en el espectador. La vida es un sin fin de dramas en los que nos exponemos sin parar y qué buena medicina me parece sobreponerse a ello, reírse de ello, y encontrar el lado positivo a todo.
Sí que es verdad que a través de la sonrisa todo entra mejor y es un gran reto también contar el drama sin que sea banal, y poder hacer ciertas reivindicaciones desde ese lugar. La risa mejora la toma de aire con alto contenido de oxígeno, estimula el corazón, los pulmones y los músculos, y aumenta las endorfinas que se liberan en el cerebro. Activa y reduce la respuesta al estrés. Y hablar de temas importantes humanos desde ese lugar igual te hace empatizar, comprenderlos o incluso aceptarlos.
Aunque es cierto que abordas ciertas cuestiones complejas para la época, como el amor entre dos mujeres. ¿Tus abuelos te contaban historias de ese tipo? ¿La de Clara y Julia fue una historia real?
No, nunca me contaron historias de esas. Ellos me contaban sus batallitas, sus viajes, sus preocupaciones en la vida, sus logros… Lo que sale en la obra es algo más de cosecha propia. El personaje de Clara está inspirado en mi tío abuelo Norat, de pequeña siempre me pareció un hombre muy moderno para su época y muy libre. Pero, sobre todo, muy valiente por ser siempre quien quiso ser a pesar de todas las adversidades que llegó a vivir.
La historia de Clara y Julia es la historia de muchas y de muchos, que no sé si de verdad pasó en Fibracolor, pero quiero pensar que sí. Ojalá sucediera, pero es ficción, una ficción inspirada en muchas cosas y en muchas personas, pero ficción al fin y al cabo.
¿Qué significó para tus abuelos trabajar en una fábrica como esa?
Para mis abuelos supuso una estabilidad económica increíble, una buena educación a mi padre y para mi tía. Supuso un crecimiento personal y laboral gigante. Gracias a ese trabajo pudieron llevar la vida que querían. Los dos siempre me han dicho que para ellos fue su gran suerte.
¿Tenían buenas condiciones de trabajo en Fibracolor?
Desconozco el dato 100%, porque en mi casa nunca les ha gustado hablar de dinero, pero disfrutan de una jubilación maravillosa. Trabajaban muchas horas, mi abuela siempre me dice que era la primera y la última en irse, pero que estaba feliz por ello. Ella era encargada y ambos pudieron llevar una vida bastante conciliadora con su vida personal. Y siento que ese fue su logro.
Además de a tus abuelos, ¿has hablado con más trabajadores de la fábrica para construir el texto?
No quise indagar tanto por otro lugar, me inspiré en muchas cosas de mi pueblo, como por ejemplo la migración andaluza y extrapolable a otras partes de España que venían a buscar un futuro mejor, como la gente del barrio de San Andrés, que ellos mismos construyeron sus casas, sus calles… Yo me he criado en él y he sacado mucha inspiración por esa parte.
¿Cómo recibió el público de Tordera el estreno de esta obra?
Sentía mucho miedo y respeto por esa respuesta y fue muy grata, a la gente le gustó mucho porque conectaron con muchísimas cosas de la época, a pesar de ser una comedia recibí abrazos con lágrimas en los ojos y felicidad por la nostalgia y la forma de contarlo desde este lugar más amable. Me impactó que gente de 70 u 80 años le gustara tanto el planteamiento de la obra, pero sobre todo lo que percibí fue mucho orgullo de comunidad por lo que fue Fibracolor. Y también mucha gratitud, por lo que para mí es un orgullo poner esta obra en pie por todo su significado.
¿Qué provoca en la comarca cuando una empresa así se ve obligada a cerrar?
Provocó mucha tristeza para aquellos que habían trabajado allí toda su vida. También mucha frustración para los que seguían trabajando allí y que perdieron el trabajo de una forma irremediable. La generación de mis abuelos levantó esa empresa y la generación de mis padres fue la que vivió el cierre. Fueron más de 50 años y la gente lo lamentó mucho por todo aquello bueno que la fábrica les dio.
La empresa cerró porque dejo de tener viabilidad económica. Tuvo un declive muy grande y el 31 de julio de 2008 se cerraron sus puertas.
Y para el resto del público que no tiene una vinculación cercana con la historia, ¿qué mensaje le queréis trasladar con la obra?
Se trata de contar la historia de un pueblo, contar la historia de mis abuelos, contar la historia de la fábrica, colocar a Tordera en el mapa mental de todos aquellos que vean la obra, y contar el drama desde la comedia. Queremos hacer disfrutar al público y que les quede en la memoria la misma sonrisa y nostalgia que tiene la gente del pueblo al recordar Fibracolor.