Tanto tú como Ricardo os habéis encargado de la versión en castellano de la adaptación que hizo Jack McNamara de la película danesa de Lars Von Trier Direktøren for det hele (El jefe de todo esto). ¿Fue vuestra la iniciativa de montar esta producción en España?
La iniciativa de llevar a cabo el montaje fue de Ricardo Hornos, que había conseguido los derechos de la producción inglesa y él hizo una versión argentina. Al proponerme protagonizar la función yo le propuse ayudarle haciendo la versión castellana supervisada por él, como él es de origen argentino pues cambiar los modismos y trasladarlo a esta sociedad. Además, él vive en Nueva York y le venía un poco como a desmano. Llevo mucho tiempo enfrentándome al público, no solo en Madrid, sino en el resto de España, y creo que tengo pillado el pulso de lo que le hace gracia. Se lo propuse, él accedió y ha sido bastante divertido, nos lo hemos pasado muy bien y el resultado ha sido inmejorable. Pienso que es una buena versión.
La adaptación de McNamara se tomaba muchas licencias respecto a la película, pero buscaba mantener la esencia del original. En vuestra adaptación para el público español de su texto, ¿qué habéis cambiado y qué elementos veíais fundamentales mantener?
Nosotros también hemos intentado mantener la esencia del original, pero también lo hemos alejado de esa especie de espíritu aséptico que tiene la película, tanto en las interpretaciones como en la relación de los personajes, cómo los personajes se relacionan. Yo creo que en la versión de Lars Von Trier, por cómo es la sociedad danesa, todo es más aséptico, más frío y muy tenue. Nosotros hemos querido dotar a los personajes, que sean un poco más pasionales y en el teatro sean más cálidos, más directos, más cercanos. Y después también un poquito subir las tintas a la hora de algunos giros o algunos acontecimientos que hay entre ellos a nivel romántico o, incluso, a nivel sexual. Apostar un poco más fuerte porque, tanto yo como Ricardo, pensábamos que la sociedad española iba a agradecer subir un poco la temperatura en ese aspecto.
Los elementos que veíamos fundamentales mantener era el trasfondo que tiene, esa especie de crítica al capitalismo feroz en el que hay una persona que intenta jugársela a sus socios en una empresa y cómo la presencia de un artista, en este caso el actor que hace del jefe del jefe del presidente de la empresa para vender la empresa, a través de la empatía, consigue que el individualismo, la ambición y esa falta de escrúpulos que tiene el otro personaje, el antagonista, pues se diluya y se equilibre de alguna manera.
Y, por supuesto, también queríamos mantener toda la comedia de enredo, aunque claro, estamos en el mundo de Lars Von Trier y es una comedia de enredo mezclada con empresa y capitalismo. Es algo que hasta ahora no se había visto.
¿Se ha mantenido la intervención de una voz en off o de un actor en los cambios de escena interaccionando con el público?
No, en esta versión lo que ha decidido Ricardo es en vez de que hubiera una voz en off que, en este caso, mi personaje se desdoblara en tres facetas. Yo como Fernando Gil de alguna manera dando paso a ciertas cosas, introduciendo la historia, y después el actor en sí mismo y el actor interpretando al presidente de la empresa. Son esas tres facetas las que se dan.
¿Qué tipo de comedia nos vamos a encontrar teniendo en cuenta que surge de una mente como la de Lars Von Trier que suele tener una visión de la realidad un tanto retorcida y subversiva?
Es una propuesta de comedia de enredo, pero muy ácida y muy mordaz. Es como si mezclaras The Office con un poco de Harold Pinter, Ionesco o Monty Python en la manera de interpretar, muy a la inglesa. Lo que está intentando plantear Ricardo Hornos como director es hacer sufrir a los personajes y que ese sufrimiento sea descacharrante, sea desternillante. Y después, como función, como texto lo que plasma es cómo el arte y la cultura, cómo un artista metido en el ambiente de una empresa, y convertido en jefe de todo durante unos días, es capaz de darle la vuelta completamente a ese mundo despiadado del capitalismo, y a ese mundo despiadado de la empresa, y del consumo y de la venta tamizando la gran empatía, que de alguna manera el arte y la cultura ha impregnado en ese personaje y cómo eso impregna a los demás personajes y a la trama en sí.
Leyendo el texto, en varias escenas el ritmo en los diálogos es realmente rápido, supongo que hay que medir muy bien para que no se vayan solapando las risas.
Sí, siempre en una comedia la risa o el público expresándose es un personaje más y eso es lo que vamos a tener que medir los primeros días cuando nos enfrentemos al texto. Ya están viniendo amigos a la sala de ensayos y ya estamos ubicando dónde hay risas. Evidentemente siempre sabes que hay gags que funcionan y que van a ser risas seguro y lo estamos viendo, pero hay otros puntos en los que puede ser que sin querer se genere comicidad y no nos hayamos dado cuenta. Entonces vamos a tener que adaptarnos, siempre que haces una comedia delante del público te adaptas un poquito a ese ritmo, tienes que dejar que entre la risa para que no se tape la siguiente frase y meterla cuando empiece a bajar la risa, así vas en ritmo con el público.
Corrígeme si me equivoco, pero el tema general de la obra podría ser: ¿qué estamos dispuestos a hacer para entrar dentro del engranaje del capitalismo más salvaje?
Pues podría ser que fuera uno de los temas que subyacen, pero para Ricardo y para mí lo que más se ve en la función no es tanto lo que estamos dispuestos, sino lo que hacen. De hecho, algunos elementos dentro del capitalismo más voraz, como es el antagonista de la función, arrambla con el trabajo de todos e intenta enriquecerse sin tener en cuenta las consecuencias y cómo queden los demás. Es decir, dar cerrojazo y largarse con todo. Entonces, es un poco, en este caso, enfrentar a ese tipo de ambición, a ese tipo de falta de escrúpulos con precisamente la trampa en la que se mete él mismo contratando a un actor para que haga de alguien que está por encima de él. Ese actor, a través de la empatía de un artista, viendo lo que se está haciendo, empieza a neutralizar todo ese mal, aparte está el enredo que supone que es un presidente completamente disparatado.
La obra también hace una reflexión muy interesante sobre lo que supone liderar.
La verdad es que sí. Lars Von Trier, que yo creo que es un tipo muy agudo, analiza muy bien la tendencia de la sociedad… En esa época, porque su película es del 2006, ya empezaban a darse este tipo de situaciones en las que la cabeza, el gran capo o el presidente de la empresa o el gran responsable final se diluía. Lo podías encontrar tanto dentro de las empresas como también por parte del consumidor: empezaban a darse estas historias de tener que llamar a un teléfono que nunca sabías quien era el responsable, quién se iba a encargar por fin de lo tuyo, porque siempre alguien decía: “Bueno es que yo hago lo que me piden y hasta aquí puedo decirte, no te puedo decir más”. Entonces hay como una especie de parapeto, un muro con el que siempre te vas chocando. En este caso, la propuesta iba por aquí. Era el comienzo de esa tendencia dentro de las empresas de diluir la responsabilidad y aquí el verdadero presidente de la empresa, para escurrir el bulto y no ser responsable de decisiones feas, pues se inventa esta imagen de un presidente ficticio que vive en Nueva York y que va mandando mails a sus empleados y es el que toma las decisiones chungas y echa a la gente con total falta de escrúpulos.
Y, por otro lado, también habla mucho de la poca importancia de lo emocional en los entornos laborales. Incluso el jefe real lo que realmente quiere es que sus empleados le aprecien…
Es verdad que habla de la importancia de lo emocional en los entornos laborales. Lo que le pasa a este jefe real es que no quiere decirles las malas noticias ni que va a echar a todos porque no soporta que le dejen de querer. Los empleados le aprecian porque él diluye todo a través de la imagen del jefe que se ha inventado, y ese es el verdadero cabrón, que es él mismo, pero mandando mails a través de un personaje que se ha inventado. Hace ver como que él está en medio y está intentando parar al presidente de tomar ciertas decisiones, entonces todos le aman porque realmente es como alguien que está haciendo el trabajo difícil de ser el filtro entre los empleados, que son las víctimas, y el gran tiburón que es el presidente.
Al final, se habla mucho de lo emocional en los entornos laborales y de lo importante que es mantener la moral de la gente y de que no se debería deshumanizar tanto el trato. Yo creo que hay una historia ahora mismo en las empresas de estar como perros de caza unos sobre otros intentado que se consigan los objetivos económicos. Y siempre hay un superior por encima tuyo, uno hace de perro de caza con el otro, el otro con el siguiente y así hasta el último, que tampoco se sabe quién es.
¿Os sorprendió el paralelismo que refleja tan bien el texto entre el mundo de la interpretación y el papel que tiene que jugar cada uno en el entorno laboral?
Nos sorprendió mucho sobre todo la capacidad de manipulación del verdadero jefe siendo capaz de percibir la personalidad de cada uno de sus empleados y sus necesidades emocionales básicas, cómo les manipula a través de esa capacidad, de ese carácter de cada personaje.
Es curioso que al final sea el actor que interpreta al falso jefe, el único personaje racional y empático en una situación completamente rocambolesca. Y eso, a pesar de mostrarse con muchas inseguridades al principio…
No diría curioso. El trabajo del actor es un trabajo que cuando está bien aproximado lo normal es que tu empatía crezca porque un actor no se enfrenta a los personajes juzgándolos, ni siquiera aunque hagas de un asesino en serie. Lo que tienes que intentar es ver qué le ha llevado a ser así, entonces de alguna manera se humanizan y de repente, por ejemplo, en el caso de un asesino en serie, aunque sea un poco extremo, si está dentro del texto o está basado en un hecho real, lees una biografía y ves que a ese personaje, a ese asesino, de pequeño su padre le daba drogas para mantenerle calmado, eso le cambió la química del cerebro y le convirtió en un tipo completamente loco y fuera de este mundo. Lees eso y dices: “No justifico sus acciones, pero puedo entender que a alguien le pueda pasar eso si hacen con él algo parecido”. Lo que quiero explicar con este ejemplo es que no es sorpresivo que sea el único personaje racional y empático, sino que es el personaje que elige Lars Von Trier para meter la empatía entre tanta ambición del real jefe.
En cuanto a la inseguridad del actor, también es algo inherente a los actores. Cuando te estás empezando a abordar a tu personaje tienes que afrontarlo de una manera cándida, no puedes intentar meter una idea demasiado prefabricada desde el principio porque igual no es lo que está pasando ahí. Si está bien escrito el texto te da muchos datos de qué hace el personaje, qué le pasa, cómo es. Entonces es normal que al principio muestres inseguridades porque estás abriéndote de una manera total y auténtica a lo nuevo, al nuevo personaje que tienes que interpretar y estás dejándote impregnar por lo que ese personaje tiene que no está en ti. Eso es lo más difícil, encarnar un personaje.
¿Cómo es la puesta en escena que ha ideado el director Ricardo Hornos?
Es una puesta en escena muy moderna, muy evocadora. Está basada en generar unas sensaciones de inquietud dentro de la comedia y de generar ese leitmotiv que tiene la función en el que no sabes qué está pasando, no sabes qué estás viendo, parece que los propios actores no saben qué va a pasar, el personaje del actor no sabe con quién se va a ver, qué es lo que tiene que decir, cómo va a sobreponerse a una reunión de IT (Information Technology)… La escenografía también apunta hacia algo que se va conformando según lo vas viendo, que se mueve en arenas movedizas y que se descubre según se va desarrollando toda la historia.
Tú interpretas a Cristian, el actor que encarna al jefe del jefe y Críspulo Cabezas es Gabriel, el jefe real y socio mayoritario y fundador de la empresa de tecnología donde transcurre la obra. Vuestras interacciones suponen algunos de los mejores momentos de la obra. ¿Cómo está siendo el trabajo con él y qué química habéis buscado entre ambos?
Críspulo es una maravilla de persona, un actor con una generosidad alucinante y, después, lo que más me gusta es que no tiene miedo a hacer un personaje, por momentos, despreciable, no tiene escrúpulos de eso. Hay mucha gente con la que estuvimos hablando que cuando leían la función decían: “Este personaje es demasiado malo, yo no tengo que ver con esto…” ¿Cómo? ¡Por eso eres actor! No tienes que ver con ello, pero buscas la manera de expresar el tipo de ambición y la falta de escrúpulos que tiene este personaje. Creo que es importante también dar carne y voz a este tipo de roles que también existen y son reales. Críspulo no tiene ningún tipo de bloqueo en ese aspecto y eso lo adoro de él. Y después, como compañero, es un tipo que está para ti, contigo, te ofrece, te escucha, recoge, te da, podemos convenir los dos qué es lo que necesitamos del otro y nos lo damos. Está siendo un descubrimiento para mí, no había trabajado nunca con él, y más allá de un compañero, le considero un amigo, me parece un tipo entrañable.
Dentro de poco estrenas la tercera temporada de Machos Alfa, ¿que podemos esperar de estos nuevos episodios y específicamente de tu personaje?
Sí, ya vamos a estrenar en breve, no sé en qué fecha, y, para mí, la serie sigue avanzando. Es que son unos bestias, tanto Laura como Alberto Caballero (creadores de la serie) tienen una cabeza tremenda para construir historias y para hacer crecer las tramas. Si la segunda ya era mejor que la primera, la tercera la supera y esta gente no tiene fin. Tienen mucho callo al estar veinte años enfrentándose a un prime time con La que se avecina, encima con una serie de 20 protagonistas, porque es super coral. Tienen una capacidad de mover historias y personajes que es envidiable. Concretamente a mi personaje, creo que en esta es, de momento, la temporada en la que más movidas le pasan. Le vienen curvas y no sabe por donde, cada 15 minutos le pasa algo, es trepidante, le pasa a nivel emocional y a nivel de trama. Muchas ganas de verlo y de que lo veáis.
Acabas de terminar el rodaje de El mal, no sé si nos puedes avanzar que tipo de película vamos a encontrarnos en este esperado nuevo proyecto de Juanma Bajo Ulloa.
Te puedo avanzar alguna cosa. No te puedo decir de qué va, pero sí que es un thriller psicológico muy bestia, es realmente potente. El guion me atrapó cuando lo leí y me parece alucinante. Es una película que va a ser un pelotazo porque, aparte de dirigirla Juanma Bajo Ulloa con esa mano que tiene tanto para la técnica como para los actores, es que el elenco es inmejorable: Natalia Tena, Belén Fabra, Tony Dalton, Natalia Ruiz… y encima con el trasfondo de Vitoria, que es una ciudad que tiene muchos rincones góticos, con una energía increíble y una luz… Va a ser algo digno de ver. Tengo muchísimas ganas y, aparte, me une una amistad a Juanma desde hace unos años. Desde que era pequeño y vi sus primeras películas tenía muchas ganas de trabajar con él. En la RESAD cuando estaba estudiando dije: “Yo algún día trabajaré con él”, y mira más vale tarde que nunca, porque yo la RESAD la terminé como hace 20 años, y por fin lo he conseguido. Ha sido un sueño hecho realidad.
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