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Una obra sobre los delitos de odio

Pilar Massa: “Esta obra es un bello y desesperado poema contra la violencia”

Pilar Massa nos confiesa ser una enamorada de la dramaturgia británica contemporánea y es por eso que nos ofrece Vincent River, una adaptación del texto original de Philip Ridley. Se trata de un thriller cautivador que habla sobre cómo esta sociedad sigue rechazando a los que considera ‘diferentes’.

Pilar Massa es la directora e intérprete, junto a Eduardo Gallo, de esta obra que podrá verse por primera vez en Madrid en La Sala Mirador del 1 al 3 de noviembre.

 

Foto: Pilar Massa y Eduardo Gallo, intérpretes de Vincent River. ©Sofía Moro

 

Llegas con tu segunda obra de Philip Ridley. Tras Alimañas (Brillantes), ahora nos ofreces Vincent River. ¿Qué tiene este dramaturgo británico que te atrae tanto?

Es verdad, Ridley me cautiva, pero también es cierto que me gusta en general la dramaturgia británica contemporánea, he montado a Mike Bartlett, a Polly Stenham, Dennis Potter, Ben Elton…

Philip Ridley escribe sin concesiones, ahonda en los temas que aborda con originalidad, grandeza, con la licencia que te permite la creatividad y lo baña todo de humor negro (que en realidad es como yo veo la vida misma) y para mí funciona maravillosamente, me atrae y efectivamente, me conquista.

 

¿Y qué es lo que te ha cautivado concretamente de Vincent River?

Vincent River está considerada como una de sus mejores obras, aunque creo que es difícil de decir en realidad, porque tiene a sus espaldas muchísima obra escrita, pero también está considerada como una obra devastadoramente hermosa, es cruel, por supuesto que sí, desgarradora… pero también es a la vez como un largo y desesperado poema contra la violencia inexplicable. La verdad es que me gusta de principio a fin y cuando la leí por primera vez me atrapó profundamente.

 

Es quizá algo más oscura que Alimañas, pero aunque aborde temas más crudos, siempre hay hueco para el humor en la escritura de Ridley, ¿no?

Creo que es diferente de Alimañas (Brillantes), está escrita en un momento anterior y sin embargo y desgraciadamente, está absolutamente vigente y de rabiosa actualidad. Aborda temas crudos, reales y con su inconfundible toque de humor negro, consigue convertirlo todo en algo todavía más tremendo, haciendo que el espectador vea, como a través de una gran lupa de aumento, la sociedad en la que realmente nos hallamos inmersos. No es fácil este género de teatro, sobre todo partiendo de la calidad que para mí tiene el teatro de Philip Ridley, no es fácil como dramaturgia, ni como trabajo de dirección, ni para la interpretación de los actores y por supuesto crea incomodidad en los espectadores, pero ahí está la excelencia de sus obras, el reto como artistas y la experiencia para unos espectadores que, cada vez más, no se conforman con ir al teatro por el mero y simple hecho de entretenerse.

 

¿Cómo de complicado es hacerse con los derechos de una obra como esta? La de un autor contemporáneo vivo.

Fue complicado la primera vez que compré los derechos de una obra de Ridley, pero esta vez ha sido fácil, la SGAE lo tramita con la agencia británica y lo más complicado es lanzarse y ponerse manos a la obra. Cada agencia y cada dramaturgo se gestiona de una manera diferente, pero casi nunca he tenido mayor problema porque para los escritores siempre es un placer que sus obras se representen y se ponen las facilidades. Esta obra en concreto se está representando ahora mismo en un montón de teatros del mundo.

 

¿Cómo es la versión que ha realizado Manuel Benito? ¿Ha tenido que pulir mucho de la obra original?

La versión de Manuel Benito es estupenda, fiel al aroma de la obra de Ridley y construye los personajes a través de frases concisas o de monólogos desgarradores pero sin perder la calidad y la autenticidad de la obra original. Mantiene el tono de thriller que aporta la intriga y magnetismo a la función; hemos dejado la historia situada en el mismo barrio de Londres (Shoreditch) donde transcurre, porque realmente lo importante es lo universal de lo que cuenta y cómo lo cuenta. Y para eso Manuel es un maestro que consigue que la adaptación brille y se deslice a través de los dos personajes de la obra: Anita y Davey.

 

Una obra sobre los delitos de odio en Madrid
Foto: Pilar Massa. ©Geraldine Leloutre

Se puede leer que es una obra bastante brutal en las descripciones de los hechos y los escenarios. ¿Es así? ¿Habéis reflejado también esa brutalidad en vuestra versión?

En realidad los personajes de Vincent River describen hechos brutales, pero también cuentan y describen hechos enternecedores y hermosos a través de un trato al que llegan entre ellos. El hecho de contarse cosas es lo que construye esta hipnótica función. Y claro, por supuesto que hemos mantenido esa ‘brutalidad’ a la que te refieres porque es la esencia de la obra… pero no muy diferente a las imágenes o hechos que podemos escuchar o ver cada día en el telediario cómodamente sentados en el salón de nuestras casas. El teatro no es brutal, lo es la vida, la humanidad y la sociedad que normaliza e insensibiliza.

 

¿Cuáles son los temas principales que se abordan en la obra?

Para mí hay un tema que los engloba a todos, un tema aterrador y preocupante como son los delitos de odio. Para llegar a abordarlo, como buen dramaturgo, Ridley profundiza en el morbo del sensacionalismo, la hipocresía en la sociedad, los hijos, los padres, el mal entendimiento hacia los que consideramos diferentes.

 

Te pillo empezando a ensayar la pieza. ¿Cómo ha sido el proceso hasta llegar hasta aquí?

Sí, me pillas ensayando, y el proceso hasta aquí ha sido un disfrute, pero ahora viene lo bueno. En el equipo hemos charlado mucho sobre la obra, los personajes, cómo afrontar el reto y yo también me he ocupado de crear un equipo del que estoy muy orgullosa y del que espero mucho apoyo, profesionalidad, tranquilidad y cariño. Todos estamos entusiasmados con la función y eso me hace muy feliz.

Ya tenemos el texto aprendido, es una primera fase superada para empezar la segunda parte del viaje sólo pendientes de nuestros sentimientos y meternos de lleno en la historia.

 

¿Y cómo va a ser tu labor de dirección? ¿Por dónde vas a querer hacer fluir la trama?

He trabajado desde hace mucho tiempo en la complejidad de la función y tengo bastante claro por dónde tendría que transitar esta historia. Me gustaría conseguir un clima emocionante y magnético, hipnótico, que la obra consiga hacer reflexionar y entender y pensar cuando los espectadores salgan del teatro. Mi propuesta es un montaje lleno de pequeños detalles y matices, pero que con su aparente sencillez construyamos esta gran historia.

 

¿Quién es Vincent River?

Vincent River era el hijo de Anita, mi personaje, y ha sido asesinado en un delito de homofobia. A través de la obra descubrimos que era un ser humano empático, enamorado del arte, la lectura, la música… una persona maravillosa, al que su madre, en su deseo de superprotección llevó al desentendimiento y a algo más que no puedo contar, ni desvelar porque destripo la esencia del thriller.

 

Háblame un poco de los personajes que aparecen en la obra a los que dais vida tú y Eduardo Gallo.

Son dos personajes maravillosos, Anita y Davey, de los que no sabemos mucho al principio de la obra y en ese encuentro, en el tiempo real que dura ese encuentro, terminamos conociendo y comprendiendo. Anita es peligrosa, manipuladora, egoísta… pero también es un personaje lleno de rabia y dolor al mismo tiempo. Y amaba a su hijo hasta los límites, lo adoraba, y ahora, necesita desesperadamente entender y conocer el fondo de la verdad de lo que le sucedió a Vincent para poder encontrar algo de paz. Davey, interpretado por el jovencísimo Eduardo Gallo, es un chaval de veinte años que parece que ha visto algo que nunca podrá olvidar. A pesar de la diferencia de edad comparte rabia y soledad con Anita pero sobre todo la necesidad de saber, entender y perdonarse. Es un personaje enigmático, estupendo para el reto de la interpretación, autoritario y vulnerable al mismo tiempo. Evoca sentimientos de angustia pero también destellos de esperanza.

Los dos personajes, incómodos al principio, a medida que la obra avanza revelan secretos y sentimientos profundos y ocultos. Al final de este encuentro habremos conocido a dos personas fascinantemente complejas.

 

¿El encuentro entre ambos cómo afecta a sus vidas? ¿Les ayuda a sanar y a comprender o alimenta más las dudas?

No sé qué pasa después de este encuentro, y creo además que ese es un punto a favor de la función, no tiene moralina, no ofrece soluciones ni un final feliz, pero lo que espero flote en el aire al final de cada representación sea algo conmovedor, y las dudas o las respuestas, los espectadores se las llevarán a sus casas y quién sabe, a lo mejor Philip Ridley escribe una segunda parte y conocemos si Anita y Davey vuelven a encontrarse…

 

¿Y cómo crees que les juzgará el público a ambos? Hay motivos para la controversia con ambos personajes al principio pero ¿Ridley apuesta finalmente por la redención de ambos?

Espero que el público no juzgue, porque el hecho de juzgar, a quién o cuándo juzgamos es uno de los temas que subyace en la obra. Y sí, creo que Ridley al final de este doloroso, catártico y sanador encuentro apuesta por la redención. Y yo también, claro.

 

Algunas críticas destacan que esta obra es un desafío para la actuación y la dirección. ¿Lo es? Y si es así, ¿en qué sentido?

Afrontar un proyecto teatral es siempre un reto, dirigir este proyecto e interpretar un personaje es una estupenda locura y siempre, siempre, sea la obra que sea es una apuesta difícil, trabajosa y apasionante. En este caso es un desafío sí, ahora mismo me parece lo más difícil que he hecho nunca, pero está tan bien escrita, me gusta tanto lo que cuenta y son tan dolorosamente hermosos los personajes que ya no tengo vuelta atrás y solo me queda la maravillosa sensación del riesgo.

 

Nunca ha sido fácil ser ‘diferente’, algo que yo esperaba que a estas alturas de Historia ya estuviera más que superado, pero parece que no avanzamos nada como sociedad…

Eso, la sensación de que no avanzamos como sociedad, es lo que me ha animado a poner en marcha este proyecto. Ya soy una mujer mayor que un día luchó por una sociedad más igualitaria y justa, y ver los pasos de gigante que estamos dando hacia atrás en muchos aspectos me frustra y entristece profundamente. Los delitos de odio han aumentado un 70% en los últimos cuatro años; No sé muy bien qué, ni quién, es ‘diferente’, pero sí sé que esa necesidad de aplastar, juzgar, apartar y matar en el ser humano es el mayor de los horrores en una sociedad nada civilizada que no acaba con el hambre y las guerras, pero que cada vez crea más desigualdad y una especie de culto al egoísmo supremo y a la soledad del ser humano.

Por eso desde mi modesta posición como artista apuesto por utilizar el escenario como reflejo y denuncia de algo que, a lo mejor, al mirarnos en ese espejo, nos avergüence profundamente.

 

¿Qué papel juegan los medios de comunicación en un caso como el que se aborda en la obra, ayudan o sólo alimentan más el morbo?

En los casos de delitos de odio, el morbo está servido en bandeja de plata. Es tremendo. Los medios de comunicación y esta nueva cultura de redes sociales dejan, en estos casos, detalles que estigmatizan y alimentan el morbo al descubierto, sin acordarse nunca de las personas que amaban a esas víctimas, los sentimientos que ese incomprensible delito provocan y que, en esas personas se quedarán para siempre. El dolor indescriptible. Y el sensacionalismo que beneficiará, supongo, a unos pocos, sólo alimenta el morbo y el odio.

 

Philip Ridley suele hablar en sus obras sobre la fuerza destructiva de la familia. ¿También lo hace aquí en la relación entre Anita y Vincent?

Sí, algo hay de eso, pero aunque es verdad que es sello de Philip Ridley sacar a relucir la fuerza destructiva de las familias, en este caso lo hace de una manera poderosamente hermosa, no sólo en la relación destructiva entre Anita y Vincent que es casi inconsciente, sino también entre Davey y su familia, Anita y su madre, Anita y su padre… esas relaciones sirven como caldo de cultivo para el desarrollo de la vida y las circunstancias de nuestros personajes, y es apasionante.

 

¿Sólo a través de la honestidad podemos encontrar la absolución?

Lo tengo claro. Sólo a través de la honestidad podremos encontrar la absolución. Pero la honestidad, sobre todo, con nosotros mismos. Y una absolución, sobre todo, como bálsamo para nuestros errores humanos. No creo ni en la culpa, ni en el perdón. Son conceptos que se me escapan…

 

 

Empezaste como actriz, pero últimamente vemos que la dirección está ganando mucho terreno en tus ocupaciones laborales. ¿Fue algo natural el pasar a dirigir montajes?

Sí, empecé como actriz de la mejor manera que se puede soñar: muy joven, muy inexperta, pero de la mano de Adolfo Marsillach formando parte del elenco fundador de la CNTC, es algo que me marcó, me impulsó y nunca podré olvidar. Siempre, desde casi la RESAD me sentí artista y contadora de historias. La verdad es que intento, no siempre es fácil, trabajar en los dos terrenos, como actriz y como directora, las dos cosas me gustan y a veces no es algo que yo elija, es circunstancial y muchas veces dependo de una llamada de teléfono. Otras veces, como en este caso con Vincent River, me lío la manta a la cabeza y me gasto todo mi dinerito en contar la historia que quiero contar a través de una obra que me encanta para poder interpretar, sin que nadie tenga que ofrecérmelo, un personaje estupendo. Siempre, y como algo natural me han gustado los dos espacios y creo en el trabajo más que en la suerte, aunque ahora con mi edad, viendo el panorama y siendo realista sé muy bien que fácil, fácil, no lo tengo.

 

¿Qué satisface más, los aplausos sobre el escenario a tu trabajo interpretativo individual o el halago hacia esa labor más completa que es dirigir una obra y llevarla hacia un buen resultado global?

Los aplausos son un símbolo maravilloso y emocionante que forman parte de una buena tarde de teatro y, la verdad, es que ese reconocimiento es una sensación que no se parece a nada, claro que me gustan, como cualquier artista soy egocéntrica y engreída. Pero ver que bajo tu batuta, todo se arma, fluye y funciona, es casi un acto de amor recíproco que como todo acto de amor, proporciona un placer inolvidable. Convencer y crecer junto a un equipo que te ayuda, te apoya y crea ese resultado global no sólo es trabajo, es amistad, es familia… y encima a veces, lo pasamos muy bien, así que no puedo pedir más.

 

En muchos proyectos arriesgas tu propio dinero para llevarlos a cabo. ¿Crees que hace falta un mayor reconocimiento a la labor de lxs productorxs?

Creo que habría que apoyar, valorar y sobre todo conocer la realidad y la vulnerabilidad de las pequeñas compañías que, muchas veces, ofrecen espectáculos de mucha calidad pero no tienen el reconocimiento y apoyo necesarios para poder llegar a los espectadores. Yo en este caso me juego mi propio dinero y cuento con la producción ejecutiva de Bravo Teatro, que ha creído en el proyecto y me ofrece soporte jurídico y toda la infraestructura necesaria para poder llevarlo a cabo. A veces es muy complicado.

 

¿En qué momento de su carrera se encuentra Pilar Massa? Porque no paras de crear, dirigir, producir…

Me encuentro en el momento presente, trato de ser consciente del ahora. Si miro hacia atrás siento tristeza por no poder cambiar algunas cosas y si miro al futuro me aterra, pero estoy disfrutando y apreciando mucho este presente que me hace vivir y soñar en Vincent River, ensayar y trabajar con mi estupendo compañero Eduardo Gallo y mi estupendo equipo detrás como David (Tortosa), Olga (García), Miguel (Delgado)…

Y es verdad que mucha gente me dice que no paro de hacer cosas, pero no es tan así, sí que paro y, a veces, temporadas más largas de lo que me gustaría, pero no me quejo.

 

Te falta sólo escribir. ¿La dramaturgia está en el horizonte?

No, la dramaturgia no está, nunca ha estado y creo que nunca estará en el horizonte. Se lo dejo a lxs dramaturgxs, que hay muchas y muchos muy buenos, y me invitan a leer y apasionarme con sus obras.

 

Cuando empezabas a estudiar en la RESAD ¿imaginaste algún día llegar hasta donde has llegado y conseguir todo lo que has conseguido?

Cuando estudiaba en la RESAD tenía diecisiete años, imaginaba muchas cosas y no acerté, me doy cuenta ahora, con nada. Pero imaginar es algo que forma parte de mí y no ponerme metas a dónde llegar también, así que estoy agradecida y contenta con los logros conseguidos hasta ahora y prometo no dejar de imaginar.

 

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