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Una mujer joven se sienta en el banquillo de los acusados. Jura decir la verdad y nada más que la verdad: «El año que conocí a mi marido, yo tenía 26 años, él tenía 66, 10 años más que mi padre». Después, cómo te enfrentas a tus padres para contárselo, qué dirán, cómo transitar la tercera edad aun estando tan lejos, de hablarle con cotidianidad a la muerte, como un amigo más a quien convidar los fines de semana. O a que se quede contigo. No va a dejar a un lado tampoco lo inevitable, cómo se convirtió en viuda, ese momento que parecía el final de todo, hasta que resulto ser el inicio de algo más poderoso. Apostó por empezar su viudez en su propia casa: el escenario. El veredicto lo dan ustedes.
Una actriz asombrosa par una propuesta que rebosa verdad y emoción. Imprescindible.
